
Dicen que la escena ocurrió. Tal vez se trate sólo de una leyenda. Aunque lo fuera, la historia muy verosímil.
Era el funeral de Farrah Fawcett, la mujer que deslumbró con su belleza en los setenta. En medio del dolor, sus familiares sintieron alivio. Al mismo tiempo había muerto Michael Jackson y toda la atención mediática estaba puesta en él; los periodistas no los iban a molestar. Tal vez por eso fue que ella se animó a concurrir. Quería despedir a la que había sido la madre de uno de sus hermanos, la tercera mujer de su padre, alguien que la había tratado bien y que había hecho un esfuerzo por acercarla a su progenitor.
En medio del funeral, Ryan O’Neal, el reciente viudo, se acercó a ella que tenía lentes oscuros, y volviendo más grave la voz, con tono sensual, le dijo un piropo al oído, casi una invitación a salir. Ella se dio vuelta, se sacó los lentes y miró fijo al hombre. Quería saber qué era lo que estaba sucediendo. Si se trataba de una broma, de un torpe intento de achicar viejas distancias o simplemente de un levante totalmente desubicado. Se inclinó por la tercera opción.
- Papá, soy yo, Tatum-, le dijo sin un atisbo de reproche en su voz, con algo de lástima por los dos.
- Ah, perdón hija. Es que estás tan linda y hace tanto que no nos vemos, que no te reconocí-, dijo Ryan O´Neal.
Padres famosos, ganó un Oscar muy temprano, se convirtió en una estrella cuando tenía 10, una carrera que empezó a sumar tropiezos, una vida que acumuló abandono y dolor. Abusos sexuales, drogas, fracasos, intentos de suicidio, mala relación con el padre, un divorcio doloroso, la pérdida de la custodia de los hijos, soledad, una sobredosis que la puso al borde de la muerte. Tatum O´Neal, la mujer que hace mucho pudo haber sido una gran estrella, cumple 60 años.

El mundo la conoció hace 50 años, cuando en 1973 ganó el Oscar por su actuación en Paper Moon, la encantadora película de Peter Bogdanovich. Se convirtió en la ganadora más joven del premio. Hacía de una nena pícara y desprotegida, huérfana, a la que un estafador de poca monta, presumiblemente su padre, la traslada al otro lado de Estados Unidos para dejarla al cuidado de una tía. Su actuación está llena de gracia y es conmovedora.
El día de los Oscars, Tatum llegó a la alfombra roja sin sus papás. La acompañaba su abuelo. Ryan O’Neal estaba en Inglaterra filmando Barry Lyndon y adujo que Stanley Kubrick y su famosa rigidez impidieron que se tomara una licencia de dos días en el rodaje. Su madre, la actriz Joanna Moore, llevada años sumergida en las anfetaminas. Tatum estaba muy sola.
Contó que la distancia definitiva con el padre ocurrió unos pocos meses antes, el día que se conocieron las nominaciones de los Oscars de ese año. El ego de Ryan no resistió que su hija estuviera nominada y él no. Ese día le dio vuelta la cara de una cachetada. Y la ruptura entre ellos se fue ahondando.
De sus padres no recibió atención ni cuidado. Tampoco buenos ejemplos. Joanna Moore vivió décadas sumida en la adicción tras su separación de Ryan O’Neal. El actor, por su parte, no pareció nunca capaz de querer a nadie más que a sí mismo. El galán depredador, el actor que no recibía el reconocimiento que esperaba, la estrella que veía una gran carrera difuminarse hasta que en algún momento, cuando casi ya se había resignado a no alcanzar el prestigio, se quedó sin el éxito.
De niña no sólo obtuvo un Oscar, ganó millones y salió en decenas de tapas de revistas. También sufrió varios abusos. “Es bastante fácil de explicar- escribió en sus memorias-. Cuando tus padres están borrachos o drogados no ven lo que les pasa a sus hijos”.
Contó que fue agredida sexualmente, entre otros, por un amigo de su padre y por un novio de su madre. El primer abuso lo sufrió a los cinco años. Ganar el Oscar a los 10 no la alejó de los hombres abusivos. Al contrario ejerció como imán, centró más el foco sobre ella y sobre su desprotección. A los 12 fue víctima de una nueva violación. También a los 13 y a los 15. “Todas las veces fue con hombres mayores con los que creía estar a salvo”, escribió.

