La siniestra niñera que cobraba por darles hijos de madres pobres a familias pudientes y la prensa bautizó “la hacedora de Ángeles”

Se presume que el primer niño que Dagmar Johanne Amalie Overbye asesinó fue Erena Marie, su primera hija. Ocurrió en Copenhague en 1913, cuando la mujer tenía 30 años. La historia de cómo una niñera se convirtió en la regente de una suerte de agencia ilegal de adopciones y cuya trama inspiró la película “La chica de la aguja”, nominada al Oscar como mejor película extranjera

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Dagmar Johanne Amalie Overbye nació
Dagmar Johanne Amalie Overbye nació el 23 de abril de 1883 en Vedslet Parish, Dinamarca. La criaron en el campo en una familia con otros tres hermanos hasta que a los 12 años huyó por abusos de su padre

La realidad supera una vez más a la ficción. La verdadera historia que inspiró al director sueco Magnus von Horn para hacer la película La chica de la aguja es mucho más perturbadora que la imaginación del cineasta.

Los asesinatos que llevó a cabo la granjera Dagmar Johanne Amalie Overbye habitan en el Politihistorisk Museum (Museo de la Historia de la Policía de Copenhague) en Dinamarca y forman parte de la tradición danesa en el género policial de ese país. Libros (como el de la escritora Karen Søndergaard Jensen basado en los asesinatos de Dagmar Overbye) y obras de teatro (como la de la compañía Teatret ved Sorte Hest) tienen que ver con esta mujer que, entre sus 30 y 37 años, llevó a cabo la serie de crímenes infantiles más abominable.

Ella es el personaje verídico de La chica de la aguja.

Una postal de "La chica
Una postal de "La chica de la aguja", dirigida por el sueco Magnus von Horn y nominada al Óscar a mejor película internacional. Fue descripta por algunos como una película de terror

En busca de un mejor destino

Dagmar nació el 23 de abril de 1883 en Vedslet Parish, Dinamarca. Fue criada en el campo, junto a sus hermanos Lucie, Emilie y Harald, por sus padres Soren Julius August Overbye y Anne Marie Catherine Johnsen. Supuestamente, porque no hay registros fehacientes de esto, el maltrato de su padre la terminó por empujar fuera de su casa a los 12 años. De lo que sí hay registro es de sus fichas policiales: a esa corta edad ya robaba para subsistir y se enfrentaba con la policía y con la ley.

El 4 de enero de 1912 se casó con Anton Peter Nielsen y se instalaron en Aarhus. En 1913, con 30 años, Dagmar tuvo una hija a la que llamaron Erena Marie Overbye Nielsen, quien falleció de pequeña en circunstancias sospechosas. Habría sido la primera víctima de la serie mortal. Vendrían otras 25.

En 1915 con 32 años (y aparentemente dejando atrás a su marido) se trasladó a la ciudad de Copenhague donde comenzó a trabajar como niñera de chicos de madres solteras y de relaciones extraconyugales. Se cree que en esos años habría formado una nueva pareja y concebido dos hijos más.

Entre esas jóvenes extremadamente necesitadas Dagmar vio el filo de un negocio próspero. Pasó de niñera a convertirse en regente de lo que podría denominarse una especie de agencia ilegal de adopciones. A las madres vulnerables y desesperadas les comenzó a ofrecer sus servicios, por supuesto que a cambio de una jugosa remuneración, para hallar familias con recursos económicos para esos bebés. Las convencía de que ser adoptados sería lo mejor que les podría pasar. Pero buscarles una familia no era en absoluto la intención de Dagmar. Apenas le entregaban un bebé, este desaparecía sin dejar rastro. Las madres biológicas no los buscaban, pensaban que se habían sacrificado para que sus hijos tuvieran una vida mejor que la que hubieran tenido con ellas. Era un tapiz oscuro, bordado con supuestas adopciones: nadie sabía que nunca se concretaban.

