Un siniestro cóctel de sexo, dólares y cianuro: creó el primer club de strippers para mujeres y luego se convirtió en un asesino

Admirador de Hugh Heffner y de Walt Disney, el indio Somen “Steve” Banerjee se hizo millonario a principios de los ‘80 gracias a una idea inédita en el mundo de los clubes nocturnos estadounidenses, “Chippendales”. Estaba en la cima de su éxito cuando, para vengarse, hizo asesinar a un socio que lo había traicionado e intentó acabar con la vida de toda una compañía de bailarines inyectándoles veneno

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Somen Banerjee había probado con
Somen Banerjee había probado con animadores de segunda, magos de dudosa habilidad, bailarinas en un caño y hasta un ring con barro. Pero todo cambió cuando Paul Snider le acercó una idea: montar un club de strippers varones destinado exclusivamente a las mujeres

El indio Somen Banerjee era un hombre ambicioso y para cumplir sus sueños se propuso hacer su América en California. No tenía nada, pero era audaz, sabía de números y, sobre todo, sabía ver la potencialidad de una idea innovadora. Así se transformó en un empresario de éxito en un rubro que, a finales de los ‘70, era inexistente, el de los clubes de strippers masculinos dedicados exclusivamente a un público de mujeres. Fue el primero en montar uno en Estados Unidos, el club Chippendales. Así pudo haber pasado a la historia por el dudoso mérito de ser el pionero de la cosificación de cuerpos de hombres en clubes nocturnos, disfrutar de los millones que estaba amasando y ver con beneplácito cómo el rubro del que se consideraba creador se multiplicaba como los hongos, una prueba fehaciente de su propio éxito.

Sin embargo, Somen Banerjee tenía un problema: no toleraba la competencia, una actitud entendible en un empresario siempre y cuando no derive en una guerra y deje un tendal de muertos. Porque para Banerjee, en algún momento, el límite entre el empresario y el asesino se volvió difuso como letal. Fue cuando decidió que la mejor manera de vencer a la competencia era eliminarla, pero no con artes comerciales sino con pistolas y veneno. Así, en lugar de alcanzar la fama de los dos hombres que más admiraba en el mundo, Walt Disney y Hugh Heffner, creador de Playboy, terminó siendo un émulo fracasado de Al Capone. Cuando lo descubrieron tampoco lo toleró y prefirió irse de este mundo por sus propios medios antes que rumiar las penas de su fracaso detrás de las rejas.

El club de strippers Chippendales
El club de strippers Chippendales fue fundado por el empresario de origen indio Somen “Steve” Banerjee casi como un experimento

El sueño americano

Hijo de padres bengalíes, Somen nació en Bombay, India, el 8 de octubre de 1946. Se sabe poco y nada de su infancia y adolescencia, solo lo que contaba él y eso era que desde que tenía uso de razón quería emigrar. Lo logró cuando era veinteañero con un vuelo a Canadá, donde llegó con muy poco dinero y dispuesto a trabajar de lo que fuera. Quería reunir lo suficiente para montar algún emprendimiento propio, algo que lo hiciera rico y famoso en el país que consideraba su meca, Estados Unidos.

Apenas tuvo un pequeño capital volvió a subirse un avión, esta vez para llegar a Los Ángeles, California, el lugar ideal para hacer realidad su sueño. Allí cambió su nombre -Somen no sonaba bien por esas tierras- por el de Steve y dirigió una estación de servicio de la petrolera Móbil. El negocio era rentable pero el recién bautizado Steve pretendía mucho más. Lo suyo, pensaba, era el mundo del entretenimiento, donde además de ganar dinero podría hacerse famoso.

Los primeros pasos que dio en esa nueva actividad le demostraron que la cosa no era tan fácil. Puso un club de backgamon que fracasó estrepitosamente y después compró un bar de poca monta al que quiso convertir en club nocturno. Lo bautizó Destinity II y aún hoy, cuando hay un par de biografías escritas sobre el audaz Steve Banerjee, nadie sabe por qué le puso ese número ni si alguna vez existió un antro llamado Destinity I. El lugar distaba de ser glamoroso y la clientela era más bien escasa, aunque el flamante empresario de la noche intentaba de todo para atraer más público. Contrató animadores de segunda y magos de dudosa habilidad para que hicieran sus gracias, buscó strippers mujeres para que hicieran el poco original baile del caño y hasta montó un ring para que pelearan en el barro. Pero nada funcionaba.

