En el imaginario colectivo, los sonidos de las ranas se reducen a los clásicos “croac” y “birip”, que suelen asociarse con escenas de lagos, pantanos o bosques retratadas en múltiples películas. Sin embargo, un artículo conjunto de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) muestra que la realidad es mucho más diversa. En particular, las ranas que habitan en las regiones centro y sur del mundo emiten sonidos variados que pueden confundirse con grillos, aves u otros animales. Esta diversidad sonora expone la riqueza biológica de los anfibios y cómo su interacción con los ecosistemas determina hasta su “cantar”.
La investigación, publicada en la Revista Ciencia, destaca que las ranas de dedos libres, pertenecientes al género Eleutherodactylus, tienen una capacidad adaptativa a la vida terrestre y por las características únicas de su canto. Estas ranas producen sonidos que pueden ser silbidos melodiosos o chirridos agudos, los cuales a menudo pasan desapercibidos o son malinterpretados por quienes viven cerca de sus hábitats.
José Manuel Serrano-Serrano y Leticia M. Ochoa-Ochoa, los científicos autores del estudio, rompen con los mitos sobre el canto de estos anfibios tan particulares e invitan a la preservación de las especies endémicas, las cuales se ven amenazadas por el ruido de la civilización.
La diversidad sonora de las ranas de dedos libres
Las ranas de dedos libres son un grupo diverso que habita principalmente en México y que presentan características únicas que las diferencian de otras especies. Su nombre hace referencia a la ausencia de membranas interdigitales, una adaptación que les permite moverse con agilidad en ambientes terrestres. Este rasgo también está relacionado con su estrategia reproductiva conocida como desarrollo directo: las crías completan su metamorfosis dentro del huevo y nacen completamente formadas, sin pasar por una fase acuática como renacuajos.
Uno de los hallazgos que resalta el artículo es la capacidad de las hembras de algunas especies de ranas de dedos libres para vocalizar, un comportamiento que contradice un antiguo dato con el que se creía que solo los machos cantaban. En la rana chirriadora mexicana (Eleutherodactylus cystignathoides), por ejemplo, las hembras emiten chirridos ligeramente más agudos que los machos. Este fenómeno, identificado por primera vez en la década de 1950, sugiere que la vocalización femenina podría facilitar el encuentro entre ambos sexos, cuestionando la idea de que la reproducción en estas especies se basa exclusivamente en la selección masculina.
Los sonidos que emiten estas ranas son tan variados como sus adaptaciones. Sus cantos pueden clasificarse en silbidos, que son tonos modulados y uniformes similares al trino de un pájaro, y chirridos, caracterizados por notas fragmentadas y agudas que recuerdan el sonido de un grillo. Estas vocalizaciones sirven para la atracción de parejas o la delimitación de territorios, y son un elemento esencial de su comportamiento social. Sin embargo, su interpretación puede variar según la región y las creencias locales, como sucede con la rana chirriadora orejona (Eleutherodactylus verrucipes), cuyo canto se confunde a menudo con el de otros animales.
En el artículo también se pone de ejemplo a la rana del Pedregal (Eleutherodactylus grandis), una especie endémica de la Ciudad de México. Este anfibio vive exclusivamente en los pedregales del sur de la ciudad, un hábitat fragmentado y amenazado por la urbanización. Su canto, que únicamente se escucha durante los meses lluviosos de mayo a agosto, se asemeja a un silbido armonioso que permite localizarla entre las rocas y la vegetación. Sin embargo, la pérdida de su hábitat y el ruido urbano han puesto a esta especie en peligro de extinción.
Preservar los sonidos de los ecosistemas
Los cantos de las ranas no solo son esenciales para su supervivencia, sino también forman parte del paisaje sonoro de los ecosistemas que habitamos. Estos sonidos biológicos, que incluyen las vocalizaciones de aves, mamíferos e incluso el ruido del viento y la lluvia, tienen un valor cultural y sensorial que nos conecta con el entorno natural.
Sin embargo, el impacto humano es innegable. La urbanización, el ruido y la iluminación artificial interfieren con la comunicación de las ranas de dedos libres, obligándolas a desplazarse a áreas menos perturbadas. En el caso de la rana del Pedregal, por ejemplo, se ha observado que estas especies prefieren suelos firmes con vegetación natural, como cactus y matorrales, que proporcionan humedad y alimentos esenciales para su supervivencia, pero la transformación de estos hábitats arrastra a una disminución en las poblaciones de dichos animales y a la pérdida de su característico canto.
Los autores consideran que la pérdida de estas vocalizaciones podría tener consecuencias profundas tanto para los ecosistemas como para nuestra relación con el medio ambiente. Por ello, es crucial tomar medidas para proteger los hábitats de estas especies, desde la conservación de áreas naturales hasta la educación ambiental que fomente el respeto por la biodiversidad.