Dagmar Johanne Amalie Overbye fue
Dagmar Johanne Amalie Overbye fue acusada de cometer 26 asesinatos de bebés y niños pequeños

Así fue hasta que, en 1920, Karoline Aagesen dio vuelta la historia. Esta empleada fabril, cuyo marido había desaparecido en la Primera Guerra Mundial, había quedado embarazada de su amante Jørgen, quien sería el dueño de la fábrica donde se desempeñaba. Desesperada, sin medios económicos ni ayuda para cuidar de su recién nacida, publicó en julio de 1920 un aviso en un periódico local para intentar encontrar a una familia que la adoptara. Tuvo la mala suerte de que Dagmar leyó el aviso y la contactó. Prometió ayudarla a encontrar una buena familia a cambio de que Aagesen le pagara 200 coronas de la época por sus servicios. Ese dinero equivalía, para alguien como Karoline, a los sueldos sumados de casi un año entero. Como pudo juntó ese monto y entregó a su pequeña. Pero, al día siguiente, Karoline se levantó tremendamente arrepentida. Volvió corriendo al departamento donde Dagmar vivía y tocó la puerta. Le dijo que quería recuperar a la bebé como fuese. La mujer le respondió que ya había sido adoptada. Karoline insistió y le pidió la dirección de la familia que la tenía en guarda. Dagmar dio muchas vueltas y, finalmente, sostuvo no recordarla.

Algo no le sonaba bien a Karoline Aagesen. No se equivocaba. Alarmada terminó recurriendo a la policía.

El 12 de septiembre de 1920 las autoridades fueron hasta donde vivía Dagmar con su pareja Svensen, en el barrio de Vesterbro, cercano al centro de Copenhague.

Lo que encontraron fue espantoso. Había ropa de bebés esparcida por el lugar, mal olor y en el horno de la cocina hallaron lo que parecían restos humanos de un bebé. Un pequeño cráneo y, entre las cenizas, huesos como carbones. Esto sembró el terror en la piel curtida de las autoridades, ¿qué significaba todo esto?

La investigación arrancó.

No era uno, no eran dos, no eran tres… Eran decenas los bebés que habían pasado por allí y se les había perdido el rastro.

La verdad, detrás de la supuesta trama clandestina de adopción, quedó al desnudo: Dagmar cobraba a las madres desesperadas y, de forma inmediata, se deshacía de las indefensas criaturas. Jamás buscó una familia para ellos. A algunos los estranguló; a otros los ahogó o, directamente, los colocó vivos en la estufa del hogar o el horno. Los restos que quedaban los escondía en su desván.

Una cobertura del medio danés
Una cobertura del medio danés Folkets Avis del 28 de febrero de 1921

“La hacedora de Ángeles”

Durante el juicio que se llevó a cabo contra ella, Dagmar confesó 16 de los 26 asesinatos que la fiscalía creía había cometido. Pero solo hubo prueba de nueve de los casos.

La defensa pretendió sensibilizar al juez contando los abusos que la acusada había experimentado en su infancia y como, a los 12 años, sin un hogar se las había tenido que arreglar sola. Sostuvo que los hechos se debían, también, a la actitud “deficiente de la sociedad y a la indiferencia de las madres”. Los medios de la época pusieron el foco en la responsabilidad social. Se creyó, además, que el uso de Dagmar de cocaína y éter como drogas recreativas podría haber sido uno de los móviles económicos detrás del espanto. Nada de eso impidió que, el 3 de marzo de 1921, el juez la condenara a muerte. Pena que dos años después fue conmutada por perpetua por el rey danés Christian X.

De todas formas, Dagmar no pasó demasiado tiempo presa. Ocho años más tarde, el 6 de mayo de 1929, murió con 42 años en la prisión donde estaba recluida.

Dagmar fue una de las únicas tres mujeres sentenciadas a muerte en el siglo XX en Dinamarca, aunque ninguna de ellas fue ejecutada. Un año después de su fallecimiento, en 1930, la condena a muerte fue abolida en ese país.

El terrible caso propició cambios positivos en la legislación. Como todos querían evitar que algo así volviera a suceder, se implementaron los registros de los recién nacidos. Cada uno de ellos tendría un número único y ya no podrían evaporarse en el aire. Hasta entonces no había certeza del nacimiento de muchos bebés, por ello es que no pudo determinarse con exactitud la cantidad de niños asesinados por Dagmar.

