En 1952, un felino gris y blanco de pelo corto hizo una entrada inesperada en la escuela primaria Elysian Heights, en el vecindario de Echo Park, Los Ángeles. Este intrépido visitante, que se coló por la ventana de un salón, fue adoptado de inmediato por los estudiantes, quienes lo bautizaron como “Room 8″ (”Sala 8″), en honor a la clase que se convirtió en su lugar favorito.
Desde ese día, Room 8 se transformó en una presencia constante y entrañable en el instituto. A excepción de las vacaciones de verano, cuando el felino desaparecía durante las semanas sin actividad escolar, pero fielmente regresaba cada otoño, coincidiendo con el primer día de clases.
“Era como las golondrinas de Capistrano”, comentó Beverly Mason, la directora de la escuela en 1968. “Desaparecía durante todo el verano, pero el día que sonaba el primer timbre, ahí estaba, regresando desde las colinas”, agregó en un artículo del periódico escolar, My Weekly Reader (Mi lector semanal) en 1968.
El famoso gato callejero gris
Room 8 no solo era un gato; se convirtió en un símbolo de la comunidad escolar y un fenómeno mediático. Su rutina fascinaba tanto a estudiantes como a periodistas, quienes acudían cada año al amanecer para registrar su regreso triunfal.
La ex alumna Angie Medrano Nicolai, que se graduó en 1965, recuerda el jardín de infantes: “Mi primer recuerdo de Room 8 fue cuando la señorita Mason lo presentó a nuestra clase de jardín de infantes. Recuerdo que pensé que era un gato grande en sus brazos. Quería que supiéramos que pertenecía a la escuela y que podría haber momentos en que viniera a nuestra sala de clases a visitarnos. Lo dejó en el suelo y él inmediatamente saltó al escritorio junto a la ventana para tomar una siesta bajo el cálido sol”.
A lo largo de los 16 años que vivió en Elysian Heights, este carismático felino posó para innumerables fotografías y videos, incluyendo un documental titulado “The World of Animals: Big Cats, Little Cats”, realizado por Bud Wiser en 1968.
Pero la fama de Room 8 no se limitó a Los Ángeles. Una historia publicada en “My Weekly Reader” lo hizo conocido a nivel nacional, generando una avalancha de cartas de admiradores infantiles. Según el diario, Los Angeles Times, en sus mejores días llegó a recibir hasta cien cartas diarias, aunque en promedio recibía alrededor de treinta al mes. Las cartas provenían de niños de todo el país, quienes veían en Room 8 una figura entrañable y casi mítica.
Su impacto también se extendió a otros ámbitos culturales. En 1966, la directora Beverly Mason y la maestra Virginia Finley publicaron un libro infantil titulado “Room 8″, que relataba las aventuras del gato. Las regalías del libro, junto con las ventas de camisetas que llevaban la imagen del felino, fueron destinadas al fondo de la biblioteca escolar y a un fondo fiduciario en el Hospital Ortopédico de Los Ángeles. Además, Room 8 inspiró un mural escolar, una escultura y varios poemas grabados en la acera frente a la escuela.
El legado de Room 8
Durante los veranos, cuando la escuela cerraba, Room 8 siempre encontraba un hogar temporal entre las familias locales. John Hernandez, ex alumno de Elysian Heights, recordó con cariño: “Pasó todo el verano en casa con nuestros dos gatos, creo que fue en 1962. Pero antes ya había aparecido en numerosas ocasiones pidiendo comida, y siempre le complacíamos. Cabe la posibilidad de que fuera el padre de la última camada de nuestra gata”.
En 1968, tras 16 años de alegrar la vida de estudiantes, maestros y vecinos, Room 8 falleció. Su pérdida fue profundamente sentida por la comunidad escolar. En una emotiva ceremonia, los estudiantes y profesores se despidieron entre lágrimas de su querido amigo. Room 8 fue enterrado en el Los Angeles Pet Memorial Park, en Calabasas, un cementerio que honra a mascotas memorables.
Cecilia Rasmussen, escribió en 2003 sobre el legado del gato: “En 1968, en una despedida entre lágrimas, los estudiantes de la Escuela Primaria Elysian Heights se despidieron de su querido amigo felino peludo. Un elemento fijo en la escuela durante 16 años, el famoso gato callejero gris y blanco había posado para innumerables fotografías, incluida una que estaba estampada en las camisetas de la escuela”.
Hoy en día, la memoria de Room 8 perdura en los corazones de quienes lo conocieron y en los relatos de quienes han descubierto su historia. Su nombre se convirtió en una insignia de amistad, lealtad y comunidad, recordando cómo un simple gato callejero puede dejar una huella imborrable en la vida de tantas personas.