
En los últimos años, eventos de “speed friending” han comenzado a transformar la vida social en grandes ciudades como Nueva York. Inspirados en el formato de las citas rápidas tradicionales, estos encuentros buscan algo distinto: no el romance, sino la posibilidad de forjar nuevas amistades en apenas unos minutos. En un contexto donde la soledad urbana y la desconexión social se han convertido en fenómenos cada vez más frecuentes, especialmente tras la pandemia, este tipo de iniciativas responde a una necesidad creciente de comunidad y vínculos presenciales.
El concepto de speed friending surgió como una adaptación del conocido “speed dating”, pero con un giro fundamental: el objetivo es crear lazos de amistad, no de pareja. Según explicó Huntley en declaraciones recogidas por Move over, speed dating, “el concepto de speed friending surgió de una necesidad de tener conversaciones intencionadas en mi vida”. Esta búsqueda de conexiones auténticas ha encontrado eco, sobre todo, entre jóvenes de la Generación Z y millennials, quienes, tras años de interacción digital, muestran un interés renovado por conocer personas fuera de las pantallas.

La dinámica de estos eventos es sencilla pero efectiva. Los participantes se sientan frente a frente y disponen de un tiempo limitado —generalmente entre tres y cinco minutos— para conversar. Al sonar una señal, cambian de asiento y se encuentran con una nueva persona. Al finalizar la ronda, quienes hayan sentido afinidad pueden intercambiar contactos y continuar la relación fuera del evento. Hadrian DeMairoribus, anfitrión comunitario en Duluth, Estados Unidos, describió el proceso en una entrevista citada por Move over: “El speed friending es un encuentro rotativo donde todos pueden conocer a todos… Te sientas durante tres minutos cada vez. No tiene por qué ser incómodo. Luego pasas a la siguiente persona… si realmente conectaste con alguien, puedes volver y hablar más con esa persona”.
Estos encuentros suelen organizarse en bares, cafés, espacios de coworking, librerías, universidades y centros comunitarios. La organización corre a cargo de startups sociales, asociaciones culturales y colectivos de bienestar, que establecen reglas básicas para garantizar la fluidez y el respeto en las conversaciones. Un moderador se encarga de cronometrar los tiempos y de evitar que alguien monopolice la charla, asegurando que todos los asistentes tengan la oportunidad de interactuar en igualdad de condiciones. El costo de participación suele ser bajo, destinado a cubrir gastos de espacio y logística, aunque en algunos casos la entrada es gratuita.

El auge de los eventos de speed friending se enmarca en un fenómeno social más amplio: el aumento de la soledad en las grandes urbes. Informes recientes, como el estudio de Harvard sobre relaciones y bienestar de 2023, han documentado niveles elevados de aislamiento social, especialmente entre jóvenes adultos. Este contexto ha impulsado también el crecimiento de aplicaciones de amistad, como Bumble BFF, que permiten a los usuarios buscar amigos de manera similar a como se buscan parejas. Sin embargo, muchos participantes de los eventos presenciales valoran la posibilidad de establecer conexiones cara a cara, lejos de la intermediación digital.
La diversidad cultural de cada ciudad imprime matices propios a estos encuentros. En Madrid, por ejemplo, es común que los eventos se organicen en torno a intereses específicos, como deportes, lectura o viajes, lo que facilita la afinidad entre los asistentes. En Londres, algunos encuentros han tenido resultados dispares.

El impacto emocional de estos eventos es significativo. Numerosos testimonios recabados por medios como The Guardian, BBC, Time Out NY y El País dan cuenta de personas que han encontrado en el speed friending no solo nuevos conocidos, sino amistades profundas y duraderas. En un entorno donde la movilidad, el trabajo remoto y la fragmentación de las redes tradicionales dificultan la creación de lazos, estos encuentros ofrecen una alternativa tangible para quienes buscan pertenencia y apoyo social.
La tendencia se ha visto reforzada tras la pandemia, cuando la necesidad de comunidad y contacto presencial se hizo más evidente. Según expertos en psicología social citados por los medios mencionados, la rapidez con la que se pueden establecer vínculos en estos eventos responde a una predisposición humana a buscar afinidad y pertenencia, especialmente en contextos de anonimato urbano. El formato breve y estructurado reduce la presión social y permite que incluso los más introvertidos se animen a participar.

El fenómeno del speed friending no solo responde a una demanda social, sino que también refleja una transformación cultural en la forma de entender la amistad y la comunidad en el siglo XXI. Frente a la soledad y la desconexión, estos eventos ofrecen una vía directa y accesible para reconstruir el tejido social en las grandes ciudades.
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