Aquel fatídico 9 de noviembre de 1985, el día había comenzado con felicidad para la familia de Albert Van den Abiel. Por la mañana, en una sencilla ceremonia, le había traspasado la gerencia de su pequeña empresa a su yerno Gilbert Van de Steen, esposo de su única hija, Thérese, y padre de sus dos nietos, Rebecca y David. Esa misma noche, él y su esposa esperaban a toda la familia para cenar. El matrimonio Van den Abiel vivía enfrente de un supermercado de la cadena Delhaize.
Eran las 19:30 cuando Albert vio al camión de caudales llevarse la recaudación del supermercado, donde su hija, su yerno y los dos niños estaban haciendo compras antes de subir a cenar.

Los antecedentes
En 1982 y 83, Bélgica había sido escenario de una serie de ataques, caracterizados por su brutalidad y aparente gratuidad, que incluyeron asaltos a tiendas, gasolineras y joyerías, tomas de rehenes y ejecuciones sumarias. La primera oleada de violencia se había desatado con el asesinato de un policía que apareció en la escena de un asalto y con la tortura y muerte de un vigilante de seguridad, seguidos de una serie de robos y ataques que sembraron el pánico en la región del Brabante Flamenco y en Flandes. Llamaba la atención la sangre fría con la cual disparaban a mansalva en contraste con el magro botín que se llevaban. Y la facilidad con la cual eludían a la policía en su huida.
Luego de dos años de silencio, la banda de atacantes hizo una reaparición brutal en 1985 con una seguidilla de asaltos a supermercados. De nuevo los botines eran magros en proporción a al violencia de los ataques.

El último asalto
El asalto del 9 de noviembre de 1985 sería el último y el más mortífero. Instantes después de volver a asomarse a la ventana y ver cómo la van blanca con dos custodios que estaba estacionada frente al supermercado se alejaba del lugar, Albert y su esposa escucharon los primeros disparos y enseguida los gritos de la gente que huía del lugar.
Sin dudarlo, él bajó corriendo y cuando cruzaba la calle para entrar al negocio alcanzó a ver a dos gendarmes parados en la vereda mirando como simples espectadores.

En el lugar, se había desatado un terrible caos y él no pudo encontrar a su familia.
En estos días se cumplieron 40 años de ese episodio y seguramente por eso el canal Europa Europa programó la película “¡No dispare!”, que reconstruye la historia de la familia de Albert fusilada a quemarropa en el párking del supermercado por la banda conocida como los “Asesinos de Brabante” o la “pandilla de Nijvel”, cuyos integrantes nunca fueron fehacientemente identificados.

La película, del año 2018, se titula “¡No dispare!”, porque esa es la última frase que David, único sobreviviente de la masacre de su familia, le escuchó gritar a su hermana Rebecca cuando entraban al estacionamiento del supermercado y tres hombres armados y enmascarados los interceptaron y acribillaron. El niño, entonces de 9 años, alcanzó a correr hacia el interior del negocio pero hasta allí lo persiguieron los asaltantes y le dispararon hiriéndolo en una pierna.

A partir de allí, la película, basada en un libro escrito por el propio David años más tarde, reconstruye el drama de esos abuelos que en vez de disfrutar apaciblemente de su retiro se ven atravesados por la peor de las pérdidas y a la vez obligados a reponerse y seguir adelante por ese nieto huérfano que muestra también una valentía ejemplar y que sufrirá 31 operaciones sucesivas para salvar la pierna herida.

Es una historia que se repite: la de abuelos que deben hacerse cargo de sus nietos privados de sus padres por diferentes tragedias. Lo que muestra la historia de Albert y su mujer, Marie-Josée De Veylder, es que la capacidad de resiliencia no se agota necesariamente con la edad. Ellos no solo debieron ocuparse de David, sino lidiar con una causa amañada desde el comienzo, con la impunidad en quedaron los crímenes por la evidente complicidad de la gendarmería y del poder político.

La impunidad
Los “Asesinos de Brabante”, que deben andar por los 75 años, siguen impunes. Las víctimas, como David y sus abuelos, fueron abandonadas por el Estado. Albert debió volver a ponerse al frente de su empresa para evitar la quiebra a la que lo llevarían los gastos de la larga internación de su nieto y sus muchos regresos al hospital para nuevas cirugías. Sólo lograron que el supermercado corriera con los gastos del sepelio.
En paralelo, él no dejó de buscar justicia. Le prometió a su nieto que los asesinos de sus padres y su hermana serían castigados pero no pudo cumplir. Cada vez que iba a quejarse de la inacción de la policía, lo esperaban con una multa por una infracción registrada en un sitio donde nunca había estado y con un vehículo que no era el suyo. Solo la placa coincidía... Una forma no tan sutil de amenaza.

Cuando varios años más tarde, estando ya David casado y con un hijo, el gobierno belga creó una comisión -una más, porque no era la primera- para volver a investigar los crímenes, David le preguntó a su abuelo si lo acompañaría a la audiencia. Él le respondió que no valía la pena, que estaba cansado, que la abuela estaba enferma, decaída. Y ahí se produce uno de los momentos más conmovedores de la película, cuando la esposa de David le dice: “No puedes pedirles más a ellos”.
En la mirada del joven se lee que entendió. Pasaron 25 años desde el crimen de su famila. Veinticinco años de resiliencia y resistencia de su abuelo, que lo crió con afecto infinito pero sin sobreprotección ni lástima -algo muy difícil de lograr cuando se está transido de dolor- para hacer de él un hombre cabal, no una víctima eterna.

