En un esfuerzo por visibilizar a los pequeños productores de vino del norte argentino, se llevó a cabo una investigación multiformato centrada en los viticultores de Cafayate, en la provincia de Salta. Este proyecto, que incluye un cortometraje documental y un artículo periodístico, pone en valor la resistencia y el patrimonio cultural de quienes cultivan y producen varietales de forma artesanal.
La iniciativa reúne al director Juan Pablo Domenech, la periodista Natalie Alcoba y el fotógrafo Sebastián López Brach, quienes combinaron sus talentos para narrar la realidad de estos productores.
El cortometraje El sueño del vino, dirigido por Domenech, se complementa con el artículo Cultivando resistencia: vino casero, patero y artesanal, escrito por Alcoba e ilustrado con las imágenes de López Brach. Ambos formatos abordan la lucha de los pequeños viticultores por preservar una escala de producción ancestral que contrasta con la industrialización masiva de la vitivinicultura.
Tanto Natalie como Sebastián colaboraron, además, en la creación del contenido visual del documental. En tanto, López Brach asumió el rol de director de fotografía.
La historia detrás de la investigación
El proyecto surgió inspirado por Antonio Cabezas, un viticultor artesanal de Cafayate que alcanzó notoriedad internacional tras su aparición en el documental Mondovino, dirigido por Jonathan Nossiter en 2004. Su figura permitió explorar una narrativa más amplia sobre los pequeños productores de vino que tienen profundas raíces en las comunidades originarias.
Estos productores combinan la herencia europea de la vitivinicultura, introducida por misioneros jesuitas en Sudamérica, con prácticas locales que respetan la conexión con la tierra, conocida como Pachamama en la cosmovisión andina.
Los datos reflejan una realidad contrastante en la industria del vino argentino. Según un censo de 2023 presentados en la investigación, el 59,5% de los viñedos del país tienen menos de cinco hectáreas, aunque solo representan el 14,3% de la superficie cultivada de uva.
Este desequilibrio evidencia un sistema que beneficia principalmente a los productores industriales, quienes dominan los mercados de exportación y concentran los recursos naturales y económicos.
En este contexto, la investigación analiza cómo los viticultores de pequeña escala resisten frente a las dinámicas de una industria diseñada para las bodegas más grandes. Su producción, conocida como vino casero, patero o artesanal, escapa a los estándares de la industrialización y conserva un arraigo con el territorio.
Entre la resistencia y la tradición
La vida de los pequeños productores vitivinícolas en Cafayate gira en torno a técnicas de elaboración artesanal, transmitidas de generación en generación, y que contrastan con las prácticas mecanizadas y uniformes de la industria moderna. En cada botella de vino patero se percibe un vínculo íntimo con la tierra y una reivindicación de los saberes locales. Estos viticultores han logrado mantener viva una tradición que no solo es económica, sino también cultural y simbólica.
La investigación logra destacar la riqueza de este oficio, mostrando cómo los viticultores artesanales de Cafayate combinan técnicas ancestrales con un profundo respeto por el entorno natural. A través del cortometraje y el artículo, se ofrece una visión íntima y respetuosa de una práctica que desafía las lógicas de producción y consumo que suelen ser dominantes.
Ambos formatos —documental y texto escrito— invitan a reflexionar sobre las formas de consumo actuales y sobre el valor de preservar tradiciones que conectan al ser humano con su entorno. Al mismo tiempo, reivindican el papel de los pequeños productores en un mercado que, en muchos casos, los invisibiliza.
A través de relatos visuales y escritos, el proyecto busca inspirar una apreciación más profunda por el vino artesanal y su importancia en la construcción de una identidad cultural enraizada en la resistencia y la memoria.
La investigación El sueño del vino se puede ver aquí.