
Desde un pequeño taller en Billund, Dinamarca, Ole Kirk Christiansen convirtió una sucesión de crisis y desafíos personales en el nacimiento de una de las empresas más reconocidas del mundo. Tanto la ruina económica como la tragedia familiar y los incendios nunca frenaron su impulso emprendedor. De fabricar muebles, pasó a crear juguetes de madera; del modesto éxito local dio el salto al plástico y, tras décadas de trabajo junto a su familia, transformó su apellido en sinónimo de creatividad, precisión y diversión.
Entre la carpintería y la supervivencia
A finales del siglo XIX, Christiansen dejó atrás su infancia granjera y abrió un taller de carpintería en Billund. Durante la Gran Depresión, la caída de los precios agrícolas desestabilizó su economía, y la muerte de su esposa en 1932 lo dejó solo frente al desafío de criar a cuatro hijos. Sin alternativa, se volcó a la manufactura de pequeños juguetes de madera, como trenes y patos hechos a mano. Los dirigía junto a su hijo Godtfred y unos pocos trabajadores.
La precariedad financiera era permanente. En los años treinta, Christiansen recurrió a un préstamo familiar que apenas le permitió mantener el taller a flote, según consignó BBC. Así nacía, casi por insistencia y necesidad, la primera generación de juguetes LEGO, todavía lejanos al célebre ladrillo.
Un nombre, una filosofía, una nueva etapa

En busca de una identidad propia tras años de supervivencia, Christiansen bautizó su empresa como “LEGO” en 1936, abreviatura de “leg godt” (“jugar bien” en danés). “Para él se trataba de hacer juguetes de buena calidad que fueran buenos para los niños”, explicó su nieto, Kjeld Kirk Kristiansen, en diálogo con BBC.
La elección no fue un simple ejercicio publicitario: Christiansen imponía a cada pieza un estándar de calidad casi obsesivo. Una célebre anécdota familiar, reportada por Quartr, cuenta que Godtfred intentó reducir costos en barniz para un lote de patos; Ole lo obligó a repasar y corregir cada unidad en persona.
Esa filosofía quedó resumida en el lema corporativo adoptado por la compañía: “Only the best is good enough” (“solo lo mejor es suficiente”), una convicción que se volvió marca registrada en las décadas siguientes.
Incendios, ocupación nazi y la transición al plástico
Los siguientes años pusieron a prueba la capacidad de resistencia de la familia. La Segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana restringieron el acceso a materiales y ralentizaron la producción, pero el verdadero golpe llegó en 1942, cuando un incendio consumió la fábrica. Christiansen reconstruyó el taller, incorporó tecnología poco común en Dinamarca y esperó tiempos mejores.

Finalizada la guerra, la creciente escasez de madera forzó un cambio radical. En 1946, Christiansen adquirió una máquina de inyección de plástico, entonces un material novedoso en Europa, según BBC. El salto no fue inmediato, aunque pronto llegarían los primeros éxitos con productos como el Tractor Ferguson.
La verdadera revolución se produjo en 1949, cuando la empresa lanzó los “Automatic Binding Bricks”, inspirados en un modelo británico de Kiddicraft. Si bien estos primeros ladrillos presentaban problemas de estabilidad, abrían una puerta a un universo de posibilidades.
Un sistema y la reinvención del juego
El momento determinante arribó en 1955, tras una conversación entre Godtfred y un vendedor que criticó la falta de “sistema” en los juguetes. De esa crítica nació el “LEGO System in Play”, una colección que permitía construir, combinar y transformar piezas para crear cualquier cosa, independientemente del set original. Esta innovación, inédita para la época, convirtió al juego creativo en el verdadero motor de la marca.
Fue en 1958 cuando llegó el gran hallazgo técnico: la patente del sistema de tubos en la base del ladrillo, ideada por Godtfred y mencionada por BBC, permitió el ensamblaje seguro y versátil que define desde entonces a LEGO.

Ese mismo año, Ole Kirk Christiansen murió sin conocer el alcance de su trabajo, aunque para entonces su apellido había quedado inseparablemente unido a la empresa.
Expansión, diversificación y familia
Desde la década del sesenta, LEGO dejó atrás los juguetes de madera y se volcó de lleno a los ladrillos de plástico, según Quartr. La apertura de Legoland en 1968, comandada artísticamente por Dagny Holm, marcó el inicio de la etapa internacional de la compañía. Más tarde, llegarían las licencias globales (como LEGO Star Wars), la diversificación de líneas y la apertura a públicos adultos a través de plataformas colaborativas.
La empresa jamás abandonó su esencia familiar. La propiedad y el control siempre dependieron de la familia Kristiansen. Desde Ole, el mando pasó a Godtfred, de este a Kjeld y, finalmente, a Thomas Kirk Kristiansen. LEGO nunca salió a bolsa ni cedió el control fuera del clan, apuntando a una independencia financiera inusual en compañías de escala global.
Presente y comunidad LEGO
En la actualidad, LEGO es considerada la empresa privada más relevante de Dinamarca, con presencia en mercados de todo el mundo y una comunidad global que incluye tanto niños como adultos. La familia Kristiansen conserva el control y la dirección de la compañía, manteniendo la tradición y el cuidado artesanal que caracterizaron al proyecto desde el taller de Billund.
La pieza central, patentada en 1958, sigue siendo el eje de su catálogo, mientras comunidades de entusiastas adultos (AFOL) participan activamente en el desarrollo y la propuesta de nuevos sets, aprovechando plataformas colaborativas como LEGO Ideas, según Quartr.
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