Banerjee no sabía ya qué intentar para hacer funcionar su club cuando una noche de 1979, como salido de la nada, apareció un hombre sin dinero pero con una idea que el frustrado empresario indio cazó al vuelo. El tipo se llamaba Paul Snider y se dedicaba a la promoción de clubes nocturnos, aunque sus fondos no le daban para tener uno propio, que era lo que quería. La idea que le planteó a Steve parecía a la vez una provocación y una locura: montar un club de strippers varones destinado exclusivamente a las mujeres. En otras palabras, se trataba de dar vuelta el orden de los factores para ofrecer un nuevo producto. Banerjee debe haber tenido sus dudas, porque por entonces los únicos lugares donde había hombres que hacían striptease eran los locales destinados al público gay. Pero, como se dijo, el indio era un tipo audaz y sabía reconocer una buena idea. Así nació el club que lo hizo tan famoso como millonario, Chippendales.

Banerjee decidió hacer la prueba
Banerjee decidió hacer la prueba y el primer día, 600 clientas hicieron la fila para entrar en el día del debut. Rebautizó al club como Chippendales para diferenciarlo de los usuales antros para varones

Un éxito arrollador

El local era el mismo, porque solo se hicieron pequeñas reformas, y el cambio de nombre -de Destinity II a Chippendales- buscaba darle cierto glamour para atraer al público femenino. Los dos socios se repartieron las tareas, mientras Steve buscaba stripers hombres, a la mayoría de los cuales reclutó en clubes gay y en gimnasios, Snider puso todo su talento y sus contactos como promotor para hacer conocer el club y su novedosa propuesta. Colocó avisos en los diarios y carteles en lugares estratégicos de Los Ángeles, y sacó a la calle un ejército de tarjeteros para que promocionaran el local en peluquerías, gimnasios, casas de ropa femenina y cuanto lugar donde hubiera mujeres.

El día de la inauguración, las expectativas de Banerjee y Snider fueron ampliamente superadas. A la hora de la apertura se había formado una cola de más de quinientas mujeres dispuestas a disfrutar de los bailes de los stripers semidesnudos, solo vestidos con slips y un moñito en el cuello y con los cuerpos copiosos de aceite. No se ofrecía nada más que eso y tragos, y la mayor audacia era que las clientas podían poner billetes de veinte dólares -y a veces de mayor denominación- en la ropa interior de los musculosos bailarines. Para muchas de las clientas, ir a Chippendales era una suerte de revancha, porque hasta entonces el striptease era un espectáculo del que solo podían disfrutar los hombres. Años después, una de las promotoras de Chippendales, Bárbara Ligeti, contó en un documental de A&E que el club se convirtió en un espacio donde las mujeres “podían divertirse sin ser cuestionadas, donde podían verse, tomar unas copas y poner veinte dólares en la tanga de un hombre guapo”.

La actriz Brooke Shields, con
La actriz Brooke Shields, con un billete en su mano, celebra un cumpleaños con los strippers en Nueva York. Con ella, algunas amigas de la Universidad de Princeton, en 1985 (AP Photo/Frankie Ziths)

El éxito de la noche inaugural no fue golondrina de un solo verano, porque durante los días, las semanas y los meses siguientes el local siempre estuvo colmado. La existencia de un lugar donde hombres atractivos y casi desnudos bailaban exclusivamente para las mujeres corrió de boca en boca. Banerjee sentía que tocaba el cielo con las manos: había logrado emular a sus dos grandes héroes: había creado una suerte de “Disneylandia para adultos” donde tenía sus propios “conejitos”, como los de Playboy pero de otro sexo.

Además, la sociedad marchaba sobre rieles porque los dos socios se manejaban en sus respectivos terrenos, sin competir y ganando buen dinero. Por eso, cuando Sneider se suicidó a fines de 1980 después de abusar y asesinar a su mujer, el golpe fue tremendo para el pobre Steve.

El 14 de agosto de
El 14 de agosto de 1980, Paul Snider asesinó a su ex pareja, Dorothy Stratten, después de violarla y atarla a la cama. Tras dispararle en la cara, se suicidó (AP)

De la sociedad al crimen

Así y todo Steve Banerjee siguió adelante con su emprendimiento, Chippendales funcionaba y sus strippers eran una atracción que tenía potencial para ser multiplicada en todo el país. Esa fue la idea que en 1980 le acercó el coreógrafo Nick De Noia, un hombre que además tenía experiencia en montar espectáculos de revistas y especiales de televisión. Su propuesta fue formar una troupe de strippers para hacer giras por todo el territorio de Estados Unidos aprovechando la fama ganada por Chippendales. El espectáculo llevaría el mismo nombre del club y en él, además de bailar sus típicos números, los musculosos muchachos tendrían diálogos que permitieran desarrollar una suerte de guion erótico.

