A 80 años de la catástrofe del Gustloff, el barco alemán hundido por los soviéticos con seis veces más víctimas que el Titanic

La noche del 30 de enero de 1945, el antiguo crucero de placer convertido en barco de guerra, navegaba por el mar Báltico con más de diez mil alemanes evacuados de Polonia cuando fue torpedeado por un submarino soviético. Los nazis ocultaron la tragedia para no desmoralizar a la población y amenazaron a los pocos sobrevivientes para que guardaran silencio

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El Wilhelm Gustloff sigue reposando
El Wilhelm Gustloff sigue reposando en el lecho del Báltico, como una inmensa tumba de una de las tragedias menos conocidas de la Segunda Guerra Mundial

Terminaba enero de 1945 y la derrota de Alemania era un hecho al que solo faltaba marcarle una fecha cada vez más próxima en el almanaque. En el frente del Oeste, la batalla de las Ardenas había acabado con el último intento de las tropas nazis para recuperar Bélgica y dividir a las fuerzas aliadas que avanzaban hacia la frontera alemana, mientras que en el Este el Ejército Rojo liberaba Varsovia y Cracovia y se topaba con el inconmensurable horror del campo de exterminio de Auschwitz. El avance soviético en Polonia era imposible de contener y más de un millón de civiles alemanes destinados en el gobierno de ocupación del país, muchos de los cuales estaban acompañados por sus familias, se escondían y pugnaban por huir para no quedar atrapados allí.

Los puertos del Báltico eran casi la única vía de escape y desde ellos se puso en marcha la “Operación Aníbal” para evacuar por mar a las tropas alemanas y a los civiles que vivían en el área. Fue un operativo monumental, para el cual se destinaron más de mil embarcaciones, entre las que se contaban buques mercantes, pesqueros y cuanto barco pudiera ser útil para rescatar a los alemanes cercados por el Ejército Rojo. Entre todos ellos, el antiguo crucero Wilhelm Gustloff se destacaba por su porte imponente y sus amplios espacios, capaces de albergar a miles de personas. Era una inmensa mole naval de cinco pisos, con 208,5 metros de largo y un peso de 25.000 toneladas. A su llegada, los muelles del puerto de Gdynia, cerca de Danzig, se llenaron de desesperados refugiados que pugnaban por abordarlo.

Se lo destinó a evacuar civiles, personal militar y técnicos, pero lo que parecía ser la mayor tabla de salvación no tardaría en convertirse en una trampa mortal que se llevaría a casi diez mil personas al fondo del mar. Ochenta años después, el Wilhelm Gustloff sigue reposando en el lecho del Báltico, como una inmensa tumba que es mudo testimonio de una de las tragedias menos conocidas de la Segunda Guerra Mundial.

De la paz a la guerra

Las guerras trastocan todo y el Wilhelm Gustloff no escapó a esa dolorosa realidad. No se lo construyó como un barco militar, sino que originalmente fue pensado, diseñado y armado para el placer del pueblo nacional-socialista. Construido en 1936 por orden de Adolf Hitler y enmarcado en el programa “Kraft Durch Freude” (Fuerza por la alegría), ideado por el líder sindical Robert Ley con el objetivo de ofrecer unas incomparables vacaciones a las clases obreras de Alemania en tiempos de paz, fue bautizado así, al ser botado en 1938, en memoria del político nacionalsocialista suizo Wilhelm Gustloff, asesinado en febrero de 1937.

Pasajeras del transatlántico KdF-Schiff Wilhelm
Pasajeras del transatlántico KdF-Schiff Wilhelm Gustloff en 1938 dan el saludo Heil Hitler en apoyo de la Alemania nazi antes de la guerra

Era resultado del proyecto número 511 de los astilleros Blohm & Voss, de Hamburgo, y tenía ocho amplias cubiertas. Los pasajeros podían disfrutar, además, de una piscina interior climatizada, amplios camarotes – todos iguales salvo uno, reservado para Hitler si deseaba viajar en él, y unos enormes comedores comunitarios desayunaban, almorzaban y cenaban en mesas con valiosos cubiertos de plata con una esvástica finamente grabada. Por supuesto, contaba con un inmenso gimnasio donde los hombres y mujeres de la raza superior podían perfeccionar sus arios cuerpos.

