“Soy el rey de los vampiros”: la leyenda del actor que mejor interpretó al conde Drácula y que murió atrapado por su personaje

Catapultado a la fama en 1931 por su papel como el conde de Transilvania en la película de Tod Browning, el actor húngaro quedó encasillado como un ícono del cine de terror hasta parodiarse a sí mismo. Su pasado como militante comunista, sus adicciones y el misterio de la capa de seda con la que fue enterrado y que “reapareció” en una subasta muchos años después

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Frances Dade y Bela Lugosi
Frances Dade y Bela Lugosi en una escena de Drácula de 1931, dirigida por Tod Browning (Universal Pictures)

Cuentan que antes de morir de un ataque al corazón el 16 de agosto de 1956, las últimas palabras de Bela Lugosi fueron: “Soy el conde Drácula, el rey de los vampiros, soy inmortal”. Aunque la historia es incomprobable, se ajusta a la lógica de los rumores que, por esos años, los últimos de su vida, decían que el actor había enloquecido a tal punto que creía ser el personaje que lo había consagrado en el mundo del cine.

En 1931, el director Tod Browning debió aceptarlo a regañadientes para que encarnara al siniestro conde de Transilvania en la primera película de la saga. Ese éxito y muchos otros habían quedado atrás, porque para la década de los ’50 la vida de Lugosi era un infierno en el que se debatía sin éxito contra su adicción a las drogas, estaba en bancarrota y solo lo llamaban para que trabajara en películas de terror de bajo presupuesto y peor calidad, muy Clase B.

Sea verdadera o no la historia de su última frase, lo cierto es que al húngaro Bela Lugosi se lo recuerda casi exclusivamente por sus encarnaciones de Drácula, como si la capa del noble vampiro hubiese velado sus otros papeles en el teatro y el cine y, más todavía, su pasado como militante comunista, su activismo en defensa de los derechos laborales de los artistas y su decisiva participación en la creación del primer sindicato de actores del mundo.

Fotografías subastadas del actor Bela
Fotografías subastadas del actor Bela Lugosi interpretando a Drácula (centro y abajo al centro) rodeadas de otras imágenes publicitarias del actor, vistas en las oficinas de Profiles in History en Calabasas, California, el miércoles 9 de noviembre de 2011 (Foto AP/Reed Saxon)

Actor, comunista y sindicalista

Béla Ferenc Dezső Blaskó – con ese nombre lo inscribieron en su partida de nacimiento – llegó al mundo el 20 de octubre de 1882 en Lugoj, ciudad de la región de Banat en la actual Rumania, pero que por entonces pertenecía al Imperio Austrohúngaro. Fue el cuarto hijo de un director bancario húngaro y un ama de casa de origen serbio.

La familia tenía una situación económica acomodada y desde muy chico Bela mostró su afición por la actuación en la escuela y en grupos de teatro infantil. Sin embargo, la muerte de su padre, cuando tenía solo 12 años, significó un brusco quiebre en su vida que lo obligó a salir a trabajar para ayudar a la devastada economía familiar. Durante su adolescencia fue minero, trabajador ferroviario y peón de varios oficios, pero a pesar de tener que cumplir con agotadoras jornadas laborales, continuó ligado los grupos de teatro de su ciudad.

Bela comenzó a estudiar interpretación en la Academia de Música y Artes de Budapest, y a los 19 años ya era una estrella en su país, donde adoptó el nombre artístico de Arisztid Olt. Se especializó en obras de Shakespeare – en las que encarnó a Romeo, a Macbeth y a Hamlet - y también incursionó en la comedia.

Además de su talento, contaba con un físico privilegiado: 1,85 metros de altura y unos ojos de color azul intenso. Atributos por los que se lo consideraba no solo un actor sino también un galán, un papel que también le gustaba, tanto sobre las tablas como en la vida. Su carrera parecía tener allanado el camino al éxito, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial lo obligó a enrolarse. Fue herido dos veces en los campos de batalla, lo que le dejó como secuela una espalda severamente dañada y el comienzo de su adicción a los medicamentos para combatir los dolores crónicos.

Al terminar la guerra en 1918, mientras formaba parte del elenco estable del Teatro Nacional Húngaro de Budapest, se incorporó al Partido Comunista, coincidentemente con la revolución que llevó a la creación de la República Soviética de Hungría. Se concentró en la actividad sindical y participó de las huelgas y las manifestaciones por mejores salarios para los actores que derivaron en la formación de la Organización Libre de Trabajadores Teatrales, que más tarde se convirtió en el primer sindicato de actores de cine del mundo, el Sindicato Nacional de Actores. Cuando poco después la derecha contrarrevolucionaria recuperó el gobierno y restauró la monarquía, el joven Lugosi quedó marcado y debió irse del país para escapar de la represión ordenada por el regente Miklós Horthy.

