El inmunólogo Fred Ramsdell vivió una de las experiencias más inesperadas de su carrera al enterarse de que había ganado el Premio Nobel de Medicina mientras realizaba una excursión en las montañas del oeste de Estados Unidos.
Alejado de la tecnología y con su teléfono en modo avión, participaba en una travesía de tres semanas junto a su esposa por los parajes de Idaho, Wyoming y Montana. La impactante noticia llegó de la manera más insólita, durante un momento que, según testigos, estuvo marcado primero por el susto y, luego, por una felicidad desbordante.
Según informó The Guardian, Laura O’Neill, esposa de Ramsdell, fue la primera en enterarse. Ella encendió su teléfono mientras se encontraban en mitad de la naturaleza y, al recibir decenas de mensajes de felicitación, no pudo contener un grito. En ese instante, pensó en un posible encuentro con un oso grizzly, pues no era extraño hallar a estos animales durante su travesía, pero la realidad superó todas las expectativas.
El anuncio interrumpido por la vida salvaje

Thomas Perlmann, secretario general del comité Nobel, relató el episodio de forma gráfica: “Estaban todavía en la naturaleza y hay muchos osos grizzly, así que él se asustó cuando ella gritó. Afortunadamente, era el Nobel. Se mostró muy feliz y sorprendido, no se lo esperaba para nada”.
El anuncio oficial del premio ocurrió temprano el martes, hora sueca, sin que el propio galardonado estuviera al tanto. En ese momento, el comité Nobel no podía comunicarse con Ramsdell porque su móvil permanecía apagado, algo que ha ocurrido en otras ocasiones al intentar contactar a científicos que resultan ganadores. “Tenemos sus números de teléfono, pero probablemente están en silencio”, reflexionó Perlmann sobre la dificultad de ubicar a los científicos en estas situaciones.
Un portavoz del laboratorio de Sonoma Biotherapeutics en San Francisco, donde trabaja Ramsdell, explicó que el científico estaba “off the grid”, es decir, completamente desconectado. Jeffrey Bluestone, amigo y colega suyo, además de cofundador del laboratorio, confesó: “He intentado contactarlo, pero creo que podría estar de mochilero.”
Un premio para la ciencia fundamental

La importancia del Premio Nobel de Medicina 2025 radica en el descubrimiento esencial realizado por Fred Ramsdell junto a Mary Brunkow (Institute for Systems Biology de Seattle) y Shimon Sakaguchi (Universidad de Osaka, Japón). El jurado reconoció su trabajo sobre el funcionamiento del sistema inmunitario, centrado en las células T, glóbulos blancos cruciales que actúan como “vigilantes” en la defensa del organismo.
Las células T son producidas en la médula ósea y se encargan, a grandes rasgos, de identificar patógenos invasores, destruyendo células infectadas o cancerosas o defectuosas. Este hallazgo representa un avance fundamental en la comprensión de la autoinmunidad y la respuesta inmunitaria, base para nuevas terapias y tratamientos frente a enfermedades infecciosas y cáncer.
El galardón está acompañado por un premio de 11 millones de coronas suecas, equivalentes a unos USD 1.000.000, que será repartido entre los tres científicos destacados en este campo.
Anécdotas y desafíos para el Comité Nobel
No es la primera vez que el anuncio de un Premio Nobel se convierte en una odisea para los organizadores. Ramsdell, de 64 años, se sumó a una lista de galardonados a quienes el comité ha tenido dificultades para localizar. The Guardian recordó otros casos emblemáticos, como el de Bob Dylan, quien ignoró su reconocimiento en Literatura durante días en 2016.
En 2020, la historia se repitió con el Nobel de Economía: Bob Wilson, al no reconocer la llamada de la organización durante la noche, desconectó el teléfono y fue necesario contactar a su esposa. Cuando tampoco pudieron ubicar a Paul Milgrom, otro de los premiados, Wilson tuvo que ir personalmente a su casa para informarle, instante registrado por las cámaras de seguridad y que finalizó con la reacción espontánea de Milgrom: “¿De verdad? ¡Vaya!”.
Consultado posteriormente desde un hotel en Montana, Ramsdell resumió con claridad su sorpresa: “Nunca se me pasó por la cabeza”, declaró al New York Times. Sin imaginarlo, el científico había dejado el mundo digital para adentrarse en la naturaleza y terminó recibiendo el mayor reconocimiento que otorga la ciencia.
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