A 20 años de la Masacre de Pompeya: la trama secreta de la Policía para ser impune en una persecución con tres muertos

Fernando Carrera estuvo siete años preso, condenado por atropellar a tres personas. El documental “El Rati Horror Show”, de Enrique Piñeyro, ayudó a demostrar que se había montado una escena para involucrarlo

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Fernando Carrera tenía 27 años
Fernando Carrera tenía 27 años el día de la persecución que sufrió, tras la cual, en estado de inconsciencia, atropelló y mató a tres personas (NA)

La bala entró por la mandíbula y lo dejó inmediatamente inconsciente. Fernando Ariel Carrera tenía 27 años, ningún antecedente penal y un Peugeot 205 blanco. Subido a ese auto, ya inconsciente y por automatismo, manejó su auto dos cuadras más a contramano sobre la avenida Sáenz, en el corazón de Pompeya. Con su auto, Carrera atropelló y mató a tres personas: Fernanda Silva, de 35 años, su hijo de 6 años, Gastón Di Lollo, y Edith Custodio, una empleada de 41 años que caminaba hacia el bazar en el que trabajaba.

La marcha del auto se detuvo por el impacto contra una camioneta Kangoo. Desde los dos autos que perseguían a Carrera se produjeron 17 disparos hacia su auto, sumados al que ya lo había dejado inconsciente. Ocho de esos tiros impactaron en el cuerpo de Fernando, un trabajador del rubro automotor que acababa de dejar a dos de sus tres hijos con la abuela y viajaba rumbo a Lanús.

Unos minutos después, cuando llegaron los primeros móviles de televisión, le pusieron el nombre que esos hechos conservan hasta hoy: acababa de producirse la Masacre de Pompeya. Los vecinos les decían a las cámaras que querían lincharlo, que mejor dejarlo morir, que ni siquiera tenía derecho a que lo subieran a una ambulancia. Era el 25 de enero de 2005, hace exactamente veinte años. Fernando Carrera acababa de entrar al infierno.

Anatomía de una persecución

Lo último que vio Carrera antes de doblar a contramano por avenida Sáenz y de quedar inconsciente por el primero de los ocho balazos que recibió fue medio cuerpo de un hombre, vestido de civil, asomando por la ventanilla de un Peugeot 504 sin ningún tipo de identificación y con una itaca apuntándolo. Creyó que iban a robarle, maniobró para huir, lo persiguieron, le tiraron, lo dejaron inconsciente.

Atropelló, mató y, en plena avenida Sáenz, se convirtió en el acusado de dos robos que se habían producido esa mañana, además de en el autor presuntamente doloso, es decir, con posibilidad de representarse el potencial mortal de sus actos, de tres homicidios.

Federico Ravina (izq). fue el
Federico Ravina (izq). fue el abogado que acompañó a Carrera (der.) apenas el acusado desvinculó a un letrado que lo había abordado en el hospital y que había sido policía. Crédito: Captura de Video

La Masacre de Pompeya fue, en primera instancia y según el discurso orquestado por la Policía Federal Argentina, la historia de un delincuente que huía de sus crímenes y que, en su huida, cometió los atropellamientos. Esa fue, a grandes rasgos, la historia que hizo que en 2007, la Justicia, en complicidad con esa versión, condenara a Carrera a 30 años de prisión.

Pasarían casi diez años desde esa condena hasta que, después de idas y vueltas en distintas instancias de apelación y de siete larguísimos años en la cárcel, la Corte Suprema finalmente lo absolviera. Pero para eso había que demostrar todo se trataba de una causa armada. Y había que hacerlo derribando la versión de la Policía, que siempre logró ser la versión oficial, y el propio accionar de la Justicia, que fue parte del armado.

En rigor, a Carrera lo seguían ese Peugeot 504 negro y un Renault 9 gris que aceleraría también a contramano por avenida Sáenz. No eran delincuentes. Eran integrantes de una brigada de la Comisaría Nº34, de la zona sur de la Ciudad, que circulaban vestidos de civil en un auto con orden de secuestro.