Para esa época, la madre ya había abandonado a ella y a su hermano. De hecho, muchas veces, Tatum siendo adolescente debió mantenerla con sus ingresos. Joanna Moore fue detenida varias veces por temas de drogas e internada otras tantas. La custodia fue otorgada a Ryan O´Neal que estaba demasiado centrado en sus películas y sus conquistas como prestarle atención a sus hijos. Tatum estaba (y se sentía) muy sola y rodeada de malas compañías y de gente a la que no le importaba demasiado.
A Ryan siempre le reprochó que la expuso muy tempranamente a las drogas (contó que la incitó a consumir: “Las drogas te hacen perder peso”, le dijo) y a sus conquistas sexuales. Que en su casa era habitual cruzarse con dealers, con amantes del padre y hasta levantarse a la mañana y encontrar varias personas desnudas en el living de su casa.
Tatum comenzó a consumir drogas en su adolescencia. Marihuana, después cocaína hasta llegar a la heroína.
Después de Paper Moon actuó en otra gran película The Bad News Bears, otra entrañable historia de un viejo gruñón y un equipo de béisbol infantil. Después su carrera se fue descascarando. Ella ya no era la misma. No sólo porque había crecido sino porque las drogas la estaban transformando. Había perdido frescura y gracia.
Su caso es casi un lugar común, funciona como una gran síntesis de la vida de los niños actores que conocen el éxito prematuramente. Les suceden (demasiadas) cosas que no les tiene que pasar a su edad. Están expuestos al éxito, al dinero, a presiones, a tentaciones y a compañías de las que a esa edad deberían estar muy lejos. Creen, también, que el éxito será eterno, que todo será muy sencillo. Pero lo que suele suceder es lo contrario. Ese suceso temprano se convierte en un boomerang. El público no quiere verlos crecer, no quiere que pierden la inocencia, ni siquiera quiere que cambien la voz. Y la caída es abrupta y muy dolorosa.

Tatum parecía a esa altura, siendo apenas una joven, haberlo vivido todo. Y a demasiada velocidad. Casarse parecía una buena idea para buscar una serenidad que todavía no conocía, para asentarse emocionalmente. A menos que ese casamiento fuera con alguien como John McEnroe.
“En casa nunca había suficiente calma”, escribió John McEnroe en sus memorias sobre su vida conyugal. Fue una relación tempestuosa. Se quisieron con locura y se pelearon con locura. A veces las dos cosas simultáneamente. “Teníamos mucha plata y fama. Y aprovechábamos los beneficios de esos. Pero al mismo tiempo queríamos tener una vida normal como el resto de la gente. No se podía. Estábamos demasiado arruinados”, escribió el tenista.
En algún momento cuando empezaron los primeros problemas serios en la pareja planearon una fuga hacia adelante. Creyeron que tener hijos iba a ayudarlos. Tuvieron dos varones y una nena. Naturalmente, todo empeoró.
Ambos tenían caracteres volcánicos. En privado esa tendencia se agigantaba. A Tatum le molestaban mucho los ataques de furia de John en medio de sus partidos. Sus desplantes (caprichos, berrinches, insultos). Se lo reprochaba cada vez. John intentaba controlarlo (contó que hasta probó con marihuana pero que provocó el efecto inverso) pero sus problemas conyugales sólo lo volvían más iracundo y en los courts cada vez se portaba peor.
A todo eso se le sumaba otro problema. La carrera de ambos venía en acelerada línea descendiente. John ya no era el número 1; ya no bastaba con su genio, los más jóvenes y entrenados lo superaban. Los productores no convocaban a Tatum para sus proyectos. Se había vuelto tóxica para la industria. “Para peor, profesionalmente nos iba mal y eso volvía todo más oscuro. No se puede estar bien con otro si no se está bien con uno mismo”, dijo McEnroe.
Cualquiera que haya visto alguno de los ataques de ira de Big Mac en una cancha, su pérdida de los límites, su ira indetenible, puede imaginar cómo eran sus reacciones en la intimidad. Tatum, por su parte, tampoco pareció nunca ser una mujer sumisa y que aguantara las crisis en silencio. Uno estaba siempre enojado, la otra siempre drogada.
Se separaron en 1993. En 1998, John McEnroe pidió la tenencia de sus hijos y el juez se la concedió: la adicción a la heroína de Tatum estaba descontrolada.
A pesar de todas sus disputas, Tatum O’Neal reconoce que se amaron y que al lado de John siempre se sintió cuidada; esos, tal vez, fueron los únicos momentos de su vivió en que sintió algo así.
En los primeros años de este siglo, Tatum tuvo, al menos, dos intentos de suicidio. Narró su agitada vida en A Paper Life, un estremecedor libro de memorias.
Allí, una vez más, habla de su padre y de la relación compleja que tuvieron a lo largo de toda la vida. El abandono, las tensiones, los acercamientos momentáneos, las culpas, las ilusiones rotas, los intentos de reconciliación.

