
Mont Blanc, la montaña más alta de Europa occidental, guarda un enigma que persiste desde hace más de 70 años. En su sector más inhóspito, dos aviones de Air India chocaron contra el macizo: el primer accidente ocurrió en 1950 y el segundo, en 1966. Ambos eventos, separados por 16 años y apenas unos metros, ocurrieron en la misma zona entre el hielo y las nieves del sector francés. Los rescates posteriores hallaron partes de las aeronaves, pero el glaciar y el paso del tiempo todavía entregan fragmentos a las faldas de la montaña.
Las catástrofes ocurrieron en invierno, con condiciones duras que complicaron los esfuerzos de búsqueda y los procedimientos de rescate. Durante el último accidente, el vuelo Boeing 707 de Air India partió desde Beirut el 24 de enero de 1966, con rumbo a Nueva York y escalas en Delhi, Ginebra y Londres. Llevaba a bordo 117 personas, entre pasajeros y tripulantes. El avión se acercó al Mont Blanc en plena mañana, mientras la tripulación coordinaba la aproximación con la torre de control de Ginebra.

Pasadas las 8:00, el avión descendió hacia el valle alpino. Al acercarse a la cima, el comandante informó sobre la posición de la nave. Minutos más tarde, la aeronave impactó directamente contra el macizo. No se registraron sobrevivientes. Un accidente similar se vivió dieciséis años antes, cuando otra aeronave de la misma empresa se estrelló en el mismo sector.
Restos emergen y mantienen la atención sobre las tragedias
Cada verano, el glaciar Bossons revela nuevas piezas de las aeronaves. Fragmentos de metal, documentos y objetos personales aparecen entre el hielo y las rocas, impulsados por el lento desplazamiento del glaciar.
Habitantes de Chamonix y visitantes detectaron valijas, placas identificatorias y piezas del fuselaje en la base de la montaña. La reaparición de estos restos alimenta historias, especulaciones y mitos en la región.

Según Le Figaro, la búsqueda de vestigios genera una actividad sostenida entre investigadores, descendientes de las víctimas y curiosos. A lo largo de las décadas, expediciones científicas y particulares recorrieron el macizo, equipados para encontrar nuevas pruebas o entender mejor las circunstancias de las tragedias.
El acceso al sector permanece regulado por autoridades locales, que buscan preservar tanto la seguridad como la dignidad de los restos humanos y materiales.
La recuperación de objetos personales y fragmentos volvió frecuente el debate sobre el destino de estos recuerdos. Asociaciones locales y organismos franceses promueven el respeto por los lugares de los accidentes. Solicitan que quienes hallen piezas las entreguen a las entidades pertinentes, con el objetivo de conservar la memoria y evitar el tráfico no autorizado.

De acuerdo con Le Figaro, la predilección por la zona de Bossons, tanto por parte de cazadores de restos como de turistas, responde a la posibilidad real de encontrar testimonios materiales de aquellos hechos.
El glaciar, en constante movimiento, acerca los fragmentos hacia áreas accesibles. La velocidad de este proceso depende de la temperatura y la intensidad de los ciclos de deshielo.
La comunidad de Chamonix integró la presencia de restos a la vida cotidiana. Vecinos y escolares relatan experiencias personales con hallazgos de piezas en senderos o campos.
La municipalidad estableció campañas informativas para sensibilizar sobre la importancia histórica y simbólica del sector. Además, la señalización advierte sobre la normativa para quien localice restos y fomenta una actitud de protección hacia la montaña.
Las leyendas en torno a los accidentes crecieron con el tiempo. Residentes y visitantes refieren historias de objetos misteriosos y versiones alternativas sobre las causas de los siniestros. Sin embargo, los informes técnicos oficiales atribuyen los choques a errores de navegación, condiciones climáticas adversas y dificultades tecnológicas propias del vuelo en los Alpes.
El interés por ambos accidentes impulsó museos y exposiciones locales. Las instituciones exhiben piezas recuperadas y recopilan testimonios de familiares y rescatistas. Estos espacios contribuyen a que la memoria de los sucesos no desaparezca en el olvido y ofrecen un lugar para la reflexión y el homenaje.
La relación entre el Mont Blanc y estos accidentes de Air India refuerza el carácter mítico de la montaña e impulsa una búsqueda constante de respuestas y vestigios. El glaciar y el tiempo insisten en revelar huellas de tragedias que aún conmueven a la región de los Alpes franceses.
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