Sin nada que los identificara como policías, la brigada perseguía a un Palio Blanco o a un Peugeot 205. Se había reportado que, en la zona, delincuentes circulando en un auto así habían robado primero subiéndose a un colectivo y después bajándose del auto y asaltando a dos personas en la calle. Uno de esos asaltados, un ex militar, llamó inmediatamente a la Policía e identificó el tipo de arma con el que le habían robado, además de describir el auto.

La brigada vio el Peugeot 205 de Carrera y actuó con la seguridad de que allí viajaba un delincuente: según la Policía, dieron la voz de alto y abrieron fuego. A partir de allí, el tiro en la mandíbula, la inconsciencia, los tres atropellamientos fatales y las fuerzas de seguridad dependientes del Estado abocadas a orquestar una escena que demostrara que Carrera era el culpable de toda esa masacre.

Empezar el camino hacia la verdad

Cuando empezó a saberse que Fernando Carrera había sido víctima y no victimario, llevaba tres años preso. La Justicia lo había condenado por un robo -no el del colectivo, que no se había podido “probar” en los términos falseados en los que se llevó a cabo el juicio en su contra- y por los tres atropellamientos, considerados homicidios dolosos.

Tras la difusión de "El
Tras la difusión de "El Rati Horror Show", empezaron a juntarse firmas para impulsar la liberación de Carrera

Hubo distintas instancias en las que se fueron haciendo públicas las pruebas de cómo la Policía había construido una escena que incriminara a Carrera. “Era la época de los blogs, así que abrimos un blog y empezamos a subir todo el material que teníamos para mostrar cuál era la verdad sobre el caso. Yo vi el expediente entero y pedí los crudos a los noticieros, no se podía creer la diferencia entre lo que estaba en la causa y lo que había ocurrido en el momento”, le cuenta Federico Ravina, uno de los abogados que patrocinó a Carrera hasta su liberación, a Infobae.

Después de los blogs, una revelación periodística también allanó el camino hacia la verdad. En un programa conducido por Daniel Tognetti se supo que Raúl Maugeri, que el día de la masacre se había presentado como un peluquero del barrio y había asegurado ante todas las cámaras de televisión que había escuchado y visto tiros salir desde el Peugeot 205 de Carrera, era el presidente de la Asociación Amigos de la Comisaría Nº 34.

El golpe definitivo para lograr probar el nivel de impunidad con el que se había montado la culpabilidad de Carrera para esconder todas las irregularidades del accionar policial llegó en 2010, con el estreno del documental producido, dirigido y protagonizado por Enrique Piñeyro. El Rati Horror Show muestra las manipulaciones más resonantes y que más torcieron el destino penal del comerciante dedicado al rubro automotor.

“La clave para lograr liberar a Fernando fue que no tuviera antecedentes. Esa fue la manera en la que pudimos acercarnos a varias personas para que nos ayudaran a demostrar su inocencia, en la Justicia y también ante la opinión pública, que había pedido que lo lincharan desde el momento cero”, describe Ravina.

Una escenografía para culpar al inocente

Carrera había empezado su recorrido ante la Justicia asesorado por un abogado que lo abordó en el hospital al que lo habían trasladado después de las balas que había recibido por parte de las brigadas policiales. Según se demostraría después, ese abogado, Félix Iturbide, era ex policía, había asesorado a policías y jugó en contra de su detenido.

En el documental "El Rati
En el documental "El Rati Horror Show", Enrique Piñeyro logra demostrar cómo la Policía y la Justicia construyeron la culpabilidad de Carrera. Crédito: Captura de Video

Omitió presentar documentación que podía probar que estaba en otros lugares al momento de cometerse los robos por los que acusaban a Carrera y pidió estirar algunos tiempos de forma que esas demoras finalmente jugaran en contra al acusado. Iturbide era nada menos que un “carancho” actuando en favor del entramado impune.