Bela Lugos con su entonces
Bela Lugos con su entonces esposa Lillian Arch y su hijo Bela George Lugosi en 1938. File Reference # 32557 412THA

Se radicó primero en Austria y después en Alemania, donde interpretó adaptaciones de novelas de Karl May en pareja con la actriz judía Dora Gerson. Trabajó también con directores como su compatriota Michael Curtis – el futuro director de “Casablanca” – y Wilhelm Murnau, con quien participó en su primera gran película muda de terror, “La cabeza de Jano”, filmada en 1920.

El hombre que fue Drácula

Presionado por la convulsionada situación política europea y a instancias, entre otros, de Michael Curtis, decidió emigrar a los Estados Unidos, donde llegó con una trayectoria actoral que incluía cerca de 25 películas y no pocos protagónicos en obras de teatro.

En Nueva York, donde desembarcó, se fue abriendo paso poco a poco, hasta que en 1927 le llegó su primera gran oportunidad: protagonizar la adaptación de “Drácula”, la novela de Bram Stoker, en Broadway. Sus actuaciones como el conde vampiro fueron un éxito que le valió el reconocimiento del público, mientras también cultivaba su fama de galán gracias a su matrimonio con la millonaria Beatrice Week. La relación no duró mucho debido a su affaire con la estrella del cine mudo Clara Bow, pero le dio una publicidad extra que contribuyó a fortalecer su carrera.

La película con la que el actor saltó a la fama, en un rol en el que quedó encasillado de por vida Sociedad

Entre el 5 de octubre de 1927 y el 19 de mayo del año siguiente, Bela Lugosi interpretó a Drácula 261 veces en el Teatro Fulton de Nueva York, siempre a sala llena. Esas actuaciones y una casualidad le abrieron entonces su entrada triunfal al recién nacido cine sonoro. Contratado por los estudios Universal, el director Tod Browning tenía pensado filmar su versión de “Drácula” con Lon Chaney, su actor preferido durante la etapa del cine mudo, pero el proyecto quedó abortado cuando Chaney murió en 1929, cuando todavía no había cumplido 50 años. La compañía cinematográfica le propuso entonces hacer la película con Lugosi en el papel protagónico, algo que el director aceptó a regañadientes porque era eso o nada. Los chismes de la época dicen que el húngaro no le gustaba a Browning como actor y que tampoco le caía bien como persona.

La película fue un verdadero suceso que catapultó a Lugosi a la fama mundial, aunque no le aportó gran dinero, ya que había firmado un contrato por la suma fija de 3.500 dólares por todo concepto. Poco después rechazó intervenir en “Frankenstein”, porque el papel le exigía un exceso de maquillaje que le parecía ridículo y además no le daba demasiadas oportunidades en el diálogo, ya que el monstruo se expresaba – si así puede decirse – apenas con gruñidos. Descartado Lugosi, el papel fue para Boris Karloff, que se convirtió así en su rival en el arte de asustar en el cine de terror de los siguientes veinte años.

Encasillado para dar miedo

Lugosi intentó también incursionar en otros géneros cinematográficos, sobre todo la comedia, pero nadie lo quiso contratar para otra cosa que no fueran papeles en películas fantásticas, de ciencia ficción o de terror. Lo querían para asustar. En 1932 actuó en “El doble asesinato de la calle Morgue”, una adaptación del cuento de Edgar Allan Peo dirigida por Robert Florey; en “La legión de los hombres sin alma”, una de zombies de Victor Halperon, y “La isla de las almas perdidas”, dirigida por Erle Kenton sobre una novela de H.G. Wells. En los años siguientes actuó en “Satanás”, de 1934, y “La marca del vampiro” y “El cuervo”, en 1935. En 1939 actuó en “La sombra de Frankenstein” y “Asesinato por televisión”. Como cosa excepcional, pudo conseguir un breve papel en “Ninotchka”, una sátira política de Ernst Lubitsch Ninotchka, protagonizada por Greta Garbo.

Lugosi fue consciente casi desde el principio que el éxito como “Drácula” había significado para él también una condena, casi un grillete que lo tenía encadenado a ese tipo de papeles. “¿Por qué me especialicé en interpretaciones de horror? La culpa la tiene Drácula. Cuando aparecí por primera vez en un teatro neoyorquino a mi llegada de Hungría, hice un papel simpático. El siguiente fue Drácula… y desde entonces he sido Drácula para siempre. En Hollywood ya me han catalogado como tal, y ya nunca espero hacer los papeles que yo sinceramente anhelo”, dijo en una entrevista publicada por el diario español La Vanguardia en 1933.