Sin embargo, Albert finalmente va a esa audiencia, solo para decir: “Perdí la confianza en la policía, el gobierno y la justicia. ¿Quién necesitaba protección?, ¿qué es lo que no podemos saber?"
Y para expresar a continuación públicamente su afecto y admiración por ese nieto valiente, ese niño que también pudo reconstruirse.

El cierre de la (no) investigación
La sucesión de ataques de los asesinos de Brabante, que dejaron un saldo de 28 muertos y más de 40 heridos es el caso más impactatne sin resolver en la historia judicial de Bélgica.
El 28 de junio de 2024, la justicia belga anunció el cierre del caso. Pero en enero de 2025, la Fiscalía Federal de Bélgica comunicó que había surgido una nueva pista y que la investigación seguía en curso. Pero los antecedentes de este proceso no jsjutifican ningún optimismo acerca de la resoliución del enigma.

Contra lo que suelen decir muchos opinadores locales, también en el primer mundo quedan casos de este tipo sin resolver. Otro ejemplo patente es el del magnicidio del premier sueco Olof Palme en febrero de 1986, todavía no esclarecido.
El caso de los Asesinos de Brabante constituyer una de las mayores incógnitas criminales de Bélgica, pero también uno de los mayores escándalos, por la certeza de complicidades desde las mismas estructuras estatales.

Al hacer el anuncio del cierre del caso en 2024, la fiscal federal Ann Fransen reconoció el impacto devastador de la noticia para los familiares de las víctimas. “Es un mensaje que no es ni agradable de transmitir ni de oír, somos conscientes de que se trata de un golpe demoledor para las víctimas y sentimos una gran compasión por ellas”, expresó. La magistrada subrayó que, pese a los esfuerzos exhaustivos y la revisión de todas las pruebas, tanto antiguas como recientes, no fue posible esclarecer los hechos ni identificar a los miembros de la Banda de Nivelles.

El expediente llegó a sumar casi un millón de páginas y requirió la intervención de hasta cinco jueces de instrucción. La identidad de los autores, conocidos popularmente como el Gigante, el Asesino y el Viejo, nunca fue establecida. Los retratos robot circularon durante años, pero sus rostros permanecieron en el anonimato. La investigación barajó múltiples hipótesis, desde conexiones con la mafia belga y la Gendarmería hasta la posible implicación de círculos de extrema derecha. El caso se vio enturbiado por una cadena de errores policiales, rivalidades entre cuerpos de seguridad y sospechas de encubrimiento o incompetencia, factores que contribuyeron a la perpetuación del misterio.

Uno de los episodios más reveladores de la ineficacia policial se produjo el 30 de septiembre de 1982, cuando dos asaltantes irrumpieron en una armería de Wavre. Tras un tiroteo, el agente Claude Haulotte fue ejecutado a sangre fría, pese a estar ya neutralizado. La posterior huida de los criminales evidenció fallos en los controles policiales, pues la policía asumió erróneamente la existencia de un control en el puente de Groenendael, lo que permitió la fuga de los asesinos. Este tipo de errores se repitió a lo largo de la investigación, como reconoció en 2017 el propio ministro de Justicia belga, quien admitió la existencia de “tentativas evidentes de manipular la investigación”.

La escalada de violencia alcanzó su punto álgido en 1985, tras casi dos años de inactividad, con los asaltos a supermercados, especialmente los de la cadena Delhaize, en el último de los cuales, en la localidad de Aalst, murieron ocho personas, entre ellas, los padres y la hermana de David. Este patrón de ataques indiscriminados en horas punta, con escaso beneficio económico, alimentó la teoría de que el objetivo de la banda era sembrar el terror y desestabilizar el país, más que el lucro personal.
Varios años después, Christiaan Bonkoffsky, un ex gendarme, afirmó en su lecho de muerte haber formado parte de la banda. La fiscalía descartó en 2018 que Bonkoffsky fuera el Gigante, aunque su familia sostiene lo contrario.
También cabe señalar que la Gendarmería belga fue disuelta años después y en su reemplazo se creó una policía federal y fuerzas locales.

Abuelos resilientes
El ejemplo de Marie-Josée y Albert, fallecidos en 2010 y 2011 respectivamente, muestra que para ellos, al momento del retiro, empezó una segunda vida que, aunque ensombrecida por la tristeza, no dejó de tener un propósito y momentos de felicidad. En los primeros días del duelo, ella le dice a su esposo: “Te aviso que nunca más seré feliz”. Sin embargo, la vida siguió, y hubo veraneos felices en la playa con David. Y luego el día que él les presentó a su novia. Y la llegada del bisnieto.

La película que reconstruye esta historia está disponible en Internet aunque doblada al castellano. Los abonados al cable pueden verla este mes en Europa Europa en versión original.
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