En 1984, el médico australiano Barry Marshall se convirtió en protagonista de una de las historias más singulares de la medicina contemporánea. Nacido en Kalgoorlie en 1951, este australiano decidió someterse a un autoexperimento para demostrar su teoría sobre el origen de las úlceras gástricas.
El hecho tuvo lugar en el Hospital Royal Perth, en el oeste de Australia, durante un momento en el que la comunidad científica sostenía que esta dolencia resultaba del estrés o de hábitos alimenticios inadecuados. Sin embargo, Marshall sostuvo junto al patólogo Robin Warren que una bacteria específica, Helicobacter pylori, era la verdadera responsable.
Sus propuestas no recibieron apoyo inmediato. Pero fue el inicio de un episodio marcó un hito en la historia médica. Ya que, años después, le valió en premio Nobel de Medicina.
Cronología de un avance histórico

La década de 1980 presentaba una realidad médica muy diferente. Según National Geographic, la mayoría de los especialistas afirmaba que el ambiente ácido del estómago impedía la supervivencia de cualquier microorganismo, incluida la mencionada bacteria.
Marshall, graduado en la Universidad de Australia Occidental en 1974, se estableció como médico en hospitales locales y pronto se cruzó con Warren, quien había detectado la presencia regular de esta bacteria en biopsias de pacientes con úlcera. La colaboración entre ambos permitió aislar y estudiar la bacteria en laboratorio, mientras analizaban a pacientes afectados y reunían una gran cantidad de pruebas.
De acuerdo con la misma fuente, el primer gran obstáculo surgió al intentar publicar los resultados de sus investigaciones: la comunidad médica se mostró escéptica y rechazó sus conclusiones.
La teoría de Marshall contradecía las creencias predominantes y muchos colegas lo ignoraron. Ante esta realidad, del científico decidió tomar una medida drástica: preparó un caldo contaminado con Helycobacter pylori y lo bebió. Un acto que lo convirtió en el primer sujeto de prueba de su paradigma científico.
Los síntomas y la respuesta médica

La decisión del médico no tardó en producir consecuencias. Según National Geographic, pocos días después de la autoexposición, experimentó los síntomas clásicos de la úlcera gástrica: dolor abdominal, náuseas y pérdida de apetito.
Acudió al hospital, donde una endoscopia confirmó la presencia de inflamación estomacal y daños compatibles con la infección bacteriana que había señalado. El tratamiento con antibióticos alivió el malestar en poco tiempo, lo que fortaleció su postulado: la úlcera respondía a una infección y, en consecuencia, se curaba con un enfoque basado en el uso de antibióticos, en lugar de simples antiácidos o cambios en la dieta.
De acuerdo con el relato documentado por National Geographic, la noticia del caso atrajo rápidamente la atención de médicos, investigadores y medios de comunicación.
El experimento de Marshall impulsó a diversos laboratorios e instituciones a investigar la bacteria, abrir nuevas rutas de investigación y cambiar el enfoque sobre la dolencia gástrica. El respaldo académico y clínico no se produjo de inmediato; varios años de escepticismo pasaron hasta que la opinión mayoritaria reconoció el papel patógeno de Helicobacter pylori.

Cuando la comunidad médica aceptó la conexión entre la bacteria y la enfermedad, la transformación fue profunda. Los tratamientos tradicionales con antiácidos y recomendaciones alimentarias dieron paso al uso de antibióticos específicos, que permitieron la curación completa y redujeron de manera significativa las complicaciones graves, como el riesgo de cáncer gástrico.
El reconocimiento internacional a la labor del equipo llegó en 2005, momento en el que Marshall y Warren recibieron el Premio Nobel de Medicina por el descubrimiento.
Para entonces, su contribución ya había cambiado de manera irreversible las prácticas médicas asociadas a la salud estomacal. De acuerdo con National Geographic, la decisión de Marshall no solo supuso un acto audaz, sino que inspiró a la comunidad científica mundial a contemplar nuevas explicaciones y desafíos, en un ejemplo de cómo la perseverancia puede producir avances en beneficio de millones de personas.
Tras esta serie de eventos, Marshall se consolidó como un referente indiscutido de la medicina por su empeño en validar su teoría ante la falta de respaldo institucional, su disposición a arriesgar su salud y su contribución a la comprensión de una de las enfermedades más frecuentes del aparato digestivo. En tanto, Robin Warren, el patólogo que compartió la investigación, acompañó el proceso y participó del mismo reconocimiento. El experimento transformó no solo el tratamiento médico, sino también la forma de investigar y resolver enigmas científicos.
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