La decadencia y el final

Ese encasillamiento le jugó mal y al comienzo de la década de los ’40 la salud mental de Lugosi comenzó a deteriorarse, un proceso que aceleró también su adicción a las drogas, especialmente la morfina, y el alcohol. Seguía trabajando, pero solo lo llamaban para actuar casi exclusivamente en películas de terror de bajo presupuesto, muchas de ellas parodias de lo que había sido. De esos años datan “Frankenstein y el hombre lobo”, “El fantasma invisible” y “El regreso del vampiro”, entre otras.

La película fue un verdadero
La película fue un verdadero éxito y catapultó a Lugosi a la fama mundial, sin embargo no le aportó gran dinero

A pesar de eso, durante la Segunda Guerra Mundial pareció recuperar su energía y la conciencia política de su juventud haciendo ahora propaganda contra el nazismo y presionando al gobierno estadounidense para que aceptara recibir a los refugiados judíos de Hungría. Eso le valió años después que lo investigara el Comité de Actividades Antiamericanas que presidía el senador Joseph McCarthy, que lo acusó de ser comunista.

En 1948, como cerrando una trágica paradoja, volvió a encarnar al conde de Transilvania en una película, pero como una caricatura en “Abbott y Costello contra los fantasmas” (1948), donde se parodiaba a sí mismo. Cuando le ofrecieron el papel no pudo negarse: estaba en bancarrota, acababa de divorciarse de su cuarta esposa y los dolores de espalda – que se habían agudizado – le hacían imposible salir de sus adicciones al alcohol y la morfina. Lugosi fue una de las primeras estrellas de Hollywood que confesó públicamente su adicción y se internó a un centro de desintoxicación, cuyas cuentas pagó anónimamente Frank Sinatra, gran admirador del actor.

Los grandes estudios hacía rato que no lo tenían en cuenta, pero aún así pudo volver a filmar, ahora de la mano de un director de películas Clase B, Ed Wood, que ha quedado en la historia del cine con el estigma de ser considerado “el peor director de todos los tiempos”. Con él filmó dos películas de bajo presupuesto, “¿Glen o Glenda?” y “La novia del monstruo”. Estaba protagonizando una tercera, “Plan 9 del espacio exterior”, cuando murió a los 73 años por una falla cardíaca, el 16 de agosto de 1956.

Bela Lugosi, según la leyenda,
Bela Lugosi, según la leyenda, murió diciendo que era Drácula

Ed Wood resolvió fácil el contratiempo que le ocasionó la muerte de Lugosi: usó las escenas que tenía filmadas con él y completó la película con otras donde lo reemplazó con otro actor aficionado, el quiropráctico de su esposa, que no se le parecía en nada. El efecto es desopilante. Cuando se estrenó “Plan 9 del espacio exterior”, fue un absoluto fracaso de crítica y taquilla, pero con los años se convirtió en una película de culto dentro de la ciencia ficción y el terror.

El misterio de la capa

Los restos de Bela Lugosi fueron sepultados en el Holy Cross Cemetery de Culver City, California. Quizás porque le escucharon decir esa última frase donde Lugosi afirmaba ser el conde Drácula o para contribuir al mito, sus familiares y amigos anunciaron que en el cajón, junto con sus restos, enterrarían la capa que había utilizado en la película de Browning – de la que nunca se había desprendido – y de otros objetos característicos del vampiro de Transilvania.

Eso se creía hasta que en 2011 se anunció que esa legendaria capa de seda se subastaría con una base de 1,2 millones de dólares. Se produjo un escándalo y hubo acusaciones de estafa hasta que el hijo del actor, George, confesó que la verdadera prenda nunca había sido enterrada con el cadáver de su padre, y que la que habían dejado en el cajón, a manera de mortaja, era otra, una de las muchas que había usado en otras películas.

Aquella primera capa de seda de Drácula se exhibe hoy en The Academy Museum of Motion Pictures de Los ángeles, que se inauguró en septiembre de 2021.

“Es importante para nosotros como museo poder restaurar y salvaguardar esta capa, especialmente sabiendo que gran parte de la historia material del ciclo de terror clásico se ha perdido para siempre. Estamos profundamente agradecidos con la familia Lugosi por confiarnos un tesoro que significa tanto para ellos. Esta adquisición sobresaliente representa simultáneamente al personaje del Conde Drácula como ícono cultural y a la vida y carrera de un actor extraordinario, Bela Lugosi”, dijo la curadora del Museo, Jessica Niebel, al presentarla al público.

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