El acusado desistió de su asesoría cuando Iturbide lo instó a declararse culpable de un robo que no había cometido y empezaron a defenderlo Federico Ravina y Rocío Rodríguez López, que se desempeñaban en el Programa Nacional contra la Impunidad y que, al revisar la causa, habían detectado serias irregularidades.

El Rati Horror Show dio a conocer varias de esas falsedades que habían operado en la construcción de la escena del crimen y en la sentencia a 30 años que había emitido el juzgado en contra de Carrera. No se sabía, por ejemplo, que el Peugeot 504 que persiguió al auto del condenado tenía orden de secuestro, ni que el arma que se secuestró en el auto de Carrera -que resultó plantada, entre otras pruebas- no coincidía con la denunciada por una de las víctimas del robo.

El documental ayudó a revelar también que la trayectoria de las 18 balas que habían perforado el auto de Carrera eran todos tiros recibidos allí, y no emitidos desde el vehículo. Y que la víctima del segundo robo no había reconocido a Carrera en una rueda de reconocimiento. Además, esa víctima tampoco reconoció la gorra que le mostraron como hallada en el auto de Carrera -también plantada- y, cuando se pidió volver a mostrarle la gorra a ver si la reconocía, la Policía aseguró que se había perdido en una inundación.

Además de dar cuenta del vínculo entre Maugeri, el supuesto peluquero del barrio que habló con todos los canales de televisión apenas ocurridos los atropellamientos, y la Asociación Amigos de la Comisaría, se demostró la procedencia de Iturbide, el abogado que había ido a buscar a Carrera al hospital.

Carrera fue absuelto en 2016
Carrera fue absuelto en 2016 por la Corte Suprema. Piñeyro y Nora Cortiñas lo acompañaron en una conferencia de prensa. Crédito: Captura de Video

Pero tal vez entre lo más importante que logró narrar El Rati Horror Show fue cómo el juzgado había firmado un fallo que aseguraba cosas directamente contrarias a las que habían ocurrido en sede judicial. Por ejemplo, que los testigos citados habían visto tiros emitidos desde el Peugeot 205 de Carrera, cuando en realidad habían declarado que escucharon tiros sin especificar desde dónde se disparaba, o que la víctima había reconocido al acusado en la rueda de reconocimiento y que la fiscalía había supervisado toda la escena, cuando luego se supo que había llegado al lugar de los hechos cuando Carrera ya había sido trasladado al hospital.

El documental da cuenta también de cómo aparecieron presuntas víctimas de robo atacadas en alguna fecha anterior a la de la masacre con un auto con la misma patente que la de Carrera, que llamativamente fue peritada dos veces y que, según la segunda pericia, era una patente reversible para poder cometer crímenes con mayor facilidad. Luego se demostraría que la patente había sido alterada una vez que el auto se había secuestrado.

También se demostró que en ningún momento se había hecho una prueba de dermotest para determinar si había restos de pólvora en la mano de Carrera: simplemente se había dado por hecho que sí, que había disparado. Incluso cuando el arma que fue primero plantada y luego secuestrada de su auto tenía el seguro puesto y no coincidía con la que había descripto la víctima de uno de los dos robos.

El duro camino hacia la libertad

Pasaron once años desde que el Peugeot 205 de Carrera atropelló a tres personas hasta que la Corte Suprema de Justicia de la Nación lo absolvió, no por el beneficio de la duda sino por tener seguridad respecto de su inocencia. De esos once años, la víctima de la fraudulenta operación policial pasó siete en la cárcel.

Fue condenado en 2007, la Cámara de Casación reconfirmó su condena, y la Procuración General, a cargo de Esteban Righi, recomendó sostenerla. En 2012, y en medio de una huelga de hambre de Carrera, la Corte revocó la sentencia argumentando que Casación no había revisado lo suficiente el fallo de primera instancia.

Pero en 2013 hubo, de nuevo, malas noticias judiciales para el acusado, su esposa y sus tres hijos. El fallo fue revisado y se lo condenó nuevamente, aunque a 15 años de prisión en vez de a 30, por considerar que los tres atropellamientos habían sido culposos en vez de dolosos, es decir, sin posibilidad de haberse representado que por sus actos podía matar. Al menos contemplaban que la Policía había dejado inconsciente a Carrera nada menos que de un tiro en la mandíbula.

