La historia del cirujano francés acusado de haber violado a 299 menores que estaban bajo los efectos de la anestesia

Las víctimas de Joël Le Scouarnec son 158 niños y 141 niñas. Abusaba de ellos y llevaba un prolijo diario de sus aberraciones. El silencio cómplice de su esposa y de los que lo rodeaban. Comienza el juicio en los tribunales de Vannes. Los cargos en su contra pueden llevarlo a una condena de 20 años de prisión.

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La primera pista sobre la
La primera pista sobre la pedofilia de Joël Le Scouarnec llegó a las autoridades francesas en 2004 a través de FBI. Este lunes comienza el juicio más grande de la historia de Francia por pederastia

Francia nos sigue sorprendiendo. Después del mediático y perverso caso de Dominique Pelicot en 2024, ahora otro francés va a juicio. Si fuera posible establecer una escala del horror, los crímenes de este hombre serían todavía peores. Recordemos que Pelicot fue juzgado y condenado en 2024, junto a decenas de otros sujetos, por sedación seguida de violación de su propia esposa Gisèle en unas 200 oportunidades a lo largo de una década. Hoy el que llega a juicio es un médico cirujano que en sus agresiones sexuales contra menores de edad utilizó un modo de sometimiento similar. Las víctimas contabilizadas son 299, en promedio tenían 11 años, y fueron dormidas químicamente por el abusador.

Los hechos que se juzgan sucedieron entre 1989 y 2014, pero en realidad ese hombre actuó de la misma manera desde 1980 hasta 2017. El megaproceso contra quien fuera un profesional respetado, comienza este lunes y conmoverá los cimientos de la sociedad francesa. Y, por qué no, del mundo.

Médico respetado

Pedofilia y pederastia suenan como lo que son: palabras sucias. Asquerosas. Que estremecen. Y sobre esto trata el nuevo juicio en Vannes, Francia, contra el médico Joël Le Scouarnec (74). Será el monstruo sobre el que pivotarán las declaraciones de cientos de víctimas, hoy ya adultas. El proceso se prolongará hasta el mes de junio. La fiscalía al mando de Stéphane Kellenberger, tiene entre sus manos una ardua investigación que acumuló un voluminoso expediente. Aunque lo cierto es que Le Scouarnec ya está preso desde 2017 cumpliendo una condena previa por el abuso de otras cuatro menores. Pero vayamos en orden cronológico y antes hablemos sobre quién es el acusado.

Joël Le Scouarnec nació el 3 de diciembre de 1950 en París, dentro de una familia modesta, de clase media. Hizo la facultad en la capital francesa y, luego, entre 1976 y 1981, realizó sus prácticas en el Hospital Universitario de Nantes. En 1974 se casó con Marie France, una auxiliar de enfermería, con quien tuvo a sus tres hijos. Amante de la literatura y fanático de la ópera se convirtió durante los años siguientes en un respetado profesional especializado en cirugía digestiva y abdominal. El éxito profesional trajo aparejado dinero y así fue que la familia consiguió comprar una casona impactante en el centro del país.

El cirujano y su esposa
El cirujano y su esposa Marie France. Ella supo, al menos desde 1996, que su marido era pedófilo

Durante tres décadas el médico giró por distintos puestos en las localidades de Loches, Vannes, Lorient, Quimperlé y Jonzac y, también, reemplazó a sus colegas temporalmente en otros sitios como Ancenis y Flers. En hospitales, tanto públicos como privados, el cirujano logró sortear siempre la mirada del resto sobre su conducta. Lo que hacía no fue notado por nadie de su entorno médico.

Las primeras alertas registradas sonaron en 2004 cuando el FBI de los Estados Unidos llamó a las autoridades francesas. Querían informarles que un ciudadano llamado Joël Le Scouarnec había comprado con su tarjeta de crédito pornografía infantil en la Deep web, en un sitio ruso con sede en Norteamérica. Los agentes galos se dispusieron a seguir al profesional para constatar que no era un error. A partir de eso, el médico fue interrogado y llevado a juicio por posesión de pornografía infantil en 2005.

El caso tuvo poca repercusión mediática. Le Scouarnec terminó condenado a cuatro meses de prisión y a pagar 20 mil euros. Pero no fue obligado a hacer tratamiento psicológico ni se informó del asunto a los colegios médicos. Joël Le Scouarnec siguió ejerciendo la profesión de cirujano con su matrícula intachable y sin ningún impedimento. Así fue que el hombre que veía pornografía infantil continuó rodeado de niños indefensos. Imperdonable error. Porque la personalidad oscura del médico iba muchísimo más lejos que su perturbadora inclinación a introducirse en las redes subterráneas ilegales y sin moral de Internet.