Su viaje inaugural fue el 21 de abril de 1938 con destino a la isla de Madeira, en Portugal y durante más de un año, llevó a cabo muchos más, siempre para recreación y disfrute de los trabajadores afiliados al partido nazi. Tal vez ese éxito hizo que nadie reparara que, en ese primer viaje, ocurrió un hecho desgraciado que, quizás, marcara el destino del barco. El capitán, Carl Lübbe, de 55 años, lo condujo a través del río Elba en medio de una gran cobertura periodística. Lo que los medios no publicaron fue que, al día siguiente, el marino murió de un ataque al corazón en el puente de mando del barco.

El destino del Wilhem Gustloff cambió abruptamente con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuando se lo transformó en un barco de apoyo con fines bélicos. Su primera misión militar – antes de ser sacado definitivamente del proyecto “Fuerza por la alegría” – fue repatriar desde España a los soldados de la Legión Cóndor que habían combatido junto a las tropas franquistas en la Guerra Civil Española.

Cuando los nazis invadieron Polonia fue transformado en buque hospital y destinado en el puerto de Danzig, donde permaneció hasta mayo de 1940. Luego operó como buque nodriza de submarinos y volvió a cumplir con sus misiones sanitarias, anclado en Oslo, durante la invasión a Noruega. Para entonces, ya llevaba pintada sobre su casco blanco, una franja verde a lo largo de la eslora y una estrella de la Cruz roja Internacional en la chimenea. Más tarde fue trasladado a Stettin para ser preparado como transporte de tropas y buque hospital en la Operación León Marino, contra Gran Bretaña, pero el fracaso de la Luftwaffe en conquistar la supremacía aérea sobre el Reino Unido lo devolvió a Oslo, de nuevo como buque hospital.

El barco Wilhelm Gustloff en
El barco Wilhelm Gustloff en 1940

Desde fines de 1940 y hasta 1943 sirvió como buque cuartel y alojamiento para la Armada. Se lo pintó con el típico gris naval de los buques de guerra alemanes y se le borró la cruz hospitalaria de la chimenea. Le instalaron sobre la cubierta tres cañones de 105 milímetros y cuatro cañones de 20 milímetro por banda. Así, el Gustloff perdió todas las atribuciones pacíficas de su pasado y se convirtió en un buque de guerra.

Tabla de salvación

La “Operación Aníbal” para la evacuación de Polonia se puso en marcha cuando las tropas soviéticas bloquearon Prusia Oriental. Como parte de la movida, el Wilhelm Gustloff atracó en el puerto de Gdynia, cerca de Danzig, el 25 de enero de 1945. Su llegada causó conmoción, porque, dada su enorme capacidad, significaba la tabla de salvación para miles de personas. En medio de la desesperación, todos pugnaban por subir, violando el orden establecido abordarlo: primero personal militar y técnico, y después civiles, con prioridad para las mujeres y los niños.

El barco se convirtió en un hormiguero humano. Los oficiales habían ordenado vaciar la enorme piscina interior para crear una suerte de hospital donde 375 enfermeras de la Armada y unos pocos médicos pudieran atender a los heridos. Había, además, unos mil cadetes submarinistas que, con el entrenamiento recién terminado, debían servir de apoyo a la tripulación oficial. Para el 30 de enero se apretujaban a bordo más de diez mil personas, muchas en las cubiertas superiores, a la intemperie, expuestas a temperaturas bajo cero que provocaban decenas de casos de hipotermia.

Así abarrotado, el Gustloff salió del puerto pasado mediodía con destino a la base naval de Kiel. Debía navegar escoltado por dos torpederos y otro transatlántico armado, pero este último no pudo zarpar por problemas mecánicos y uno de los torpederos volvió a puerto poco después de la partida. El jefe militar del barco, teniente comandante Wilhelm Zahn, sugirió tomar un curso en aguas poco profundas cerca de la costa y sin luces, pero el capitán del Gustloff, Friedrich Petersen, decidió dirigirse a aguas profundas que se sabía que habían sido limpiadas de minas.

