
Ubicado en las montañas de Tehachapi, California, el Priorato de San José de Belén alberga a una comunidad de monjas Canonesas Norbertinas, quienes han dedicado sus vidas a la oración contemplativa. Esta comunidad sigue una tradición religiosa con más de 900 años de historia, iniciada por San Norberto de Xanten en 1121. La vida cotidiana de las monjas se estructura con pausas regulares para la oración y el canto de su oficio divino.
Si bien orar constituye el eje central de su existencia, las monjas también realizan diversas actividades que les permiten mantener su autosuficiencia. Entre estas labores destacan la elaboración artesanal de quesos, la recolección de manzanas y una de sus tareas más distintivas: la crianza de perros. Este programa comenzó en 2016 y permite que la comunidad contribuya al bienestar de muchas personas mediante la entrega de perros para terapia y asistencia.
Actualmente, la comunidad tiene más de 40 monjas, quienes logran ser autosustentables gracias a que cuidan y educan a los canes, que al final retribuyen a la sociedad gracias a su capacidad de acompañamiento y auxilio. La ampliación del monasterio y la capilla se ha convertido en una prioridad para poder recibir nuevas vocaciones y continuar con su labor espiritual y social.
El proceso de crianza de perros

El programa de crianza de perros en la comunidad monástica tuvo su origen con una perra llamada Blitzen, adquirida con el propósito de pastorear el ganado del monasterio. De acuerdo con la Agencia de Noticias Católicas, las monjas reconocieron con el tiempo el potencial de la crianza de perros no solo como un medio de autosostenibilidad, sino también como una forma de servicio a la comunidad.
Según la agencia religiosa, las monjas supervisan cada etapa del proceso de crianza, desde el nacimiento de los cachorros hasta su entrega a nuevos hogares.
Los cachorros reciben atención especializada para asegurar su crecimiento en un entorno saludable y seguro. Una de las partes fundamentales de la crianza de estos animales es la socialización temprana, pues con ello se garantiza que los perros sean aptos para la convivencia con personas y otros animales.
Además, el monasterio mantiene estrictas políticas para prevenir el abandono de los perros, asegurándose de que cada canino encuentre un hogar responsable y afectuoso.
Hasta la fecha, las mujeres devotas han entregado más de 200 cachorros a familias y personas con necesidades específicas; por ejemplo, algunos perros han sido entrenados para dar servicio a personas con debilidad visual o para asistir a quienes tienen trastorno de estrés postraumático (TEPT), autismo y otras discapacidades.
“Gracias a nuestras estrictas políticas al respecto, ninguno de nuestros cachorros ha terminado siendo indeseado ni ha contribuido al problema de la saturación de los refugios de animales”, dijo la Madre Mary Oda, madre priora de las Canonesas Norbertinas, a la Agencia de Noticias Católicas.
Qué razas de perros crían las monjas de California

El Priorato de San José de Belén busca a perros que sean específicos para la asistencia, por lo que toman en cuenta el temperamento y adaptabilidad a tareas específicas. En un inicio, la comunidad se enfocó en educar a labradores y golden retriever, razas que se reconocen por su inteligencia, obediencia y habilidades para el trabajo como perros de servicio y terapia.
Actualmente, las monjas también incorporaron pastores de Anatolia a su programa, una raza con una larga trayectoria en labores de protección y pastoreo. Estos perros han sido utilizados para el resguardo del ganado en el monasterio y han demostrado ser una elección acertada debido a su fortaleza, lealtad y capacidad de adaptación a diversas condiciones.
La selección de estas razas también se fundamenta en la demanda y las necesidades específicas de quienes adoptan los perros. En contraste con otros criaderos administrados por comunidades religiosas, donde el enfoque puede estar en la rentabilidad, las Canonesas Norbertinas han priorizado la crianza responsable y el bienestar de los animales. Su compromiso con esta labor busca garantizar que ninguno de los cachorros criados en el monasterio termine en refugios para animales o en situaciones de abandono.
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