No cabe duda de que las redes sociales permiten la difusión -viralización- de miles de temas del ámbito mundial, algunos de relevancia y otros que pese a que ocurrieron en momentos en los que incluso no existían tales herramientas, actualmente permiten su masificación y noción de las mismas para las nuevas generaciones.
Tal es el caso de un hecho que ocurrió a inicios del siglo XXI, en la comunidad indígena de Río Tálea, en el estado de Oaxaca, México, donde una mujer dio a luz, pero marcó un hito exitoso en la historia de la medicina.
El contexto
Una cesárea es un procedimiento quirúrgico que consiste en cortar la piel y el útero en la región baja del abdomen de la madre, de manera vertical u horizontal para facilitar la salida del bebé.
Hacerlo sin supervisión médica incrementa el riesgo de contraer una infección en el revestimiento del útero (endometriosis), en las vías urinarias o en el lugar de la incisión o la pérdida de sangre durante y después del parto lo que puede ocasionar la muerte de la madre.
En el año 2000, en la mencionada comunidad oaxaqueña, Inés Ramírez, mujer zapoteca, con seis hijos previos, de 40 años en ese entonces, se encontraba en el último periodo de su embarazo cuando sintió las contracciones, señal inequívoca de que tenía que iniciar el trabajo de parto para expulsar el feto que ya llevaba 10 meses en su vientre.
Cabe contextualizar que vivía en una zona rural con 500 habitantes y sólo una línea telefónica, el doctor más cercano estaba a varios kilómetros de distancia y su esposo se encontraba fuera de casa, por lo que no hubo alguien que le ayudara en la decisión que tomó.
Luego de varias horas de trabajo de parto, Inés procedió a autorealizarse una cesárea; se sentó en un banco, bebió alcohol etílico y con un cuchillo de cocina realizó la cirugía, a la brava.
“Ya no podía soportar el dolor. Si mi bebé tenía que morir, entonces decidí que yo también debía morir. Pero si tenía que crecer, entonces siempre estaría con él y lo habría visto crecer”, dijo a medios locales en aquel tiempo.
Al cabo de una hora llegó al útero para extraer a su bebé, lo tomó en los brazos y cortó el cordón umbilical con unas tijeras; posteriormente quedó inconsciente y tras recuperar el conocimiento pidió a uno de sus hijos que fuera a buscar ayuda. Tiempo después el médico llegó y encontró a la mujer y a su hijo en brazos, de inmediato comenzó a cerrar la incisión de 17 cm de largo.
Después, fueron trasladados a la clínica más cercana para su valoración, y para sorpresa del personal médico, ambos estuvieron en perfectas condiciones, pese a que el proceso se realizó sin anestesia, sin instrumentos quirúrgicos adecuados y sin experiencia médica alguna.