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Una orca identificada como J36
Una orca identificada como J36 fue vista empujando el cuerpo de su cría fallecida en el estrecho de Rosario. (WikiCommons/Dominio Público)

Una orca que pertenece a la población residente del sur fue vista en el estado de Washington empujando el cuerpo sin vida de su cría recién nacida en lo que especialistas interpretan como un acto de duelo y un intento de reanimación. La agencia de noticias Associated Press (AP) reportó que el episodio ocurrió en el estrecho de Rosario, parte del mar de Salish, en las islas de San Juan.

De acuerdo con datos proporcionados por el Centro de Investigación de Ballenas, la Sociedad SeaDoc y la Alianza de Vida Silvestre del Zoológico de San Diego, la orca identificada como J36, también llamada Alki, fue observada el viernes empujando a la cría, que todavía conservaba el cordón umbilical, confirmando así que se trataba de un ejemplar que murió al poco tiempo de nacer.

La situación además es preocupante si se toma en cuenta que las orcas residentes del sur, cuyo rango de distribución se extiende entre la costa de Washington y Canadá, están catalogadas como especie en peligro de extinción. Actualmente, según el censo del 1 de julio de 2024 elaborado por el Centro de Investigación de Ballenas, solo sobreviven 73 individuos de esta población.

El avistamiento revive inevitablemente la memoria de Tahlequah o J35, otra hembra del mismo grupo que en 2018 conmovió al mundo al cargar a su cría muerta por más de mil 600 kilómetros durante 17 días. Este mismo año, la hembra fue vista nuevamente llevando a un recién nacido fallecido.

Los expertos todavía no tienen certeza sobre si la cría de J36 nació viva, según las observaciones, tendría como máximo tres días cuando fue encontrada muerta. “J36 no llevaba a la cría cuando los investigadores la observaron el sábado”, informó Justin Cox, portavoz de la Sociedad SeaDoc.

La difícil trayectoria reproductiva de Alki

Alki ha sufrido múltiples pérdidas
Alki ha sufrido múltiples pérdidas reproductivas, incluyendo abortos espontáneos y la muerte de crías anteriores. (WikiCommons/Dominio Público)

La historia de J36 es un ejemplo de los desafíos que enfrenta la reproducción de estas orcas. Nacida en 1999 y miembro de la manada J, un clan matrilineal compuesto por 27 ejemplares, fue vista por primera vez ese mismo año y recibió su nombre mediante un concurso periodístico, según información consultada en el Proyecto de Educación y Avistamiento de Ballenas de Orca Network. Su madre es J16, apodada Slick, y mediante análisis genéticos se determinó que su padre fue L41 “Mega”.

Alki ha sufrido varias pérdidas a lo largo de su vida reproductiva. Deborah Giles, investigadora de la Sociedad SeaDoc, recordó que la hembra tuvo múltiples abortos espontáneos y en 2017 perdió a una cría llamada Sonic o J52, que falleció a los dos años de edad tras ser descrita como “demacrada” en sus últimos días.

En entrevista con el Seattle Times, Giles explicó: “Desde una perspectiva biológica, es un desafío, porque ha dedicado toda su energía a gestar esta cría que no da como resultado una descendencia viable. Y, además, el aspecto negativo es que necesitamos que las hembras nazcan y vivan para que puedan dar a luz por sí mismas”.

Su cría más reciente, una hembra, también murió poco después de nacer. Para la comunidad científica, cada pérdida representa un duro revés para la recuperación de la población residente del sur, cuya supervivencia depende de que cada nacimiento prospere.

El duelo de las orcas y las amenazas que enfrentan

Esta imagen difundida por SeaDoc
Esta imagen difundida por SeaDoc Society/San Diego Zoo Wildlife Alliance, muestra a J36 llevar a cuestas el cuerpo de su cría muerta en aguas del Estrecho de Rosario, cerca de Orcas Island, el viernes 12 de septiembre de 2025, en Washington. (SeaDoc Society/San Diego Zoo Wildlife Alliance vía AP)

El comportamiento observado en J36 es interpretado como una manifestación de duelo maternal. “No tiene brazos para sostenerlo, así que tiene que seguir cargándolo, manteniéndolo consigo lo más cerca posible”, explicó Giles. “En cuanto deje de ir a buscarlo, se hundirá en las profundidades. Pero todavía no puede soltarlo. Está de luto por la pérdida de su bebé muerto”.

En este contexto, cabe destacar que las orcas entablan vínculos sociales profundos, pues tanto machos como hembras permanecen con sus madres durante toda su vida, lo que fortalece sus vínculos familiares. Esa cohesión hace aún más evidente el dolor cuando una cría muere.

Sin embargo, el duelo de estas ballenas también refleja las presiones externas que las amenazan, entre ellas, la disponibilidad de alimento. De acuerdo con AP, este se trata de un factor crítico, ya que su presa principal, el salmón chinook, ha disminuido en número y tamaño.

Según el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de Washington, algunos ejemplares de chinook pueden alcanzar hasta 45 kilos, pero la mayoría de los peces maduros pesan menos de 23 kilos.

La situación se complica con la contaminación y el ruido de los barcos, que afectan la capacidad de caza de estos cetáceos. Un estudio publicado en la revista Plos One reveló que alrededor del 69% de los embarazos detectables en las orcas residentes del sur fracasan, y un tercio de ellos se pierden hacia el final de la gestación. “Eso está asociado al menos en parte con que estas ballenas no comen lo suficiente de manera regular”, afirmó Giles.

Así, la desgarradora escena protagonizada por J36 es más que un retrato del dolor de una madre que se niega a soltar a su cría, significa un paso atrás en la lucha por la supervivencia de una especie que hoy se encuentra al borde de la desaparición.