Los “Schindler” latinoamericanos: hombres y mujeres que salvaron miles de vidas de la maquinaria de muerte nazi

Diplomáticos de varios países de América del Sur hicieron todo lo posible para salvaguardar a judíos y a otros perseguidos por el régimen de Hitler. La historia de algunos de ellos

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El film de Steven Spielberg
El film de Steven Spielberg dio a conocer lo hecho por Oskar Schindler para salvar judíos de la muerte segura durante el Holocausto

Casi todos conocemos la historia de Oskar Schindler y su famosa “lista” por medio de la película de Steven Spielberg en la que narra el horror del nazismo y su máquina de muerte. Hemos escrito aquí sobre las hermanas Touza, Lola, Amparo y Julia quienes, en el pueblo de Ribadavia, en la región de Ourense, Galicia, España, salvaron junto a una red de paisanos a no pocos judíos perseguidos por el régimen franquista. Ellas eran conocidas como “Las madres”.

Asimismo las religiosas de la congregación de las Hijas de la caridad de san Vicente de Paul, La británica Sor Agnes Walsh y la francesa Sor Helena Studler, en dos conventos ubicados en Francia, lograron armas una red de contención y escape para los que huían de Hitler. Pero no solo europeos trataron de salvar a los perseguidos por los nazis y por los fascistas, también hubo latinoamericanos que pusieron en peligro sus vidas para poder salvar a otros humanos del horror perpetrado por los totalitarismos. Acá veremos dos ejemplos

Gilberto Bosques Saldívar, conocido como el “Schindler mexicano”, fue un diplomático y político mexicano cuya labor humanitaria durante la Segunda Guerra Mundial salvó a miles de personas perseguidas por el régimen nazi. Nacido el 20 de julio de 1892 en Chiautla de Tapia, Puebla, México, Bosques tuvo una vida dedicada al servicio público y a la defensa de los derechos humanos.

Desde joven, Bosques mostró un profundo compromiso con la justicia y la libertad. Participó en el levantamiento de Aquiles Serdán en 1910, un evento precursor de la Revolución Mexicana. Tras el triunfo de la revolución, se involucró en la política, sirviendo como legislador en Puebla y como diputado federal en dos ocasiones: de 1922 a 1923 y nuevamente de 1934 a 1937. Durante este último período, apoyó al presidente Lázaro Cárdenas y fue presidente de la Cámara de Diputados en 1935.

Gilberto Bosques Saldívar. El diplomático
Gilberto Bosques Saldívar. El diplomático mexicano que ayudó a salvar a más de 40 mil personas durante el nazismo (Comisión Nacional de Derechos Humanos, México)

En 1939, Bosques fue nombrado cónsul general de México en París. Con la ocupación alemana de Francia en 1940, trasladó el consulado a Marsella, en la Francia de Vichy. Desde allí, emprendió una misión humanitaria de grandes dimensiones: emitió alrededor de 40.000 visas a refugiados de diversas nacionalidades y religiones. Entre ellos había españoles republicanos, franceses, libaneses e italianos, a quienes les permitió escapar de la persecución nazi y encontrar refugio en México.

Para albergar a la gran cantidad de refugiados que buscaban una visa mexicana, Bosques alquiló dos castillos, el de Reynarde y el de Montgrand, que convirtió en centros de asilo mientras se organizaba su salida hacia México. Su labor no estuvo exenta de riesgos; enfrentó el hostigamiento de las autoridades pro-alemanas, del gobierno franquista y de la Gestapo. En 1943, tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre México y el gobierno de Vichy, Bosques y su equipo fueron arrestados por la Gestapo y recluidos en Bad Godesberg, Alemania. Fueron liberados en 1944 gracias a un intercambio de prisioneros gestionado por el presidente mexicano Manuel Ávila Camacho.

La labor de Bosques ha sido reconocida internacionalmente. En 1956, recibió la Orden de la República Española por su apoyo a los exiliados españoles. En 2003, el gobierno austriaco nombró una calle en Viena en su honor, el Paseo Gilberto Bosques, en reconocimiento a su ayuda a numerosos austriacos durante la guerra.

A pesar de su avanzada edad, Bosques continuó su labor diplomática después de la guerra, sirviendo como embajador de México en Portugal, Finlandia, Suecia y Cuba. Falleció el 4 de julio de 1995 en la Ciudad de México, a los 102 años.