Pasadas las seis de la tarde el capitán Petersen recibió la información de que un convoy de dragaminas alemán se dirigía hacia ellos y, para evitar la colisión, ordenó activar las luces de navegación de su barco, lo que hizo que el Wilhelm Gustloff fuera fácil de detectar en la oscuridad.

Esas luces encendidas fueron su perdición, porque no tardó en ser avistado por el submarino soviético S-13, bajo el mando del capitán Alexander Marinesko. El submarino siguió al barco durante dos horas antes de posicionarse en el costado de babor, más cerca de la costa, desde donde el ataque sería menos esperado.

Tres torpedos bautizados

Eran las nueve de la noche cuando el capitán del submarino soviético ordenó disparar los tres torpedos que impactaron contra el casco del Gustloff. Los alemanes que estaban a bordo nunca supieron que cada uno de los proyectiles que hundieron el barco llevaban escritos nombres alusivos a la grandeza de la Unión Soviética: se llamaban “Madre Patria”, “Stalin” y “Pueblo Soviético”.

El barco tenía una gran
El barco tenía una gran capacidad y las 10 mil personas que embarcaron sintieron alivio al poder marcharse (1937/1938; Blohm and Voss / dropped on 30.1.1945)

Al descubrir que el barco se hundiría de manera irremediable, la tripulación de cubierta liberó los botes salvavidas, pero solo se pudieron bajar nueve, porque otros habían quedado congelados, adheridos a sus pescantes y con las cuerdas imposibles de mover. Además, como el barco había comenzado a babor, no se pudieron utilizar los botes salvavidas del lado de estribor. De los pocos que llegaron a posarse sobre las aguas, uno se hundió de inmediato al caer sobre él un cañón antiaéreo que se había soltado por el impacto de los torpedos. Al mismo tiempo, debajo de cubierta, miles de personas intentaron escapar del agua que entraba al barco, pero quedaron atascadas en las escaleras, un cuello de botella imposible de superar. Hubo quienes murieron aplastados por la estampida y otros que se suicidaron, en algunos casos después de matar a tiros a sus propias familias para evitarles el sufrimiento de ahogarse en las heladas aguas del Báltico.

Cuarenta minutos después de recibir el impacto de los torpedos, el Wilhelm Gustloff estaba totalmente escorado hacia un lado y diez minutos más tarde desapareció por completo bajo las aguas, con miles de personas atrapadas en su interior. De los que a último momento lograron saltar al mar, la mayoría murió por hipotermia a los pocos minutos de permanecer en el agua. De las más de diez mil personas que estaban a bordo, solo se contaron unos 1.200 sobrevivientes, rescatados por un par de torpederos, un dragaminas y otras embarcaciones que llegaron rápidamente al lugar.

Peor que el Titanic

Los nazis ocultaron la tragedia, sobre la cual se publicó nada en los medios alemanes, mientras que los sobrevivientes fueron ignorados e incluso amenazados por las juventudes hitlerianas para que no hablaran. Alemania no podía reconocer una catástrofe como aquella, que podía desmoralizar más aún a sus tropas en retirada y a una población que ya vislumbraba la derrota. Así, en medio del fragor del final de la guerra, el hundimiento del MV Wilhelm Gustloff pasó casi inadvertido, a pesar de la enorme pérdida de vidas, no solo de militares sino de civiles. Recién con el correr de los años se abrió el debate – fundamentalmente entre historiadores – sobre si su trágico final podía considerarse un crimen de guerra cometido por los soviéticos.

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Quizás por todo eso, 80 años después, cuando se evocan las grandes tragedias marítimas, el hundimiento del Titanic, el gigantesco transatlántico británico que se hundió luego de chocar con un iceberg y provocó la muerte de alrededor de 1.500 personas aparece de inmediato en primer plano, asociado a la creencia que se trató el mayor naufragio de la historia. En cambio, son muy pocos los que piensan en el hundimiento del crucero Wlhelm Gustloff en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que el número de sus víctimas supera en seis veces a la cantidad de muertos del transatlántico británico.

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