Chris Gardner, el mismo que un día durmió en el piso frío de un baño público abrazando a su hijo, es hoy millonario, fundador de una firma financiera con sedes en Nueva York, San Francisco y Chicago
Un hombre que desafió las estadísticas y le torció el brazo al destino. No es un cliché: su historia es el reverso exacto de los lugares comunes.

Nació en Milwaukee, Wisconsin, en una casa sin comodidades, criado por su madre Betty Jean, una mujer pobre, decidida y amorosa, que soportaba a un hombre violento. Chris no conoció a su padre y sufrió abusos físicos por parte de su padrastro alcohólico.
En un momento de desesperación, su madre intentó matar a ese hombre que los maltrataba. Por eso, pasó un tiempo en un hogar adoptivo.
Un día, viendo un partido de baloncesto universitario por televisión, comentó que alguno de esos jugadores llegaría a ganar un millón de dólares. Su madre lo interrumpió: “Hijo, un día tú serás el que haga un millón de dólares”. Hasta ese momento, la idea nunca había cruzado su mente.

Según reseño Epoch Times, después de pasar por la Marina, Gardner se instaló en San Francisco. Tenía 27 años cuando su vida se deshizo: pasó diez días en la cárcel por multas de estacionamiento impagas y, al salir, su pareja lo había abandonado, llevándose todo salvo lo más importante: su pequeño hijo.
Ese fue el comienzo de su caída: “Nos convertimos en esa clase invisible de personas sin hogar que trabajan. Puede que no supiéramos qué íbamos a comer o dónde íbamos a dormir, pero estábamos juntos todos los días”, recordó.
Por esos años, San Francisco, una de las ciudades más caras del país, estaba llena de personas sin techo. Los refugios estaban saturados.
Gardner y su hijo dormían donde podían: estaciones de tren, parques, iglesias o debajo de escritorios de oficina.
En la estación de tren de San Francisco, el baño público se convirtió en un improvisado dormitorio. Pero no fueron unos días. Fueron semanas.
Durante ese tiempo, su hijo tenía 14 meses, usaba pañales. “Me hacía preguntas duras frente al espejo: ¿cómo llegué aquí?”, contaría más tarde. La respuesta era brutal, pero clara: “Yo conduje hasta aquí. Así que también puedo conducir para salir”, contó en entrevista con Forbes.
Pero todo cambió una mañana, cuando vio a un hombre bajarse de un Ferrari rojo. Gardner se acercó y le preguntó: “¿A qué se dedica usted?”.
El hombre era Bob Bridges, un corredor de bolsa. Le habló de finanzas, de inversiones, del mundo bursátil. “La primera vez que entré a una sala de trading, supe que era eso. Los teléfonos sonaban, la gente gritaba órdenes… era como leer una partitura de jazz”, relató.
Bridges lo ayudó a conseguir una entrevista. Era un programa de entrenamiento no remunerado en Dean Witter Reynolds, con 19 postulantes y una sola vacante.
Chris era un afroamericano sin estudios superiores, sin contactos, sin dinero... Pero con una decisión que arrastraba desde niño: iba a ser el mejor en lo que hiciera.

Cada mañana cargaba una maletín, como si fuera un ejecutivo más. Nadie sabía que ahí llevaba todas sus pertenencias porque no tenía casa. Usaba la ropa más limpia posible. Sonreía. Vendía activos con una habilidad instintiva.
Según relató en su autobiografía, no podía fallar, porque si fallaba no solo lo perdería todo: su hijo perdería un padre.
Un día, el jefe lo llamó a la oficina. Pensó que lo despedirían. “Ponete bien la corbata, porque será tu primer día como corredor de bolsa”.
Salió del edificio y, en plena calle, lloró. Lloró como nunca. Fue directo a la guardería, buscó a su hijo y lo abrazó fuerte. Lo había logrado.
A partir de allí, todo fue hacia arriba. En 1987, fundó su propia firma: Gardner Rich, con sede en Chicago. El día que la lanzó fue el peor posible: el Black Monday, la bolsa cayó 508 puntos.
“Llegué 20 minutos tarde a una reunión y el cliente me dijo: ‘Si no puedes ser puntual con mi dinero, no puedo confiar en ti’. Desde entonces uso dos relojes”, explicó en una conferencia. Gardner no volvió a llegar tarde en 30 años.
En 2006, vendió parte de su empresa por una suma millonaria y fundó Christopher Gardner International Holdings, con oficinas en Nueva York, San Francisco y Chicago.
Ese mismo año se publicó su autobiografía “En busca de la felicidad”, que se convirtió en un best seller y fue llevada al cine con Will Smith en el papel principal. La película fue un éxito de taquilla y le valió a Smith una nominación al Oscar.

La historia parecía cerrarse con un final feliz, pero no fue así. En 2012, su esposa falleció de cáncer. En sus últimas conversaciones, ella le preguntó: “Ahora que sabemos cuán corta puede ser la vida, ¿qué vas a hacer con el resto de la tuya?”.
Fue otro punto de inflexión. Gardner dejó la banca de inversión. Se reinventó como autor, conferencista motivacional y filántropo.
Desde entonces, ha dado charlas en más de 80 países. Ha creado la Christopher P. Gardner Foundation, enfocada en jóvenes de escuelas medias y secundarias. Su programa “Permission to Dream” ha impactado a más de 100.000 estudiantes.
No solo motiva: ofrece herramientas concretas, desde orientación vocacional hasta alfabetización financiera. “Hay 36 millones de personas en EEUU que no saben leer”, dijo en una conferencia en Florida. “Eso es un número del tercer mundo. Imaginen lo que eso le hace a una familia. A un país”.
En sus charlas repite un mantra: Plan B apesta. “Si Plan B fuera bueno, sería tu Plan A. Plan B te distrae del verdadero objetivo”, explica. Cita ejemplos: Michael Jordan, Oprah, Obama.
Todos se aferraron a su primera opción. También recuerda a los que comenzaron tarde: Ray Kroc fundó McDonald’s en sus 50, el coronel Sanders vendió su primer pollo a los 62.

Para Chris Gardner, el verdadero éxito no es el dinero. Es la coherencia con uno mismo. A sus 70 años, sigue repitiendo dos preguntas frente al espejo: “Si mañana pudieras hacer cualquier cosa, ¿qué harías? ¿Y qué hiciste hoy para acercarte a eso?”.
Recientemente, en Cartagena, Colombia, durante un evento de Asobancaria, expresó su interés por invertir en equipos deportivos femeninos y en construir escuelas en zonas vulnerables de Colombia como La Guajira o Chocó.
Según Yahoo Finance, dijo que no le interesa ser solo patrocinador, quiere ser dueño de un equipo femenino, convencido de que el deporte puede cambiar vidas, como lo hizo con la suya.
Hoy, Chris Gardner vive viajando más de 200 días al año, llevando su historia a auditorios de todo el mundo. Según The Epoch Times, su fortuna ronda los 60 millones de dólares, pero cuando se le pregunta qué es lo más valioso que posee, suele responder lo mismo: “La certeza de que si yo pude hacerlo, tú también puedes”.