En poco tiempo, los Chippendales -como se llamaba a los strippers- comenzaron a hacer multitudinarias giras nacionales y no tardaron en hacerlas también en otros países. Todo funcionaba de maravillas hasta que Banerjee descubrió que su socio lo había trampeado con el contrato. Confiado, no había leído con cuidado una letra chica que decía que le cedía a De Noia la exclusividad de los derechos de las giras “a perpetuidad”. Si haber sido estafado por su socio significó un duro golpe comercial, peor fue la herida que sufrió su narcisismo cuando leyó en una revista que llamaban a su estafador con el nombre de su club: De Noia se había convertido en “Mr. Chippendales”. Era una verdadera injusticia, porque se trataba de su invención y ese nombre debía corresponderle a él.

Tras la muerte de Sneider,
Tras la muerte de Sneider, Chippendales no perdió a su clientela. Al contrario, Banerjee quiso expandirse a Nueva York y encontró un nuevo socio que lo ayudara a realizar giras por todo el país (AP Photo/Huynh)

Después de una serie de fuertes discusiones, Banerjee y De Noia disolvieron la sociedad. El empresario indio se quedó con el nombre Chippendales y el club, mientras que el coreógrafo siguió con sus giras de strippers con su compañía, a la que le cambió en nombre por el de US Male. La cuestión parecía resuelto, pero el éxito de las giras de De Noia con su espectáculo terminó por resultarle intolerable a Banerjee. “Creía que si él otro triunfaba, eso le restaba éxito a él”, explicó en una entrevista con la BBC la historiadora Natalia Mehlman Petrzela, encargada del podcast Welcome to Your Fantasy sobre la historia de Chippendales.

La cuestión se resolvió de manera drástica. En 1987, Banerjee contrató a un matón llamado Ray Colón para que buscara un asesino que sacara de la escena a De Noia. Poco después, el coreógrafo apareció muerto en su oficina, con un disparo de sicario en la sien. La policía sospechó del despechado socio de la víctima, pero no consiguió ninguna prueba para incriminarlo.

Banerjee no soportó que su
Banerjee no soportó que su presunto socio Nick De Noia le robara la idea de las giras de sus shows y pasara a ser conocido como "Mr. Chippendales"

Cianuro para bailarines

Steve Banerjee perpetró su venganza, aunque la victoria no fue completa porque los bailarines de la compañía de De Noia -muchos de los cuales habían dado sus primeros pasos en su propio club- siguieron adelante con su espectáculo y las giras. Además, los números teatrales de strippers se estaban multiplicando y él no podía hacer nada: no tenía derechos de autor sobre la actividad que había creado.

Seguía ganando mucho dinero, era un empresario reconocido, pero el odio podía más que el éxito y los millones. Algo se quebró en el interior de Banerjee en 1991, cuando supo que los antiguos strippers de De Noia estaban realizando una gran gira por distintas ciudades del Reino Unido. Le resultó intolerable. Volvió entonces a requerir los servicios de Ray Colon, esta vez para un asesinato en masa.

El plan que elaboró era despiadado. Colon debía viajar a Londres junto con un sicario y supervisar que éste envenenara a la mayor cantidad posible de bailarines inyectándoles cianuro. El matón encontró pronto al hombre que creyó indicado, un criminal apodado “Strawberry” y consiguió el cianuro necesario para perpetrar los asesinatos.

El cuerpo de Nick De
El cuerpo de Nick De Noia es retirado por los policías después del crimen. Un sicario había entrado a su oficina haciéndose pasar por un repartidor y lo liquidó de un solo disparo (AP)

Lo que Banerjee y Colon no imaginaron fue que, lejos de ser un sicario, “Strawberry” era en realidad un agente encubierto de la DEA que, por las características del plan, le pasó la información al FBI. Colon fue detenido con 46 gramos de cianuro en su poder, pero en los interrogatorios se negó a implicar a Steven Banerjee como el autor intelectual del plan criminal. Creyéndose a salvo, el empresario indio cometió otro error: se negó a pagarle un abogado defensor a su matón preferido y entonces Colón lo denunció.

Como no bastaba con la palabra de Colón, la policía negoció con él para que grabara en secreto una conversación con Banerjee. En la charla que creía privada, Steven se auto incriminó y terminó acusado de elaborar un plan criminal y de contratar un asesino a sueldo. Atrapado sin salida, aceptó un acuerdo que lo pondría 26 años en prisión, además de sufrir la confiscación del imperio Chippendales.

Estaba detenido en Los Ángeles a la espera de que el juez confirmara la condena acordada cuando la madrugada del 23 de octubre de 1994 se ahorcó en su celda. Así Steven Banerjee, que había construido un verdadero imperio, en lugar de disfrutar del éxito y los millones de dólares que había ganado perdió todo, hasta la vida, impulsado por una irracional sed de venganza.

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