
El pasado 2 de abril, en el marco del “Día de la Liberación”, el presidente Donald Trump puso en marcha una serie de aranceles recíprocos a aplicar sobre países de todo el mundo, que desató el caos en los mercados y generó gran incertidumbre en los inversionistas.
Aquel miércoles, en Tokio, el Nikkei se encaminaba a una caída del 4 por ciento, mientras que se borraban billones de dólares de la renta variable mundial, la mayor baja de valor de la moneda de la que se tiene constancia.
La situación empeoró dos días más tarde, cuando China anunció que también implementaría una tasa sobre las importaciones estadounidenses por el mismo valor, 34 por ciento.
El inicio de esta guerra arancelaria se sintió enseguida: el petróleo cayó a su nivel más bajo en cuatro años y el principal índice bursátil mundial rompió el umbral de la “corrección”, término empleado por los expertos para referirse a una caída del 10% o más desde el último máximo.
También, el oro comenzó a perder su fortaleza con bajas, ante la necesidad de los inversores de desprenderse de sus activos más seguros para compensar las pérdidas.

Este clima se mantuvo durante los días siguientes, que se caracterizaron por bajas históricas, alertas en diversos sectores y entrecruces a nivel diplomático.
En Wall Street, los banqueros se reunían con urgencia; en Europa, los líderes de la Comisión evaluaban cómo responder a la medida, sin generar mayor inestabilidad. Todos ellos, sin embargo, mantenían su esperanza de que Trump tomara dimensión de la reacción del mundo a sus tasas y cediera antes de su aplicación.
Sin embargo, el domingo por la noche, al ser preguntado por su visión sobre los mercados, el Presidente simplemente dijo que “a veces hay que tragarse la medicina” y descartó así la posibilidad de un cambio.
Nuevamente, los futuros del Nasdaq 100 cayeron más de un 5% y los futuros del Nikkei tocaron fondo tras desplomarse un 8 por ciento, solo para seguir cayendo.
El índice de volatilidad CBOE.VIX, considerado en Wall Street “el barómetro del miedo”, se disparó hasta los 60 puntos, algo visto durante la pandemia del coronavirus, en 2020, y la crisis financiera de 2008.
Aquel lunes, el S&P 500 también terminó la jornada un 17% por debajo del máximo histórico que había alcanzado siete semanas antes, y puso fin a lo que fueron dos de los días de mayor volumen de negociación de los que se tiene constancia.
“Hicimos trading. No quisimos ser demasiado dramáticos al respecto. Lo que hicimos fue tratar de no entrar en pánico, controlar el riesgo y centrarnos en la selección de valores”, recordó el empresario Shuntaro Takeuchi, que intentó a toda costa proteger la cartera de su firma en California.
Los bonos siguieron esta tendencia, con una oleada masiva de ventas que golpeó el Tesoro en Asia.
Los rendimientos, que suelen ver cambios lentos a raíz de la liquidez y profundidad del mercado, subieron salvajemente y desataron la fase más frenética de esta crisis.

Por ejemplo, en el caso del US10YT, del Tesoro a 10 años, se registró un salto de casi 20 puntos básicos en dos horas, tanto por la venta forzada como por la flaqueza de este histórico activo de refugio estadounidense, lo que expuso que la decisión de Trump estaba llevando a que los cimientos del comercio y las finanzas tambalearan peligrosamente.
En total, más de 5 billones de dólares en valor de mercado se esfumaron del índice MSCI de acciones mundiales en cuestión de días.
A la par, la tensión entre Washington y Beijing seguía elevándose, con medidas y contramedidas que solo empeoraban el escenario para las empresas, con impuestos por encima del 100 por ciento.
“Obviamente, ni en mis sueños más salvajes pensé que los aranceles podrían llegar al 145 por ciento. Básicamente, el comercio se detendrá entre las dos mayores economías del mundo”, advirtió Wong Kok Hoi, fundador y director ejecutivo de APS Asset Management de Singapur, sobre el riesgo que representa a bancos, industrias y empresas con cadenas de suministro ancladas en el gigante asiático, como Apple.
Este miércoles, sin embargo, exactamente una semana más tarde, la Casa Blanca sorprendió al informar que rebajaría las tasas a un 10% universal -con la excepción de China- durante 90 días, una noticia que no tardó en sentirse en los mercados.

La renta variable se disparó con algunas de las mayores ganancias porcentuales desde 2008, mientras que los mercados respondieron positivamente con nuevas subas, aunque todavía con incertidumbre por las rispideces con China.
Martin Whetton, jefe de estrategia de mercados financieros de Westpac, dijo que la sesión de aquella jornada en la renta fija no tuvo precedentes históricos.
“Que el dinero no se apresure a asegurarse una financiación en dólares, a comprar bonos del Tesoro y dólares estadounidenses por seguridad, es sorprendente y una clara advertencia”, afirmó.
“Es como si hubiéramos tenido un año de negociación en unos pocos días”, dijo Jack McIntyre, gestor de cartera de Brandywine Global de Estados Unidos.
Pese a este repunte, la secuencia de los últimos días dejó al descubierto que los inversores no estaban preparados para la agresividad del cambio introducido por Trump ni para su imprevisibilidad, lo que podría derivar en consecuencias a largo plazo.
“Hemos tenido una fractura de la confianza y no sabemos cuáles son los efectos de segundo orden de la caída del mercado. Podría haber algunos fondos de cobertura que se hayan hundido, podría haber otras consecuencias que solo se acelerarán en las próximas semanas”, analizó Geoff Wilson, experto en fondos.
(Con información de Reuters)