
Se lo llamó “el último exiliado”. Así se denominó en septiembre 1981 al, tal vez, uno de los cuadros más importantes de la historia del arte: el Guernica, obra del pintor malagueño Pablo Picasso.
La referencia al exilio era una clara declaración de principios política: el cuadro se había pintado durante 1937 y mostraba la devastación provocada en Guernica, una pequeña población del país vasco, por las bombas lanzadas por aviones nazis y fascistas italianos que apoyaban la sublevación contra la Segunda República Española. Dos años más tarde el autoritarismo de Francisco Franco se apoderó del gobierno de España.
Picasso había pintado su obra mayor en Francia y ante el avance de los totalitarismos, el artista había pedido que ese cuadro, testimonio contra la aniquilación de un pueblo, no se exhibiera en España hasta el momento que allí hubiera un gobierno democrático. Es decir que el Guernica jamás había estado en España. Porque desde su creación en Francia viajó por el mundo y se expuso 18 veces en distintos lugares para recalar en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, Estados Unidos en abril de 1939.

“Desde hace muchos años igualmente he hecho donación de este cuadro, los estudios y los dibujos a su museo. Paralelamente, ustedes han aceptado enviar el cuadro, los estudios y dibujos a los representantes cualificados del Gobierno español cuando se hayan restablecido las libertades públicas en España. Ustedes saben que siempre ha sido deseo mío ver que esta obra y sus anexos volvieran al pueblo español”, recordó su voluntad Picasso a las autoridades del MoMA en una carta fechada el 14 de noviembre de 1970. El 8 de abril de 1973, Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso (tal su nombre completo) murió por un edema pulmonar a los 91 años, en su casa de Mougins, Francia.
La voluntad del artista era clara. El 20 de noviembre de 1975 murió el dictador Franco y España se encaminó a lo que se llamó la Transición hacia un gobierno democrático. Y en medio de ese proceso que abarcaba todos los aspectos de la sociedad española, lograr que el Guernica se expusiera en España se transformó en una cuestión relevante. El 19 de octubre de 1977, el Senado aprobó la propuesta de solicitar formalmente la devolución de la obra. El MoMA tardó en cumplir: no quería desprenderse de su la obra más relevante de su acervo. Los españoles fijaron una fecha límite: para octubre de 1981, cuando se cumpliera el centenario del nacimiento de Picasso, el cuadro debía estar en suelo español.

La operación para llevar al Guernica a España fue conducida por el ministro de Cultura, Iñigo Cavero, y el director general de Bellas Artes, Javier Tusell. El miércoles 9 de septiembre de 1981, a las seis de la tarde, cuando el museo cerró sus puertas al público se inició el proceso que iba a llevar el Guernica hacia Madrid. Para descolgarlo, enrollarlo y meterlo en una caja de madera se necesitaron siete horas. No hubo compañía de seguros dispuesta a rubricar una póliza ante eventualidades que pudieran suceder durante el traslado de la obra. Y la explicación era simple: no había manera de dimensionar el valor del cuadro. Javier Tusell explicó por entonces que no había póliza que lo cubriera debido al “valor incalculable de la obra artística y el alto significado político que Pablo Picasso plasmó en el Guernica en memoria del horror del bombardeo nazi a la ciudad de Guernica, en el País Vasco”.

“Todo se desarrolló en medio de una gran discreción, tanta que casi no hubo medidas de seguridad. El cuadro se descolgó y se enrolló por la noche, y por la mañana, muy pronto, se hizo un acto solemne de devolución al Estado español en el que Blanchett Rockefeller, hermana de Nelson Rockefeller y presidenta del MoMA, entregó el cuadro a Iñigo Cavero. Y salimos para el aeropuerto”, explicó tiempo después Álvaro Martínez-Novillo, ex subdirector de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura español.
De madrugada la delegación española y el cuadro viajaron en un avión de Iberia que despegó de aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York para, ocho horas después, aterrizar en Madrid. El Guernica estaba en España, tierra natal de su creador.
En aquel vuelo viajaron 319 pasajeros y 19 tripulantes. El aterrizaje se produjo a las 8:27 del jueves 10 de septiembre de 1981, hace 44 años. “Señoras y señores, bienvenidos a Madrid -anunció el comandante del vuelo Juan López Durán-. Tengo que decirles que han venido acompañando al Guernica de Picasso en su viaje a España”. Junto con la obra maestra, en la bodega del avión, viajaron también estudios, bocetos y dibujos de la obra antes de ser finalizada.
Finalmente, en 1981, la obra que Picasso había comenzado a pintar días después del 26 de abril de 1937 -cuando Guernica fue arrasada y además de la destrucción material de la ciudad hubo un saldo de más de 1600 muertos y 800 heridos-, había llegado a España.

El Guernica estaba en España, la misión se había cumplido. Y el deseo de Picasso había dejado de ser un deseo. El primer lugar donde se expuso el cuadro de 3,49 metros de altura por 7,77 metros de ancho fue en el Casón del Buen Retiro, parte del Museo del Prado. El 25 de octubre, cuando se cumplió el centenario del natalicio de Picasso, el público pudo ver la obra. También se exhibieron bocetos y fotografías del proceso de creación del cuadro. El Guernica estuvo allí hasta julio de 1992 cuando fue trasladado al Museo Reina Sofía de Madrid, donde se exhibe en la actualidad.
La especialista española sobre Picasso, Paloma Esteban Leal explica el significado de la obra que en septiembre de 1981 llegó para quedarse en España: “Reflejo fiel de una época y de unas luctuosas y dramáticas circunstancias, el lienzo Guernica nació para formar parte del Pabellón Español en la Exposición Internacional de París, de 1937. El motivo que impulsó a Pablo Picasso a realizar la escena representada en esta gran pintura fue la noticia de los bombardeos efectuados por la aviación alemana sobre la villa vasca que da nombre a la obra, conocidos por el artista a través de las dramáticas fotografías publicadas, entre otros diarios, por el periódico francés L’Humanité. A pesar de ello, tanto los bocetos como el cuadro no contienen ninguna alusión a sucesos concretos, sino que, por el contrario, constituyen un alegato genérico contra la barbarie y el terror de la guerra. Concebido como un gigantesco cartel, el gran lienzo es el testimonio del horror que supuso la Guerra Civil española, así como la premonición de lo que iba a suceder en la Segunda Guerra Mundial. La sobriedad cromática, la intensidad de todos y cada uno de los motivos, y la articulación de esos mismos motivos, determinan el extremado carácter trágico de la escena, que se iba a convertir en el emblema de los desgarradores conflictos de la sociedad de nuestros días”.

La destrucción de la ciudad de Guernica fue en abril de 1937. El primer día de mayo de ese año Picasso inició la obra en su atelier de París. Tardó 34 días en finalizar el óleo sobre tela (de algodón y cáñamo) que ha quedado en la historia como un manifiesto antibélico.
Desde aquel 1 de mayo de 1937 cuando en medio de la Guerra Civil Española Picasso comenzó a pintar el Guernica, hasta el 10 de septiembre de 1981 pasaron 16.203 días. España tuvo que esperar todo ese tiempo y vivir en democracia para comenzar a disfrutar de la obra más conocida del genial malagueño.
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