
Mike Wimmer nació en Salisbury, Carolina del Norte, un pequeño pueblo donde la vida transcurría sin demasiadas sorpresas. Pero para sus padres, Mark y Melissa, la sorpresa llegó temprano. Cuando decidieron inscribirlo en preescolar, no estaban preocupados por su inteligencia, sino por su socialización.
Era un niño único, sin hermanos, y querían que aprendiera a compartir, a convivir con otros. Antes de la inscripción, el procedimiento requería una evaluación psicológica para detectar posibles problemas de aprendizaje.
El resultado dejó a los padres en estado de shock. “Nos llamaron al día siguiente. Nos dijeron: ‘Tenemos un número de coeficiente intelectual, pero no es correcto. No está dentro del rango esperado porque simplemente… excedió la escala que teníamos’, contó a Fox5.
Aquel niño que aún no había pisado una escuela tenía un intelecto que los especialistas no supieron medir en ese momento.

Mike fue aceptado en Mensa, la sociedad de alto coeficiente intelectual, a los cuatro años. Para entonces, ya estaba explorando con obsesión los dispositivos electrónicos que caían en sus manos.
Según ABC News, sus padres le regalaron un iPad cuando tenía solo 18 meses, y en vez de limitarse a tocar los botones y ver videos, intentó comprender cómo funcionaba.
La educación tradicional le quedaba corta. A los cinco años, mientras otros niños aprendían el abecedario, él devoraba conceptos matemáticos avanzados.
Los profesores intentaban desafiarlo con material más complejo, pero siempre iba un paso adelante. Su mente absorbía información a una velocidad vertiginosa.
Durante la pandemia, mientras millones de estudiantes luchaban con el aprendizaje remoto, Mike encontró una oportunidad. Se dio cuenta de que podía adelantar cursos enteros y lo hizo sin esfuerzo.
Según Fox 5, en solo un año, completó cuatro años de estudios: terminó la secundaria y, al mismo tiempo, obtuvo un associate degree en la universidad local, Rowan-Cabarrus Community College, con un promedio perfecto de 4.0 GPA.

También se graduó como valedictorian de su escuela secundaria con un 5.45 GPA, el más alto de su clase.
A los 12 años, mientras otros niños apenas estaban iniciando la secundaria, Mike ya tenía dos diplomas en la mano. Su capacidad para procesar información era incomparable.
“Podía completar un curso universitario de ocho semanas en solo dos. No es que estuviera presionado ni nada por el estilo. Solo que… me resultaba fácil”, contó a ABC News.
Pero su aprendizaje no se limitaba a las aulas. Desde los siete años, Mike ya había fundado su primera empresa: Next Era Innovations. Se enfocaba en robótica y desarrollo de software.
Diseñó aplicaciones para el robot NAO, un androide utilizado en investigación y educación. También creó micrófonos especializados para mejorar la calidad de sonido del robot y comenzó a venderlos en línea.

En 2018, un pequeño proyecto casero lo puso en el radar de la comunidad tecnológica. Había diseñado un sistema para detectar autos de juguete mediante inteligencia artificial.

Según Nine.com, en cuestión de días, la tecnología militar de EE.UU. estaba llamando a su puerta. “Queremos contratarlo”, le dijeron sus padres cuando Mike tenía apenas 10 años. “Eh… ¿Saben que solo tiene diez años, verdad?”, respondió su padre. “Sí, pero tiene la experiencia que necesitamos“.

Desde entonces, ha trabajado en múltiples contratos con el United States Special Operations Command, desarrollando tecnología para sus sistemas de inteligencia.
Según Fox 5, en apenas dos años, firmó seis contratos y recibió cuatro military challenge coins, un reconocimiento que el ejército otorga por contribuciones excepcionales.
Pero no era suficiente. Mientras exploraba el potencial de la robótica, comenzó a notar una deficiencia en el mercado de dispositivos inteligentes para el hogar.
Todo estaba fragmentado: una aplicación para luces, otra para cámaras de seguridad, otra para el termostato. ¿Por qué no unificarlas? Así nació Reflect Social, su segunda startup, que buscaba fusionar el Internet de las Cosas con una interfaz social amigable.
El proyecto tuvo su origen en una experiencia personal. Su madre había sido operada de la columna y tenía dificultades para moverse. Mike, con solo nueve años, pensó en una solución: tomó un Ring doorbell, una cerradura inteligente y creó un sistema de reconocimiento facial para detectar a los cinco visitantes más frecuentes de la familia.

A los 14 años, su currículum era más impresionante que el de muchos adultos. No solo tenía títulos universitarios, sino que también dirigía dos empresas y colaboraba con el ejército. Pero, sorprendentemente, su vida cotidiana no se alejaba demasiado de la de un adolescente común.
Según Scholarship Region, jugaba videojuegos con sus amigos, construía Legos, nadaba y pasaba horas en simuladores de carreras de autos.

“No me perdí nada. “Hice todo lo que haría cualquier chico normal. Solo que lo hice a mi ritmo”, asegura a CNBC
A pesar de su asombroso intelecto, su mayor desafío ha sido la credibilidad. En el mundo de la tecnología, donde la experiencia es clave, muchos no lo toman en serio por su edad.
Sus padres siempre lo apoyaron, pero con una regla firme: debía desarrollar sus habilidades sociales tanto como su intelecto. No lo educaron en casa ni lo aislaron del mundo. En la escuela, lo rodearon de personas de diferentes edades para que aprendiera a comunicarse con todos.

Pero hay algo que sí tiene claro: su propósito. “Cinco o diez años en el futuro, quiero haber desarrollado tecnología que realmente mejore la vida de las personas. Espero que Reflect Social sea mi PayPal, y que luego pueda crear mi Tesla o mi SpaceX”, aseguró a Fox5.
Para algunos, Mike Wimmer es el niño genio que conquistó la educación y la tecnología en un tiempo récord. Para otros, es un joven con el potencial de cambiar el mundo. Pero él lo resume de una forma más sencilla: “Solo quiero ayudar a la gente con lo que sé hacer”.