La vida y obra de Gilberto Bosques Saldívar son testimonio de un compromiso inquebrantable con la humanidad y la justicia. Su valentía y determinación salvaron miles de vidas, dejando un legado perdurable en la historia de México y del mundo.

El salvadoreño José Arturo Castellanos
El salvadoreño José Arturo Castellanos

Otro ejemplo de humanidad y amor al prójimo fue el de don José Arturo Castellanos Contreras: fue un militar, diplomático y humanitario salvadoreño que, durante la Segunda Guerra Mundial, realizó una de las gestas humanitarias más significativas de su tiempo. Gracias a su valentía y compromiso con los derechos humanos, Castellanos salvó la vida de aproximadamente 40.000 judíos al otorgarles documentos que los reconocían como ciudadanos salvadoreños, protegiéndolos así de la persecución nazi.

José Arturo Castellanos nació en San Vicente, El Salvador, en una familia de tradición militar. Desde joven, mostró una inclinación hacia el servicio público y el liderazgo. Ingresó a la Escuela Militar en su país y más tarde realizó estudios avanzados en Italia. Castellanos desarrolló una destacada carrera en el ejército salvadoreño, llegando al rango de coronel y desempeñándose como segundo jefe del Estado Mayor General del Ejército. A pesar de sus logros en el ámbito militar, Castellanos no se limitó a cumplir órdenes: siempre mostró un interés por la justicia y el respeto a la dignidad humana, valores que lo guiarían en su vida diplomática posterior.

En 1937, Castellanos dejó su carrera militar y comenzó su labor como diplomático. Fue nombrado cónsul de El Salvador en Liverpool, Inglaterra, y luego en Hamburgo, Alemania. Ese último puesto fue crucial para su futura labor humanitaria, ya que fue testigo directo de las primeras manifestaciones del antisemitismo nazi y la brutalidad que se desataba contra la comunidad judía.

Castellanos intentó inicialmente ayudar a los judíos emitiendo visas salvadoreñas que les permitieran escapar, pero las órdenes de sus superiores le prohibieron hacerlo. Sin embargo, eso no detuvo su determinación de ayudar.

En 1941, Castellanos fue asignado como cónsul general de El Salvador en Ginebra, Suiza. En ese puesto, conoció a György Mandl, un empresario judío-rumano que más tarde cambió su nombre a George Mandel-Mantello. Juntos, iniciaron una misión clandestina para salvar a la mayor cantidad posible de judíos europeos de la persecución nazi. Castellanos nombró a Mandel-Mantello como primer secretario del consulado salvadoreño, un puesto simbólico que le otorgaba cierta inmunidad y lo habilitaba para actuar en nombre de la legación salvadoreña.

Desde esa posición, comenzaron a emitir certificados de ciudadanía salvadoreña a miles de judíos europeos, especialmente de Hungría y Rumania. Esos documentos falsos les otorgaban protección diplomática, ya que reconocían a sus portadores como ciudadanos salvadoreños. Aunque esas personas nunca habían estado en El Salvador, el simple hecho de poseer dichos certificados les ayudó a evitar la deportación a campos de concentración o, en muchos casos, a ser liberados de ellos.

El ecuatoriano Manuel Antonio Muñoz
El ecuatoriano Manuel Antonio Muñoz Borrero

La misión de Castellanos y Mandel-Mantello no estuvo exenta de riesgos. Emitir documentos falsos y actuar en contra de las políticas del régimen nazi y las directrices de su propio gobierno podría haberles costado la vida. Sin embargo, Castellanos nunca titubeó en su compromiso con los valores humanitarios. Su labor fue posible gracias a una red de colaboradores dispersos por Europa que distribuyó los certificados entre las comunidades judías más necesitadas.

Se estima que Castellanos y su equipo lograron mantener con vida a unas 40.000 personas, convirtiéndolo en uno de los salvadores más destacados de la Segunda Guerra Mundial. Castellanos era un hombre reservado, que rara vez hablaba de su labor humanitaria. Después de la guerra, regresó a El Salvador, donde vivió el resto de su vida. Despreciado por las autoridades (de simpatías fascistas) que gobernaban su país en aquel momento, el coronel Castellanos cayó en desgracia y murió en la pobreza el 18 de junio de 1977.