Cuando apareció el libro, Ryan O’Neal negó las acusaciones. Pero pasados unos años, le pidió a su hija disculpas públicas. Hace un tiempo Tatum publicó una foto de ambos en la que le declaraba su amor a su padre.
En 2008 fue detenida en la calle con crack en su poder. La policía allanó su casa y encontró gran cantidad de drogas. El juez ordenó su internación.
En 2020, en tiempos del Covid, Tatum sufrió una sobredosis que la tuvo durante seis semanas en un coma profundo, al borde de la muerte. En su cuerpo encontraron grandes dosis de medicamentos contra el dolor, opioides y morfina. La consecuencia del abuso de sustancias fue un derrame cerebral que la dejó con afasia. En el medio varios paros cardíacos y convulsiones. Uno de sus hijos dijo: “Fue la llamada que estuvimos esperando durante tantos años”. Desde ese momento Tatum, dice, se mantiene sobria.
Sus hijos salieron al rescate y la apoyaron. Estuvieron este tiempo junto a ella. Cada tanto, su hijo Kevin McEnroe publica en Instagram fotos con su madre y se muestra orgulloso de su avance.
Ella realiza rehabilitación para ejercitar la memoria, el habla y su capacidad para leer y escribir afectadas por los años de adicción y el último ACV. Hace unos meses brindó una entrevista que salió en la portada de la revista People. El título es elocuente: “Es un milagro que todavía esté viva”.
“Cada día es una lucha. Trato de mantenerme sobria. Cada día lo intento”, dijo hace poco Tatum O´Neal que hoy cumple 60.
Últimas Noticias
Cuando enseñar con amor era un acto de valentía: la huella de la primera doctora en Pedagogía de la Argentina
Celia Ortiz de Montoya fue pionera de una pedagogía libre, creadora y profundamente humanista, desafió el orden autoritario de su tiempo y abrió caminos que aún iluminan la escuela del país. Nació el 27 de noviembre de 1895

Dos errores y 183 muertes: la tragedia del “vuelo de los intelectuales”, 45 segundos antes de aterrizar en el Aeropuerto de Barajas
La madrugada del 27 de noviembre de 1983, un Boeing 747 de Avianca se estrelló cuando estaba por aterrizar en Madrid. Rozó una colina debido a una combinación de errores del piloto y la torre de control. En el avión volaban los escritores Manuel Scorza y Ángel Rama, junto a otros intelectuales y artistas que iban a participar en un congreso. Los estremecedores relatos de los once pasajeros que se salvaron milagrosamente

El asesinato del primer funcionario abiertamente gay de EEUU: un mensaje en una cinta y una puerta abierta para salir del closet
Del crimen político al despertar colectivo: la muerte de Harvey Milk marcó un punto de inflexión para la comunidad LGBTQ+ y abrió un camino de conquistas que transformó a San Francisco y ese país

El misterio de Fort St. Louis: cómo un asentamiento que perdió Francia en Texas cambió la historia
Las ruinas descubiertas dieron inicio a una nueva etapa en la rivalidad europea en el continente americano, impulsaron avances en exploración y colonización, y dejaron huella en el desarrollo social y cultural de la región

“Casablanca”, el mito que nació del caos: un guion por noche, una actriz insegura y la censura detrás del mejor final de Hollywood
Humphrey Bogart e Ingrid Bergman se reunieron para que el rodaje no arruinara sus carreras. La intención fue de propaganda bélica, pero el tiempo consagró a la inolvidable historia de amor