Cuerpos dormidos, hechos insoportables

Esa primera condena por posesión de pornografía infantil hizo que su esposa, convenientemente, se distanciara de él. Lo abandonó, pero a medias. Porque no pidió el divorcio. De hecho, ya veremos más adelante, hacía tiempo que conocía de las tendencias pederastas de su esposo.

Expediente del caso contra Joel
Expediente del caso contra Joel Le Scouarnec, en el juicio de marzo de 2020 (GEORGES GOBET/AFP)

Tras esos cuatro meses que pasó recluido en prisión, el médico volvió al Hospital de Quimperlé para seguir trabajando con chicos y abusándolos durante años sin que nadie se percatara de su accionar. Al volver a su trabajo escribió en su diario personal: “Lo encontré completamente solo y no dudé en bajarle la ropa interior”. El cirujano, en la mayoría de los casos, sedaba o dormía a sus víctimas y, una vez que ellas estaban bajo los efectos de la anestesia, perpetraba los abusos y las violaciones. Los pequeños no eran conscientes de lo que les pasaba a sus cuerpos dormidos. Tampoco sus padres.

En el año 2006 hubo un colega de Le Scouarnec que desconfió. Fue el psiquiatra Thierry Bonvaló, quien había leído algo en la prensa sobre él y sospechó. Decidió que el tema era lo suficientemente grave como para alertar a las autoridades médicas sobre el potencial peligro de tener a este sujeto en el staff. Se dirigió al colegio médico de Finistere y solicitó que tomaran medidas preventivas. Nadie lo escuchó y no se hizo nada para mantenerlo alejado de los chicos.

La pequeña que habló

En 2008 Le Scouarnec llegó a la población de Jonzac donde continuó con sus prácticas ocultas y siniestras. Fue recién en abril de 2017 que sobrevino el fin del espanto gracias a una menor a quien abusó despierta. Le Scouarnec tenía 66 años cuando la hija de 6 años de sus vecinos en Jonzac, Laura Temperault y Jerome Loiseau, le contó a su madre algo pavoroso. El vecino le había mostrado sus genitales y sus nalgas desde el otro lado del cerco de cañas del jardín y luego le había hecho cosas. Los padres actuaron de inmediato y denunciaron. En presencia de los profesionales la menor contó, con el vocabulario propio de su edad, que luego de exhibirse el señor le había pedido que se quitara la bombacha. Por lo que se interpretaba de sus dichos el vecino, entonces, se había masturbado antes de introducir sus dedos en la vagina de la menor. Al final, el hombre le había pedido que acariciara su pene al que la menor describió como algo “duro como una salchicha”. Al ser revisada con el consentimiento de sus padres se comprobó que la menor tenía roto el hímen. Violar a esa niña fue lo que provocó su caída. Una vez realizada la denuncia la policía allanó la casa del médico y lo detuvo. Era el 2 de mayo de 2017. No estaban preparados para todo lo que hallaron.

El cirujano francés que anestesiaba
El cirujano francés que anestesiaba a las víctimas, abusaba de ellas y registraba los detalles de cada violación. Tiene 74 años

La cantidad de archivos de los abusos sexuales del médico era pavorosa. Había 300.000 imágenes y 650 archivos de video tomados a lo largo de unos treinta y siete años. Cuando levantaron las tablas de madera del piso de la casa de Le Scouarnec encontraron una colección escalofriante de muñecas, pelucas y consoladores. También decomisaron muchos cuadernos suyos, manuscritos, que contenían detalladas descripciones de las aberraciones. Nombre, fecha, teléfono de los niños y dibujos explícitos de los hechos. La primera anotación era de1980. Los detectives empezaron a cotejar los datos de los cuadernos hallados con los registros de los hospitales. Coincidían.

La esposa que no habló

Según los cuadernos del cirujano, en 1996, su esposa Marie France ya había descubierto sus impulsos sexuales hacia los niños. Así lo describió Le Scouarnec: “Me sobrevino un cataclismo: ella sabía que yo era un pedófilo. Me dijo: ¡Hazte tratamiento!”. Pero la esposa no hizo nada. Se transformó en otro ser despreciable por su silencio cómplice. De hecho, al pasar un poco de tiempo desde aquel enfrentamiento con su mujer y al ver que todo seguía normalmente para él, el médico anunció con determinación en su diario de crímenes: “Reanudaré ahora el hilo de mis actividades sexuales pedófilas”.

