¿Sapo o rana? Así puedes identificar las diferencias que la mayoría desconoce

Aunque forman parte del mismo orden, estos anfibios han desarrollado rasgos únicos que garantizan su sobrevivencia en interesantes y distintos entornos

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Los sapos tienen una piel
Los sapos tienen una piel rugosa y tienen a desarrollarse en zonas secas (Paolo Costa Baldi/ Wikimedia) (Holger Krisp/ Wikimedia)

Los sapos y las ranas, pertenecientes al orden Anura, son mucho más que simples anfibios que habitan en variados ecosistemas.

Estos animales desempeñan un papel crucial como indicadores de la salud ambiental, ya que su sensibilidad a la contaminación y a los cambios en su entorno los convierte en señaladores tempranos de deterioro ecológico.

Su presencia o desaparición refleja los efectos de la actividad humana en los ecosistemas, consolidándolos como especies fundamentales para el monitoreo ambiental. Aunque los términos “sapo” y “rana” suelen usarse indistintamente, es crucial reconocer las diferencias que los distinguen.

¿Cómo diferenciar a estos anfibios?

La actividad humana impacta directamente
La actividad humana impacta directamente los hábitats de los anuros (MauMirror/Wikimedia) (Niallm/ Wikimedia)

Las ranas que comúnmente imaginamos pertenecen a la familia Ranidae, conocidas como “ranas verdaderas”, mientras que los sapos suelen referirse a los miembros de la familia Bufonidae, denominados “sapos verdaderos”. Estas dos familias agrupan cientos de especies con características únicas que las distinguen entre sí.

Las ranas de la familia Ranidae, que incluye más de 400 especies, se encuentran en todos los continentes excepto en la Antártida. Estas ranas son reconocidas por su cuerpo generalizado y su ciclo de vida adaptado a ambientes húmedos, según Wildlife Preservation Canada (WPC), organización dedicada a preservar los animales en peligro de extinción en Canadá.

Entre las especies más conocidas de esta familia se encuentran la rana toro, la rana común, la rana verde, la rana leopardo, la rana de los pantanos, la rana pickerel y la rana de los bosques.

Las ranas verdaderas presentan características físicas que las hacen fácilmente identificables. Poseen ojos prominentes, patas traseras largas y fuertes con membranas interdigitales que les permiten saltar y nadar con agilidad. Su piel es generalmente lisa o viscosa, lo que refleja su preferencia por ambientes húmedos.

Además, suelen depositar sus huevos en agrupaciones o racimos, y es común encontrarlas en el agua o cerca de ella. Otro rasgo distintivo es su lengua larga y pegajosa, que utilizan para capturar presas con rapidez.

Los sapos verdaderos: adaptaciones a climas más secos

Por otro lado, los sapos verdaderos, pertenecientes a la familia Bufonidae, comprenden más de 300 especies distribuidas en casi todo el mundo, excepto en Australasia, las regiones polares, Madagascar y Polinesia.

Según WPC, los sapos presentan adaptaciones que los diferencian claramente de las ranas. Su cuerpo es más robusto y sus patas traseras son cortas, lo que los hace más aptos para caminar que para saltar. Su piel es seca y rugosa, con glándulas paratoides detrás de los ojos que producen sustancias tóxicas como mecanismo de defensa.

A diferencia de las ranas, los sapos suelen poner sus huevos en largas cadenas y prefieren climas más secos, por lo que es más común encontrarlos lejos del agua. Además, carecen de la lengua pegajosa de las ranas, lo que los obliga a acercarse a sus presas para alimentarse.

Aunque sapos y ranas comparten muchas similitudes al pertenecer al mismo orden, las diferencias en su morfología y comportamiento son notables. Mientras que las ranas tienden a ser más tímidas y a huir rápidamente cuando se sienten amenazadas, los sapos suelen permanecer inmóviles o realizar saltos cortos.

Estas diferencias no solo reflejan sus adaptaciones al entorno, sino también su estrategia de supervivencia frente a depredadores.

Otro aspecto distintivo es la estructura de su cartílago torácico, que varía entre ambos grupos. Este detalle anatómico, aunque menos visible, es una de las características que los científicos utilizan para clasificarlos dentro de sus respectivas familias.

La amplia distribución de las ranas verdaderas y los sapos verdaderos subraya su capacidad de adaptación a diferentes entornos. Según WPC, mientras que las ranas de la familia Ranidae han colonizado casi todos los continentes, los sapos de la familia Bufonidae tienen una presencia más limitada, aunque significativa.

Esta diversidad refleja la evolución de ambos grupos para prosperar en una variedad de hábitats, desde selvas tropicales hasta regiones áridas.

Su importancia ecológica

Las ranas se caracterizan por
Las ranas se caracterizan por tener piel lisa y ojos prominentes (Richard Bartz/ Wikimedia) (Armin Kübelbeck/ Wikimedia)

Los anuros desempeñan un papel fundamental en los ecosistemas al actuar como depredadores y presas. Su desaparición puede provocar un aumento descontrolado de insectos nocivos, como mosquitos, que son vectores de enfermedades como la malaria y el dengue.

Según la revista Ciencia de la Academia Mexicana de Ciencias, su ausencia afecta a otros insectos esenciales, como las libélulas y los escarabajos, lo que altera la cadena alimenticia y la fertilidad del suelo.

Por otro lado, los anuros son una fuente de alimento para aves, mamíferos pequeños y otros anfibios. Sus renacuajos también contribuyen al control del crecimiento de algas en cuerpos de agua dulce, evitando la eutrofización y protegiendo a otras especies acuáticas.

Entre las principales amenazas se encuentran la destrucción de hábitats, la deforestación, la contaminación por pesticidas y detergentes, el cambio climático y las enfermedades infecciosas.

Una de las más devastadoras es la quitridiomicosis, causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que afecta la piel de los anfibios, provocando desequilibrios osmóticos, fallo respiratorio y, en muchos casos, la muerte.

El cambio climático también ha alterado los patrones reproductivos de los anuros, exponiéndolos a heladas tardías y reduciendo los niveles de agua en cuerpos temporales, lo que impide el desarrollo completo de sus larvas, de acuerdo con la publicación.

Además, la introducción de especies exóticas y el comercio de anfibios, como la rana toro (Lithobates catesbeianus), han contribuido a la propagación de enfermedades y a la competencia con especies nativas.

Debido a su sensibilidad a los cambios ambientales, los anuros son considerados indicadores clave de la salud de los ecosistemas. Su piel permeable y la falta de una pared protectora en sus huevos los hacen especialmente vulnerables a sustancias tóxicas, como metales pesados y pesticidas.

Esto los convierte en “centinelas” que registran las alteraciones en su entorno antes de que otros organismos, incluidos los humanos, las detecten.