
Desde tiempos remotos, los seres humanos han atribuido características humanas a los animales. En la antigüedad las civilizaciones representaban a los animales con rasgos y comportamientos humanos a través de la mitología, relatos y expresiones artísticas. Ejemplos de ello se encuentran en culturas como la egipcia, donde deidades como Anubis y Bastet tenían cuerpos humanos con cabezas de perro y gato, respectivamente.
Pero el acto de humanizar a los animales también se presenta en la relación cotidiana con las mascotas. Quizá todo empezó con la frase “el mejor amigo del hombre”, al considerar que un perro podía ser tan cercano como un amigo.
A medida que los animales domésticos tienen un lugar cada vez más importante en los hogares, la percepción sobre ellos cambió y ya no solo son “buenos colegas”, sino que ahora son miembros de la familia que tienen nombre y apellido, a quienes se les celebran sus cumpleaños e incluso atribuyéndoles emociones y pensamientos parecidos a los nuestros.
Esto se exacerbó con el auge de las redes sociales, donde las personas hacen cuentas propias de sus mascotas, comparten su día a día y protagonizan contenido que enfatiza su supuesta personalidad humana.
La antropomorfización desde la psicología

Es un hecho que si bien esta tendencia puede reforzar el vínculo entre los humanos y las mascotas, en realidad pueden malinterpretarse las necesidades reales de los animales. Pero, ¿por qué las personas tienden a hacer esto?
Desde una perspectiva psicológica, a esto se le llama antropomorfización y surge, en mayor parte, a la falta de lazos emocionales profundos. Cuando les atribuimos estas características, las personas generan una satisfacción al sentir que se mejora la comunicación y se fortalece la conexión con sus mascotas.
Estudios psicológicos han demostrado que la antropomorfización se intensifica en quienes buscan suplir carencias afectivas o sociales, por ejemplo, personas que viven solas o han experimentado pérdidas significativas. Esto ocurre porque proyectan en sus mascotas roles emocionales equivalentes a los de un amigo, un hijo o un compañero de vida. Cuando esto sucede, se genera una dimensión más profunda de sentimientos hacia el perro o el gato en cuestión, convirtiéndose en un refugio emocional y en una fuente de estabilidad psicológica.

Asimismo, los medios de comunicación y la cultura popular fomentan la percepción de los animales como seres con emociones humanas. Las películas, series y literatura infantil representan a los animales con personalidades y pensamientos similares a los de los humanos, reforzando la idea de que las mascotas comprenden la realidad de la misma manera que sus dueños.
La psicología también refiere que la humanización puede ocasionar problemas de comportamiento en los animales. La sobreprotección y el trato excesivamente humanizado provocan ansiedad por separación, especialmente en los perros, pues al percibir a sus propietarios son figuras de apego, pueden desarrollar estrés cuando se quedan solos y desencadenar conductas destructivas, ladridos excesivos o comportamientos compulsivos. Esto da paso a una interpretación errónea de su lenguaje corporal y derivar en castigos por acciones que el animal no comprende.
Riesgos de la humanización excesiva

La antropomorfización no solo fortalece el vínculo entre los humanos y sus mascotas, también propicia un trato más cuidadoso para los animales y mejora su calidad de vida. Sin embargo, esto tiene varios riesgos cuando se lleva al extremo.
El doctor Juan Enrique Romero, médico veterinario y especialista en el tema, menciona que aunque suena como una conexión inofensiva, mientras que los humanos satisfacen sus necesidades emocionales, las mascotas reciben expectativas erróneas -y no naturales- sobre cómo responder a ciertos estímulos.
Por ejemplo, vestir a un perro o un gato con ropa innecesaria o someterlo a situaciones estresantes bajo la creencia de que “disfruta” la experiencia puede generarle ansiedad y malestar.
Un artículo de la fundación UNAM menciona que en climas extremadamente fríos o calurosos es necesario proteger a los animales con alguna prenda, sin embargo, el uso excesivo de prendas y accesorios no solo les resulta incómodo, sino que puede derivar en problemas cutáneos, ya que algunos tejidos dificultan la regulación térmica del animal. Además, accesorios como bandanas o collares demasiado ajustados pueden interferir con su movilidad y bienestar general.
Otro problema frecuente derivado de la humanización excesiva es la alimentación inadecuada, ya que muchas personas comparten su comida con sus animales de compañía sin considerar que algunos alimentos no son aptos para ellas. Ingredientes comunes en la dieta humana, como el chocolate, el ajo o la cebolla, son tóxicos para los perros y gatos. Además, la costumbre de ofrecer premios en forma de alimentos poco saludables aumentan el riesgo de obesidad y enfermedades asociadas a una mala nutrición.
“Cada quien puede querer, amar, a quien quiera con la intensidad que le permita ser feliz, entendiendo siempre el idioma, la percepción del mundo y los códigos de con quien se vincula”, explicó el médico especialista Juan Enrique Romero.
Por ello, respetar su naturaleza y procurar su bienestar de acuerdo con sus características biológicas y psicológicas es clave para una relación equilibrada y saludable.
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