Durante mucho tiempo, la labor de Castellanos permaneció en el anonimato, incluso en su propio país. Sin embargo, su historia comenzó a ganar reconocimiento en las últimas décadas. En 2010, Yad Vashem, la institución israelí dedicada a la memoria del Holocausto, lo declaró “Justo entre las Naciones”, un título reservado para no judíos que arriesgaron sus vidas para salvar a judíos durante el Holocausto.

Pero hay muchos más latinoamericanos que pusieron en riesgo sus vidas para ayudar al prójimo. La brasileña Aracy de Carvalho Guimarães Rosa trabajaba como jefa de la sección de pasaportes del consulado de su país en Hamburgo, y decidió comenzar a ayudar a los judíos alemanes desde temprano, ya con el estallido del pogrom de la Noche de los Cristales Rotos, de 1938 creando numerosos pasaportes brasileños para los perseguidos por el régimen de Hitler.

La brasileña Aracy de Carvalho
La brasileña Aracy de Carvalho Guimarães Rosa

Otro que ayudó a salvar vidas fue Luis Martins de Souza Dantas, embajador de su país en París en los años del régimen colaboracionista francés. Perteneciente a la aristocracia brasilera, Martins de Souza solicitó a su gobierno autorización para conceder pasaportes a personas “sin nacionalidad”. Martins de Souza comenzó a otorgar documentos de manera muy rápida a todos los perseguidos sin importar sin distinciones. El solo hecho de pertenecer a alguna de las minorías perseguidas por el nazismo, los hacía poseedores del pasaporte. Los dos brasileños fueron declarados “Justo entre las Naciones”.

La chilena María Edwards de Errazuriz perteneciente a una de las más encumbradas familias de la aristocracia chilena vivía en Paris cuando comenzó el conflicto bélico. Utilizó todos sus contactos y los focalizó en el Hospital Rothschild, el punto de partida del camino de los judíos franceses hacia los campos de exterminio. Allí, colaboró con un plan gracias al que muchos niños judíos fueron anotados con papeles falsos y luego entregados a familias que los cuidaron mientras duró el tiempo de la persecución infame. Terminado el conflicto, María regreso a Chile y nunca contó nada de lo que había realizado. Fueron sus nietas y los sobrevivientes que comenzaron a dar a conocer esa historia.

Documentos salvadoreños falsificados por José
Documentos salvadoreños falsificados por José Arturo Castellanos para evitar la muerte segura en los años de Hitler

Otro chileno fue Samuel del Campo, diplomático de la embajada quien salvó a 1.200 judíos que buscaron su ayuda mientras trabajó como encargado de negocios de la embajada de su país en Bucarest. Ambos chilenos fueron declarados “Justos entre las Naciones”.

El ecuatoriano Manuel Antonio Muñoz Borrero salvó a cientos de judíos. Desde Estocolmo, vía Estambul, envió numerosos pasaportes ecuatorianos para que fueran completados con nombres y fotos de judíos polacos que huían de los nazis. El gobierno de Ecuador recién le restituyó (simbólicamente) su condición de diplomático en el 2018, más de cuarenta años después de su muerte, en 1976.

La chilena María Edwards
La chilena María Edwards

Al listado de gente que salvó vidas se suma la peruana Isabel Zuzunaga quien se casó con Robert Weill, un judío alsaciano, tuvieron juntos cuatro hijas, y emigraron a Francia y en su hogar dieron refugio a varios niños judíos huérfanos. Y el diplomático José María Barreto quien, en su cargo de cónsul en Ginebra, entregó pasaportes peruanos a numerosos judíos que buscaban escapar de los nazis. Los peruanos fueron declarados “Justo entre las Naciones”.

Entre los argentinos que también salvaron vidas de perseguidos por los nazis, se encuentran: el encargado de negocios en Bulgaria José Caballero, Luis Luti, encargado de Negocios en Berlín y Carlos Ponti, secretario de la Embajada en Bucarest. Alberto Saubidet, funcionario consular en París ya en 1938 otorgó visados a refugiados judíos que huían del nazismo. León Schapiera, Cónsul en Bremen, también entregó en 1938 visados a perseguidos judíos. El embajador Ricardo Olivera (Berlín hasta 1942, y luego Vichy) procuró dar protección a los judíos argentinos y lo intentó también con judíos griegos bajo su tutela. Logró la liberación de todos los judíos griegos que estaban prisioneros en el campo de concentración de Compiegne. Sobre los argentinos que salvaron gente de la maquinaria asesina del nazismo, escribiremos más adelante.

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