La denuncia de Laura Temperault y Jerome Loiseau, por lo que hizo con su hija envió al cirujano a juicio en marzo del año 2020. Las fiscalía encontró más casos y se lo imputó por agresión sexual y violación a un total de cuatro menores de edad. Por respeto a las víctimas, el juez decidió que el juicio se realizaría a puertas cerradas y sin presencia de la prensa. Además de la hija de sus vecinos, se le imputaron abusos sexuales contra tres menores: dos de sus sobrinas (que declararon haber sido violentadas por su tío en 1980) y una paciente de un hospital a quien agredió en los años 90.

Los peritos psicológicos señalaron haber encontrado cero empatía en la personalidad del acusado y que él mismo se consideraba un “Exhibicionista, voyeur, sadomasoquista y pedófilo”. Nada menos. Según los especialistas “niega sistemáticamente las violaciones indicando que se ha puesto como límite no penetrar a sus víctimas” y solo aceptaba los tocamientos. El acusado cargó las tintas respecto de una de sus sobrinas diciendo que la menor “Era muy cariñosa. Se subía a mi regazo y me seducía. Yo descargaba mi sexualidad con esa niñita”. En ambos casos intrafamiliares hubo caricias en la cola, penetración con dedos y sexo oral. Lo peor del asunto fue que los familiares, enterados de lo ocurrido por dichos de las mismas menores, aceptaron el pedido de perdón del médico y que prometiera cambiar su comportamiento acudiendo a terapia. Le Scouarnec fue otra vez beneficiado por la protección familiar. Tampoco hubo trascendidos que alertaran al resto de la sociedad.

Un dibujo de Joel Le
Un dibujo de Joel Le Scouarnec, realizado durante el juicio en su contra que se llevó a cabo en Saintes, Francia, en 2020 (REUTERS/Alain Paillou)

Las sobrinas, indignadas, apuntaron en el juicio contra ese escudo de lazos familiares y sostuvieron que hubiesen preferido que el proceso penal fuera abierto al público. Los padres de la pequeña vecina también habían exigido sin éxito que el juicio lo expusiera: “¿Por qué escondernos? Si ella no hubiese hablado, este cirujano seguiría trabajando. Lucharemos para que los hechos se hagan públicos”. El 3 de diciembre de 2020 Le Scouarnec fue condenado a 15 años de cárcel por esas cuatro agresiones sexuales.

Recordar lo que hace mal

La extensa investigación sobre el resto de las víctimas de Le Scouarnec siguió adelante. A medida que los detectives leían y revisaban esas páginas de sus morbosos diarios aparecían más y más menores abusados. El proceso para contactar a esos chicos ya adultos fue sumamente complejo. Sobre todo porque muchas de las víctimas ni siquiera sabían que habían sido víctimas. Algunas de ellas arrastraban traumas inexplicables desde su infancia. No recordaban nada por el efecto de la anestesia.

Una de ellas contó, de manera anónima, que se enteró de lo que le había pasado solo porque la policía la contactó y le reveló que su nombre y apellido figuraban en los cuadernos del pederasta. “Él me había violado”, reconoció alelada. Otra víctima, María (casada y con varios hijos) se enteró de la misma manera que figuraba en esos escritos que revelaban hechos aberrantes: “Pedí leerlos yo misma porque no podía creerlo. Pero, al final, no pude hacerlo porque imaginen… era pornografía dura y yo era tan pequeña cuando ocurrió”. María contó que había atravesado una adolescencia con serios problemas para relacionarse con hombres lo que la había llevado a consultar con profesionales de la salud mental. Todos los especialistas le preguntaban lo mismo: ¿Había tenido algún trauma en su infancia? Ella respondía siempre que no. Pero ahora sabía que sí: ahí había estado el motivo. “Creo que mi memoria me protegió de ello. Pero la investigación policial lo reflotó todo: las imágenes, las sensaciones, los recuerdos, empezaron a salir día a día”, sostuvo desolada. Recibió otro golpe cuando le enseñaron la foto del médico atacante: “Todo volvió a mi mente y recordé su mirada glacial”.

