
La Grecia clásica sentó las bases de la filosofía, las ciencias y las artes, pero pocos métodos educativos resultaron tan sorprendentes como el de Aristóteles. El gran pensador no solo desafió las formas tradicionales de enseñar, sino que invitó a sus discípulos a descubrir el mundo mientras caminaban juntos. Así nació la escuela peripatética, un escenario donde el conocimiento no residía en una sala cerrada, sino en la experiencia directa, el diálogo activo y la observación del entorno. La enseñanza, de este modo, se convertía en un proceso vivo y dinámico, alejado de toda rigidez.
Según explicó National Geographic, Aristóteles creía que pasear favorecía que la conversación surgiera de forma natural. Por este motivo generó espacios donde el alumno podía “participar activamente, hacer preguntas y responder sin la rigidez de una clase estática”. Esta postura rompió el esquema tradicional donde el maestro ocupaba un lugar de poder, mientras que los demás permanecían como simples oyentes. Mediante el movimiento y el contacto con la naturaleza, la mente lograba claridad y concentración, beneficiándose del ambiente al aire libre y los jardines del Liceo.
De acuerdo con la visión de Aristóteles, la filosofía no podía desligarse de la observación directa. El acto de caminar ofrecía oportunidades constantes para examinar plantas, animales o cualquier fenómeno natural que se presentara en el recorrido. Las clases no tenían un tiempo fijo, y el aprendizaje podía extenderse durante horas, dependiendo de la curiosidad y los temas que surgían. Este método privilegiaba la integración entre la experiencia sensorial y la teoría, permitiendo que los conocimientos se entrelazaran de múltiples maneras.

De acuerdo con Biennal ciutat oberta, Aristóteles era un polímata interesado en una gran variedad de saberes. Su labor abarcaba desde la clasificación de seres vivos hasta el análisis de tragedias griegas y la reflexión sobre sistemas de gobierno. En el Liceo, sus discípulos aprendían no solo lógica o ética, sino la capacidad de percibir el mundo desde distintas perspectivas. El filósofo consideraba que “el conocimiento no reside únicamente en los libros o en la memoria del maestro, sino en cada rincón del mundo”, siempre que uno lo observe con atención y apertura.
Conforme avanzaban los paseos, el maestro no imponía temas cerrados ni limitaba el flujo de ideas. Los estudiantes podían saltar de la biología a la política, de la anatomía a la ética, dependiendo de lo que veían o de las preguntas que surgían en el momento. La escuela peripatética, entonces, propiciaba una manera integral de aprender, donde la interdisciplinariedad era norma y no excepción.
Según precisó National Geographic, en uno de sus recorridos Aristóteles se detuvo con su grupo de estudiantes a observar cómo las hormigas transportaban objetos mucho más pesados que ellas. Esta escena sencilla derivó en una charla sobre cooperación y organización social, donde el filósofo comparó el comportamiento de los insectos con las ciudades y sus estructuras jerárquicas. En cuestión de minutos, la charla transitó de la zoología a la política, y de ahí a la ética. Para Aristóteles, “todo conocimiento, por pequeño que parezca, puede servir como semillas para una reflexión mayor”.

La disposición a mezclar temas y disciplinas hizo de Aristóteles un maestro diferente. Según la visión expuesta por National Geographic, “enseñar era mostrar que el conocimiento puede hallarse fuera del aula”, en contacto real con la naturaleza y la sociedad. Así, el Liceo funcionaba como un laboratorio a cielo abierto, y el mundo entero era objeto de estudio.
De acuerdo con el desarrollo de la neurociencia moderna, hoy se reconoce que el ejercicio físico estimula la creatividad y la atención. Sin saberlo, Aristóteles aplicaba principios que ahora parecen respaldados por la ciencia, ya que entendía que el saber gana fuerza cuando se vive y se experimenta. En la Grecia del siglo IV a.C., esta manera innovadora de enseñar consolidó a su autor como una figura única en la historia intelectual occidental.
De acuerdo con la fuente, la herencia pedagógica de Aristóteles no radica solo en sus obras escritas o en la profundidad de sus ideas, sino “sobre todo en la elección de un método flexible, elocuente y participativo”. La lección fundamental del filósofo invita a docentes y estudiantes a ampliar fronteras, salir del aula y descubrir que el conocimiento se construye en movimiento, a través del intercambio, la observación y la experiencia directa.
Hoy, el método peripatético inspira a educadores que buscan ir más allá de la enseñanza convencional. Aristóteles demuestra que aprender implica explorar, preguntar y sorprenderse. El recorrido, tanto físico como intelectual, sigue vigente como un modelo que invita a integrar teoría y práctica, entendiendo que el mundo entero es una fuente de preguntas, respuestas y conexiones que valen tanto como cualquier libro.
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