La libertad definitiva llegó en octubre de 2016, de la mano de la Corte Suprema de la Nación. Para ese entonces, y tras la gran difusión de El Rati Horror Show, se habían juntado miles de firmas para que esa liberación ocurriera y tanto Piñeyro, que había demostrado la trama impune a través de su documental, como Adolfo Pérez Esquivel, el Nobel de la Paz argentino, se habían presentado ante la Corte como amicus curiae en favor de Carrera.

Fernando Carrera con su familia
Fernando Carrera con su familia (Télam)

“Fue una pesadilla. Yo le había hecho prometer a Fernando, que es hincha de Boca, que cuando lo absolvieran iba a ponerse la camiseta de River. Y el día del fallo de primera instancia llevé la camiseta en mi maletín, porque las pruebas que había presentado la fiscalía, todas de acuerdo a la versión policial, estaban llenas de irregularidades. Lo que pasa es que de repente estábamos frente a un fallo en el que los jueces firmaban algo que decía que durante el juicio habían pasado cosas que habían pasado exactamente al revés, no se podía creer”, le dice Ravina a Infobae.

Y recuerda una de todas las escenas que compartió con Carrera mientras su defendido estaba preso. “Habían pasado como cinco años desde su detención, y estábamos mirando un partido de fútbol. Entonces el relator habla de un jugador de 28 años y Fernando me dice ‘tiene mi edad’. Yo le digo ‘pero vos entraste a los 28 y ya pasaron cinco…’, entonces él me respondió con la exacta sensación que lo atravesaba: ‘es que para mí el tiempo se frenó cuando entré acá’”.

Fueron once años y medio de sufrir. Ese tiempo no te lo devuelve nadie, perdí parte de mi vida”, dijo Carrera en una entrevista radial con Reynaldo Sietecase unos días después de recuperar su libertad para siempre. En una de sus conversaciones con Piñeyro que se incluyó en el documental, cuando todavía estaba preso, le dijo: “A mí me metieron preso cuando mi hijo más chico tenía un año y medio. No compartimos tiempo prácticamente, no me conoce”. Toda esa vida le habían hecho perder para que el responsable de esas tres muertes fuera él y no quienes lo perseguían equivocadamente.

Ahora Carrera vive en la Patagonia, junto a ese hijo, sus otras dos hijas y su esposa de entonces, la que empezó a ser su novia a los 16 años. Se mudó allí en el marco de una reubicación del Programa de Protección a las Víctimas porque, incluso con la sentencia definitiva de la Corte, era asediado y se le seguía exigiendo que respondiera por las tres muertes de Pompeya.

Lleva nueve años fuera de la pesadilla en la que lo metieron, en apenas unos segundos, dos autos imposibles de identificar como pertenecientes a la Policía Federal en la misma jurisdicción en la que esas brigadas obligaban a los jóvenes de más bajos recursos a darles parte de su recaudación como cartoneros e, incluso, a nadar en el Riachuelo para diversión de los oficiales. Ese había sido el destino de Ezequiel Demonty, un joven del Bajo Flores que murió ahogado en esas aguas a la que lo arrojaron órdenes ilegales de la Policía Federal.

La absolución de Carrera llevó años y la intervención de un documental que conmoviera a la opinión pública, porque ni la Policía ni el Poder Judicial parecían dispuestos a desarmar su aparato de impunidad. El Rati Horror Show muestra, incluso, cómo el Peugeot 504 desde que asomó el hombre con una itaca que apuntó a Carrera, siguió prestando sus irregulares servicios, aunque mudado a otra comisaría.

El nombre que pusieron los primeros móviles de televisión, la “Masacre de Pompeya”, sigue siendo la identificación de aquellos hechos, en los que en los primeros instantes pareció haber tres víctimas, aunque en realidad fueran cuatro. Y las familias de todos ellos.

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