Al hacerse conocida esta tragedia, Dagmar fue bautizada como “La hacedora de Ángeles”, un nombre demasiado poético.

El dormitorio en el departamento
El dormitorio en el departamento de Dagmar Overbye, donde hallaron los restos de los recién nacidos

Dagmar llega a Hollywood

Por sus aristas el caso formó siempre parte del folklore danés en cuanto a lo policial. El medio The Copenhagen Post entrevistó en 2016 al policía retirado Poul Fjeldgård, de 86 años, quien hacía visitas guiadas en el museo de historia criminal de su país. Contó que ellos estaban seguros de que su hija mayor había sido la primera víctima de la asesina. Para convencerlos de la profundidad del drama abrió un ropero y les mostró a los periodistas unos pequeños huesos renegridos. Eran algunos de los que habían encontrado los antiguos detectives en la casa de la siniestra Dagmar.

El cineasta sueco Magnus von Horn decidió llevar el caso a la pantalla grande y presentó su película en mayo del año pasado en el Festival de Cannes. Ahora en el 2025, The Girl with the Needle (traducida como La chica de la aguja) compite por un Oscar a la Mejor Película en lengua extranjera.

Resultó un filme inquietante. Con una fotografía en blanco y negro de impacto logra conmover con la dureza de los tiempos de la posguerra cargados de emociones ambivalentes. Comienza en una Copenhague del año 1919, un mundo que tras la primera Guerra Mundial no es nada fácil y donde el bien y el mal se funden peligrosamente.

Ficcionada y no apegada a la rigurosidad histórica, recrea situaciones donde seres desesperados se corporizan en una rompecabezas endiablado de angustias y necesidades. Karoline es una embarazada al borde de sus posibilidades que conoce, en un baño público donde pretende hacerse un aborto, a una “buena” mujer que le ofrece ayuda. Dagmar tiene un local de golosinas, pero en realidad oficia como intermediaria en adopciones ilegales. Esta Karoline del filme pasa su embarazo con Dagmar quien se ocupa de que las madres sin recursos entreguen a sus bebés a familias de una buena posición económica… ¿Cómo se desarrolla la historia real en la película? ¿Se convertirá Karoline en una aprendiz de “mala”? Habrá que verla.

Tráiler de la película "La chica de la aguja" (2024), de Magnus von Horn

El director de cine señala que Dagmar no secuestraba niños y los asesinaba; Dagmar aceptaba niños ajenos por dinero, “ayudaba” a esas mujeres y, luego, se los quitaba de encima de la manera más cruel y fácil.

En su película el director se propuso disruptivamente humanizar un poco a la asesina y encontrar alguna semilla para explicar el horror. Reconoce von Horn: “Mis películas son crueles en el sentido de que el mundo es cruel y está lleno de violencia”. Fue más lejos: “A veces se necesita de un villano para que nos diga la verdad acerca de nuestra sociedad”.

No niega él que Dagmar tuviera rasgos psicopáticos, pero es evidente que busca golpear con maestría debajo del cinturón para que la conciencia de la sociedad despierte. La realidad era, por entonces, que las mujeres solas que tenían hijos fuera del matrimonio estaban infinitamente expuestas en la destartalada pirámide social. Una trama descompuesta y flanqueada por recientes batallas sangrientas donde a nadie parecía importarle demasiado lo que aparecía flotando en el río o lo que se descartaba en una bolsa de residuos.

Contó el mismo director que, al principio, la temática lo aterrorizó porque acababa de nacer su segundo hijo. Aunque podríamos pensar que justamente fue por ello que la historia lo colonizó. También relató haberse planteado si no había algo “moralmente cuestionable” acerca del boom del género del true crime. Por esto fue que optó por: sugerir más que mostrar; que la protagonista fuese Karoline y no Dagmar y, también, se preocupó por retratar las extremas condiciones en las que vivían sus protagonistas.

Pero convengamos que Dagmar, más o menos humanizada en la pantalla grande, no deja nunca de ser un monstruo en la vida real. Más allá de cualquier análisis sociológico o impactantes recursos creativos: las bestias inhumanas, no aparecen solamente en las pesadillas de los niños, existen.

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