
Durante dos años, un joven oso negro vagó por los bosques del norte de Michigan con una pesada tapa de tambor de plástico atorada alrededor del cuello. Desde que fue detectado por primera vez en 2023, cuando aún era un cachorro, el animal sobrevivió a las condiciones atmosféricas adversas del clima y a las dificultades para alimentarse y moverse con libertad, todo con ese accesorio involuntario presionando su cuerpo.
Hasta mayo de este año que, gracias a una nueva aparición en cámaras de rastreo, especialistas del Departamento de Recursos Naturales (DNR, por sus siglas en inglés) lograron localizar al animal, capturarlo y liberarlo del objeto que amenazaba su bienestar.
“Es increíble que el oso sobreviviera y pudiera alimentarse”, afirmó Cody Norton, especialista estatal en osos del DNR de Michigan, al recordar el momento en que finalmente lograron intervenir. A pesar del tiempo que pasó atrapado, el fue encontrado en mejores condiciones de las que el equipo esperaba. Ahora, el mamífero pesa aproximadamente 50 kilogramos —un peso típico para un ejemplar macho de dos años—, fue liberado sin necesidad de colocarle un collar de rastreo, aunque sí se le etiquetó en la oreja para futuros seguimientos.
Un hallazgo fortuito y una operación meticulosa

La historia de este oso comenzó en 2023, cuando aún era un cachorro y fue captado por primera vez en cámaras de rastreo instaladas en propiedades privadas del condado de Montmorency, en la región norte de la península inferior de Michigan. En ese momento ya llevaba la tapa de un tambor de plástico de 55 galones alrededor del cuello, un objeto de uso común para almacenar alimentos, alpiste o incluso para cebo destinado a la atracción de fauna silvestre.
Durante esos dos años, los avistamientos del animal fueron esporádicos. El DNR recibió varios reportes de residentes locales que veían al oso de lejos, pero las oportunidades de captura eran mínimas debido a su comportamiento esquivo y la vastedad del territorio. No fue sino hasta finales de mayo de 2025 que una nueva grabación de cámara trampa reactivó los esfuerzos para su rescate.
La operación de rescate, llevada a cabo el 3 de junio, involucró la colocación de una trampa cilíndrica en una zona estratégica, donde se atrajo al oso utilizando cebo. Una vez dentro, el equipo logró sedarlo y retirar la tapa con herramientas adquiridas esa misma mañana, en una carrera contrarreloj por encontrar una solución eficaz.
“Uno de los técnicos fue a Home Depot y regresó con cortadores de pernos y otras herramientas para estar preparados”, explicó Norton. El joven ejemplar solo presentaba pérdida de pelo y algunas cicatrices profundas en el cuello, pero su estado general de salud era bueno. Tras cortar la tapa en cuestión de minutos, el oso fue monitoreado mientras despertaba y finalmente regresó a la libertad.
Aunque el uso de cebo para osos es legal en el estado, la normativa establece que cualquier agujero en la tapa de un barril debe tener un diámetro inferior a una pulgada (2.54 cm) o superior a 22 pulgadas (55.88 cm), precisamente para evitar que animales salvajes puedan quedar atrapados como ocurrió en este caso. No está claro cómo sucedió el incidente, pero los expertos consideran probable que el oso atoró al buscar alimento y e intentar salir.
Angela Kujawa, bióloga de vida silvestre que participó en el operativo, comentó con la agencia de noticias The Associated Press que la incomodidad del objeto obligaba al oso a modificar su comportamiento habitual. “Probablemente se acostaba más boca arriba o de lado cuando descansaba, porque no podía apoyarse con comodidad”, observó. Además de las marcas evidentes en su cuello, el animal presentaba un absceso que requerirá seguimiento médico, aunque no se consideró necesario trasladarlo a un centro de rehabilitación en esta etapa.
Una segunda oportunidad en libertad

El oso, ahora sin restricciones, fue visto alejarse hacia el bosque luego de recuperar la conciencia. A pesar de las heridas y la dificultad que implicó vivir con una tapa de tambor ceñida al cuello durante dos años, logró alimentarse, crecer y mantenerse relativamente sano. Para los biólogos que siguieron su caso, este hecho representa no solo una historia de supervivencia, sino una advertencia sobre los efectos del descuido humano en la fauna local.
“Nos sorprendió gratamente. Aún podía ganarse la vida como un oso normal y corriente”, dijo Norton a AP. En este caso, el equipo del DNR decidió no colocarle un collar GPS al oso liberado debido a la sensibilidad del área del cuello, que aún necesita sanar. No obstante, la etiqueta en la oreja permitirá que, en caso de que sea visto de nuevo o captado por cámaras trampa, los expertos puedan hacer un seguimiento de su evolución. “Queríamos reducir al mínimo cualquier estrés adicional”, concluyó Norton.
Más allá del alivio por el desenlace positivo, el caso de este oso expone un riesgo creciente para la fauna silvestre como lo es el uso y desecho irresponsable de contenedores plásticos y otros objetos que pueden convertirse en trampas mortales. Cody Norton explicó que los barriles y recipientes con pequeñas aberturas son especialmente peligrosos para osos jóvenes, que se sienten atraídos por el olor de los alimentos pero luego no pueden retirar la cabeza.
“Este tipo de incidentes debería hacernos reflexionar sobre cómo almacenamos o desechamos ciertos objetos en zonas donde hay vida silvestre”, señaló. Además de los barriles para cebo, elementos comunes como recipientes para comida de mascotas, botellas grandes o contenedores de basura mal cerrados pueden atraer a los animales y provocar accidentes similares.
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