“Casablanca”, el mito que nació del caos: un guion por noche, una actriz insegura y la censura detrás del mejor final de Hollywood

Humphrey Bogart e Ingrid Bergman se reunieron para que el rodaje no arruinara sus carreras. La intención fue de propaganda bélica, pero el tiempo consagró a la inolvidable historia de amor

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Humphrey Bogart e Ingrid Bergman
Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en 'Casablanca'.

Ingrid Bergman no sabía a quién amar. El personaje que la actriz interpretaba en Casablanca, la película con fines propagandísticos que se estrenó en plena Segunda Guerra Mundial, cambiaba de amor en cada jornada de rodaje.

No se trataba de una decisión artística deliberada. No era que Ilsa Lund, el personaje que encarnó Bergman, iba y venía entre amar a Rick Blaine -el personaje interpretado por Humphrey Bogart- o a Victor Laszlo -actuado por Paul Heinred- porque no podía decidirse entre los dos. Era que los guionistas no terminaban de decidir por dónde iba a ir el libreto de la película que nació del caos y que se coronó como uno de los grandes mitos del cine.

La propaganda bélica como objetivo

Casablanca se estrenó en Nueva York el 26 de noviembre de 1942, hace exactamente 83 años, y es hasta hoy la mejor película romántica estadounidense de todos los tiempos, según el Instituto Americano del Cine (AFI, por sus siglas en inglés).

Pero aunque ese amor imposible con sede en el norte de África y la escena final de la historia de Rick e Ilsa se convirtieron en un mito de Hollywood, la intención original de la película fue propagandística en medio de la contienda bélica que partió el siglo XX en dos.

Ni la fecha de estreno de la película fue ajena a su intención propagandística: la avant premiere coincidió con el desembarco de los Aliados en Marruecos, territorio al que pertenece la ciudad que da nombre al film. El interés que la potente campaña militar estadounidense despertaba en el público era un buen “gancho” para ir al cine a ver la historia interpretada por Bogart y Bergman.

Los protagonistas junto a Dooley
Los protagonistas junto a Dooley Wilson, que interpreta al mítico Sam, el pianista del salón que le pertenece al personaje de Bogart.

La película había empezado a idearse después de que Japón bombardeara la base norteamericana de Pearl Harbor en diciembre de 1941. Estados Unidos puso a su enorme industria del entretenimiento al servicio de sus objetivos geopolíticos, y en ese contexto, Casablanca fue un llamado a que el país saliera del todo del aislacionismo en el que se había mantenido durante los primeros años del avance del nazismo y el fascismo en Europa.

El estreno de la película fue exitoso, aunque no arrasador. Pero lo más impactante de Casablanca en un primer momento fue su mensaje político: en esa clave la leyó la crítica y también el público. El film mostraba a Estados Unidos como el destino añorado por quienes escapaban de la guerra, de la ocupación nazi y de la opresión que gobernaba en Europa. En la trama, Casablanca, la ciudad, era una escala imprescindible hacia ese destino.

Un caos entre el romance y la geopolítica

El director de la película fue Michael Curtiz, un húngaro de origen judío que tenía varios familiares que habían tenido que escapar del régimen de Adolf Hitler. Asentado en Estados Unidos, Curtiz se puso al servicio de Warner Bros., la productora que rodaría la película.

El proyecto empezó prácticamente a la par del ingreso de Estados Unidos a la Segunda Guerra. Warner Bros. pagó una suma récord por los derechos de una obra teatral que no se había estrenado: fueron 20.000 dólares por Everybody comes to Rick’s (Todos vienen al café de Rick).

Aunque para lo que sería Casablanca después 20.000 dólares es una suma ínfima, se trató de una cantidad inédita de dinero destinada a una obra cuyo éxito no se había puesto a prueba frente al público.

Laszlo, Ilsa y Rick, el
Laszlo, Ilsa y Rick, el triángulo amoroso de la película

El rodaje empezó a fines de mayo de 1942 y estaba terminado para los primeros días de agosto. Lo más inestable de esos meses de rodaje fue el guion, que se reescribía cada noche. Aunque la película les da crédito a tres guionistas, hubo en realidad seis escritores que se ocuparon de ese trabajo. Los tres nombrados en los créditos, Julius Epstein, Philip G. Epstein y Howard Koch, ganarían el Oscar al mejor guion adaptado.

Pero para que eso ocurriera debieron saldar las discusiones que tenían a diario para decidir el rumbo que iba teniendo la historia. Curtiz rodó la película de forma cronológica porque dependía de que estuvieran escritas las escenas en su versión definitiva.

Era tal la incertidumbre sobre el destino del proyecto que, en cuanto le vieron los hilos al trabajo de los guionistas, Bogart y Bergman se reunieron para trazar una estrategia conjunta que le pusiera límites a tanto descontrol. Era en ese contexto que la actriz protagónica no sabía del todo cómo componer su personaje, cuyo vínculo con Rick y Victor cambiaba a diario, según el caótico ida y vuelta del guion.

Curtiz, el director, fue salomónico a la hora de indicarle a Bergman de quién debía lucir enamorada su personaje: “Hacé de cuenta que ama a los dos”, le dijo el húngaro. Mientras tanto, la trama se volvía más política o más romántica según quién estuviera detrás de la escritura de las escenas. Curtiz privilegió el costado romántico de su propia obra.

