
En 1513, Juan Ponce de León puso pie en la costa noreste de lo que hoy es Florida, reclamando la región para la corona española. Medio siglo después, en 1565, los colonizadores fundaron St. Augustine, la ciudad más antigua de Estados Unidos con ocupación europea continua. Cinco siglos más tarde, un nuevo tipo de conquista transformó la misma tierra: una ola de trabajadores remotos, impulsada por la pandemia, que eligió este enclave histórico no por oro ni evangelización, sino por conectividad digital, clima cálido y un estilo de vida pausado.
Lori Matthias, una profesional de ventas y marketing, llegó a St. Augustine en 2023 desde Atlanta, huyendo del tráfico y de una vida agitada. “El ritmo aquí es más lento y eso me atrae. Mi trayecto al trabajo ahora son 30 pasos desde la cocina hasta la oficina”, dijo Matthias a Associated Press (AP). Como ella, miles de trabajadores de cuello blanco —principalmente del noreste de EE. UU. y California— comenzaron a instalarse en esta ciudad costera durante y después del confinamiento sanitario.
El fenómeno transformó un antiguo destino turístico —conocido por su fortaleza del siglo XVII, su arquitectura colonial española y sus tranvías para visitantes— en uno de los principales centros de trabajo remoto del país. En 2023, casi el 24 % de la fuerza laboral del condado de St. Johns, donde se ubica St. Augustine, trabajaba desde casa, según datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos. En 2018, la cifra era de apenas 8,6 %.
Auge del trabajo remoto en una ciudad histórica

La llegada masiva de nuevos residentes coincidió con el levantamiento temprano de las restricciones por COVID-19 en Florida. Mientras otros estados mantenían escuelas cerradas y oficinas vacías, St. Johns County reanudó las clases presenciales en el otoño de 2020. “Muchos se mudaron desde el noreste, el medio oeste y California porque querían que sus hijos regresaran a las aulas”, explicó Scott Maynard, vicepresidente de desarrollo económico de la Cámara de Comercio del condado, citado por AP.
La posibilidad de mantener sus empleos a distancia fue un factor decisivo para miles. “Si aún estuviera atrapado en una oficina, no habría podido mudarme aquí”, dijo Mike Waldron, ejecutivo de ventas en la industria de salud, también entrevistado por AP. Vendió su casa en Boston en pleno auge del mercado y compró una vivienda de tres habitaciones con campo de golf a las afueras de St. Augustine. “Aquí todo resultó ser menos costoso”, aseguró.
Gracias a plataformas digitales y al internet de alta velocidad, personas con salarios elevados optaron por lugares donde la calidad de vida superaba a la de las ciudades congestionadas. Eso situó al condado entre los líderes nacionales en proporción de trabajadores remotos, solo superado por zonas tecnológicas de gran escala como Austin, Charlotte, Dallas o el área metropolitana de Washington.
Vivienda inaccesible para quienes sostienen la ciudad

El boom de nuevos habitantes trajo consecuencias directas para los residentes locales. Según cifras del Censo, el precio medio de una vivienda en St. Johns County pasó de 405.000 dólares en 2019 a casi 535.000 dólares en 2023. Mientras tanto, los salarios de los trabajadores esenciales no crecieron al mismo ritmo: un maestro gana en promedio 48.000 dólares anuales y un agente de policía, unos 58.000, según un análisis de la Cámara de Comercio local.
“Lo que ocurrió fue que muchas personas del norte vendieron sus casas a precios altísimos y vinieron aquí con efectivo. Eso infló el mercado y dejó fuera a los residentes”, afirmó Aliyah Meyer, investigadora económica de la Cámara, a AP. El informe señala que un trabajador necesitaría ganar al menos 180.000 dólares al año para adquirir una vivienda típica en la zona.
Como consecuencia, policías, bomberos y docentes han tenido que mudarse a otros condados y viajar diariamente a sus puestos. Es una paradoja en una ciudad que, durante siglos, dependió de quienes sostenían sus estructuras: primero los misioneros y soldados, hoy los trabajadores esenciales.
Entre el encanto histórico y la presión moderna

Más allá de los efectos sociales, el atractivo histórico y visual de St. Augustine continúa siendo un imán. La ciudad ofrece tejados de tejas rojas, arcos coloniales, un fuerte del siglo XVII, un museo de naufragios, granjas de caimanes y hasta un faro centenario. Ese marco, que alguna vez perteneció al imperio español, ahora se integra con oficinas improvisadas en casas de campo o apartamentos con conexión wifi de alta velocidad.
La confluencia entre pasado y presente convierte a St. Augustine en un caso particular de la nueva geografía laboral post-pandemia. Según datos del Censo, el condado experimentó un crecimiento poblacional de más del 20 % en esta década, cifra inusual para un lugar sin industria pesada ni universidades de gran escala. La transformación se debe, en gran parte, a decisiones personales motivadas por calidad de vida, conectividad digital y flexibilidad laboral.