Amélie Lévêque-Merle fue abusada por el médico a los 9 años, en la población de Loches, cuando fue operada de urgencia de apendicitis. Durante mucho tiempo no quiso hablar del tema y, finalmente, lo hizo para ayudar a otras víctimas. Tiene 37 años y maneja una boutique. Ella leyó en las noticias sobre ese cirujano y vio dónde había trabajado. De inmediato, dice, “pensé que yo era potencialmente una de sus víctimas”. Llamó a quien había sido su pediatra y le pidió que mirara en sus registros el día en que había sido intervenida. Había sido el 27 de enero de 1991 y también estaba anotado el nombre del médico: Dr Le Scouarnec.

Amélie Lévêque-Merle, una de las
Amélie Lévêque-Merle, una de las víctimas del cirujano, pudo desentrañar su historia a partir de la investigación

Se le heló la sangre. Efectivamente era una de las abusadas: “Antes de saberlo siempre había pensado que algo me había pasado durante aquella operación porque me quedó pavor por las agujas. Un día, cuatro años después, para extraerme dos muelas del juicio tuvieron que dormirme. Pero cuando me fueron a poner la anestesia, al ver la aguja, sufrí un ataque de pánico. Creo que se debió al recuerdo traumático de mi cuerpo, ¡no quería que me durmieran!”. Amélie recurrió a sesiones de hipnosis para tratar de saber más sobre el episodio vivido. Dice ahora estar convencida de que cuando todo ocurrió “yo estaba en la fase de vigilia, ya completamente despierta y él… me volvió a dormir”.

Al principio Amélie se sintió aliviada con el descubrimiento: “No estaba loca. Todo tenía una explicación”. Pero lo cierto es que desde que estalló el caso perdió diez kilos, estuvo bajo supervisión de un psiquiatra y tomando antidepresivos. “Di el paso atrás necesario. Ahora he vuelto a dormir y a comer”, cuenta casi recuperada. Asegura que, por suerte, se siente apoyada por su marido y por sus padres. A sus dos hijos les contó lo ocurrido de la manera más sencilla posible. Lo que más le cuesta aceptar a Amélie es el silencio que rodeó y acompañó a ese diabólico hombre a lo largo de tantos años: “¿Cómo puede ser que en treinta años de carrera fuera capaz de estar tantas veces solo con niños en las salas y que nadie viera nada? Para mí es imposible”. También asegura que le gustaría enfrentar a Le Scouarnec para decirle que él no pudo destruirla. Es probable que el logro de su víctima ni siquiera le importe al acusado.

De impavidez y de lobos

El detenido, una vez descubierto, no ahorró detalles a la policía. Impávido, explicó cómo había procedido y las precauciones que tomaba para evitar ser capturado. Incluso aceptó que había documentado cada uno de los abusos cometidos. Y repitió que su mujer no desconocía sus hábitos: “Ella lo sabe”. Uno de los aspectos más sádicos es que la mayoría de las violaciones de menores sucedieron estando sedados o directamente bajo anestesia total luego de ser una cirugía. El ultraje ocurría en las mismas salas de recuperación luego de salir del quirófano o en las camas de la habitación del sanatorio.

En 2020 fue condenado y
En 2020 fue condenado y permanece preso. Los peritos de aquel juicio lo describieron como: “Exhibicionista, voyeur, sadomasoquista y pedófilo”

Los investigadores siguieron adelante y lograron entrevistar a 209 víctimas de las cuales 184 quisieron hacer la denuncia. Cerraron la investigación en abril del 2024 con 312 víctimas halladas, muchas de las cuales quedaron fuera de la causa por la prescripción de los delitos. En esta oportunidad, va a enfrentar imputaciones por la violación de 299 menores: 158 chicos y 141 niñas. De ese total, 111 son consideradas violaciones agravadas. El cirujano jubilado puede ser condenado a 20 años de prisión. No parece mucho por la dimensión de sus actos.

Pero no solo va Joël Le Scouarnec a juicio. De alguna manera, es la omertá de la sociedad entera la que se sienta en el banquillo. Su esposa, sus familiares, sus colegas, sus amigos, sus conocidos, las autoridades médicas, las policiales. Por no haber hecho más, por no haber controlado convenientemente, por no haber denunciado lo suficiente, por haber dejado pasar señales inequívocas, por no haber prevenido, por no haber escuchado. Todos pudieron haber hecho algo más para ahorrar que decenas y decenas de víctimas cayeran bajo sus garras criminales.

A las víctimas les pesa ese silencio colectivo que como un manto de neblina lo tapó todo durante más de siete lustros.

Este caso de Joël Le Scouarnec hace pensar que cuando el filósofo inglés Thomas Hobbes afirmó, allá por 1651, que: “El hombre es un lobo para el hombre”. Tanto no se equivocó.

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