Las lágrimas reales que atravesaron la pantalla

Uno de los grandes aciertos de Casablanca fue la enorme diversidad de nacionalidades de sus actores. Sólo tres de los intérpretes mencionados en los créditos eran estadounidenses. En cambio, había actores y actrices, y sobre todo extras para las escenas más numerosas, que eran realmente refugiados y exiliados europeos. Eso hizo que la película transmitiera con enorme verosimilitud la escena que se vivía en los enclaves en los que, como en Casablanca, se estaba lo más a salvo de la guerra que se pudiera estar, y se esperaba por un barco que significara la completa libertad.

La película se estrenó en
La película se estrenó en medio del desembarco de los Aliados en Marruecos

Una de las escenas clave del film, cuando Laszlo pide a la orquesta del salón de Rick que interprete La Marsellesa para imponer ese himno sobre los cantos de los oficiales nazis, muestra a muchos de los actores extras llorando de emoción: eran verdaderos refugiados de la Segunda Guerra. Verdaderos oprimidos por el Tercer Reich, y víctimas de esa contienda bélica que se cobró millones de vidas. La emoción de la escena atraviesa la pantalla más de ochenta años después.

Otra de las escenas musicales emblemáticas de Casablanca, cuando Sam, el pianista del salón de Rick, interpreta “As time goes by”, estuvo a punto de no ocurrir. Max Steiner, compositor de la música original de la película, detestaba la canción y hasta propuso reemplazarla por una propia. Pero como Bergman, a esa altura del rodaje, se había cortado el pelo para interpretar su papel en Por quién doblan las campanas, no había manera de grabar de nuevo la escena y que no se notara la diferencia en la apariencia de la actriz.

Tampoco había manera de que no se notaran los cinco centímetros por los que Bergman superaba a Bogart. Así que el actor usó zapatos con plataformas en las escenas que compartieron en las que están parados, y almohadones en la silla en las que están sentados.

Bogart, ese galán inolvidable, compartió muy poco tiempo con Bergman por fuera de las escenas que rodaron juntos. Pasaba la mayoría del tiempo encerrado en su camarín, fumando y jugando solo al ajedrez. Era casi una alegoría de Rick, su papel, un hombre cínico al que, hasta el momento de su quiebre, parece no importarle demasiado de nadie.

Había un motivo bien concreto para ese encierro: Mayo Methot, la esposa del actor, era alcohólica y extremadamente celosa. Se presentaba tan frecuentemente en el set de rodaje para acusar a Bogart de tener un romance secreto con su co-protagonista que él prefirió recluirse para evitar esos estallidos cada vez más cotidianos. El estrés en el rodaje ya era suficiente por las idas y vueltas del guion.

La censura y el sacrificio del final

La despedida de Rick e Ilsa en el aeropuerto, ese amor que queda trunco porque lo más importante es sostener la resistencia contra el nazismo que encarna Laszlo, es uno de los finales más míticos de la historia del cine. Y para que ese final fuera ese y no otro, la censura fue central.

En la película nunca se
En la película nunca se dice literalmente "tócala de nuevo, Sam", pero la frase se popularizó como parte del film

En esos años, regía el Código Hays, que determinaba qué se mostraba y qué no en las películas que producía Hollywood. Según el código, estaba prohibido que en una película una mujer casada dejara a su marido y eligiera a su amante. Así que, más allá de las idas y vueltas del guion, la decisión sobre qué haría Ilsa en medio del triángulo amoroso excedía las elecciones artísticas del director y los productores de Casablanca.

Sobre el final del film, Rick e Ilsa desisten de viajar juntos a Lisboa, la escala inmediatamente anterior a llegar a Estados Unidos. La decisión de los protagonistas, que tiene que ver con priorizar la misión de resistencia de Laszlo -y con respetar el Código Hays-, fue leída en la época como un gran sacrificio personal por parte de Rick, el personaje de Bogart. La época implicó que se minimizara el sacrificio personal de Ilsa, el personaje de Bergman, una mujer que, a la par de Rick, también renunció a esa fulminante historia de amor.

Casablanca conmovió por su verosimilitud a la hora de contar el dolor de los exiliados y los refugiados de la Segunda Guerra, y por ese quiebre del personaje de Bogart, que pasó de no interesarse por prácticamente nada más que por el funcionamiento de su salón para beber -y jugar clandestinamente-, a enamorarse y resignar su amor para priorizar lo que más importaba en ese momento del mundo: oponerse al nazismo.

“Louis, pienso que este es el comienzo de una bella amistad”, dice Bogart antes de que Casablanca termine. Se lo dice al capitán Renault, a cargo de las tropas francesas en la ciudad marroquí, quien había salvado a Rick en medio de la persecución a quienes ayudaran ilegalmente a escapar de allí a los que intentaban llegar a Lisboa.

En 1944, Casablanca ganó el Oscar a la Mejor Película. Curtiz ganó como director y el equipo frenético de guionistas -o al menos los que salieron en los créditos- obtuvieron también su estatuilla. Ni Bogart ni Bergman ganaron por sus interpretaciones. Pero el tiempo los convirtió en los protagonistas de la historia de amor -sacrificado, platónico, inalcanzable- más inolvidable de la pantalla grande.

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