
Elon Musk, el hombre más rico del mundo, podría permitirse vivir en cualquier mansión de lujo, en un yate privado o en los mejores hoteles del planeta. Sin embargo, su elección es otra: dormir en su oficina. En más de una ocasión, se le ha visto descansando en un simple sofá dentro de las instalaciones de Tesla o X, rodeado de cables, computadoras y latas de bebida energética. The New York Times señaló que, para el magnate, esto no es un sacrificio, sino una forma de vida.
Esta aparente contradicción —poseer una fortuna incalculable y, aun así, optar por una rutina de trabajo agotadora— responde a una filosofía que ha defendido durante años: la idea de que el éxito solo es posible a través de un esfuerzo extremo. Según Musk, trabajar más de 100 horas a la semana no solo es necesario, sino que es una ventaja competitiva.
La obsesión de Musk con el trabajo
El CEO de Tesla convirtió la sobrecarga laboral en una marca personal. En repetidas ocasiones, afirmó que trabajar 80 horas semanales es lo mínimo necesario para alcanzar el éxito y que, en situaciones críticas, llegó a trabajar hasta 120 horas por semana. Según su propia visión, esta dedicación extrema es lo que le ha permitido revolucionar industrias como la automotriz, la aeroespacial y la inteligencia artificial.
Según The New York Times, el multimillonario no solo impone este ritmo de trabajo para sí mismo, sino que también lo exige a sus empleados. Durante la crisis interna de Twitter (ahora X) tras su adquisición, despidió a la mitad del personal y advirtió a los restantes que la nueva cultura laboral sería “extremadamente dura”. Muchos empleados, enfrentados a la disyuntiva de aceptar estas condiciones o recibir una indemnización, optaron por renunciar.
Para Musk, trabajar sin descanso no es solo un medio para alcanzar objetivos, sino un distintivo de superioridad. “Trabajar el fin de semana es un superpoder”, dijo, reforzando la idea de que la verdadera excelencia solo se logra con un sacrificio absoluto. En este modelo, dormir en la oficina no es una necesidad, sino un símbolo: la prueba definitiva de su entrega total a la causa.

La justificación de Musk: trabajar más para controlar más
Desde su llegada a la cima de la industria tecnológica, Musk estuvo rodeado de ejecutivos que refuerzan esta lógica: el poder debe estar en manos de quienes dedican su vida al trabajo. Esta mentalidad lo llevó a desmantelar estructuras empresariales tradicionales y reemplazarlas por modelos donde la obediencia y la dedicación absoluta son requisitos indispensables.
Musk busca extender este modelo más allá de sus empresas. Con su “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE), intenta trasladar su enfoque empresarial al Estado, reemplazando a burócratas de carrera con tecnócratas y algoritmos de inteligencia artificial. Su lógica es simple: si en el mundo privado el esfuerzo extremo da derecho al liderazgo, ¿por qué no aplicar el mismo principio al gobierno?
La ética laboral en Silicon Valley
The New York Times resaltó que el modelo de trabajo extremo que promueve Musk no es un fenómeno aislado. Silicon Valley, el epicentro de la innovación tecnológica, cultivó durante décadas la idea de que la dedicación absoluta es la clave del éxito. Desde los primeros días de la industria, figuras como Steve Jobs, Jeff Bezos y Tim Cook han sido ejemplos de líderes que exigen jornadas interminables tanto para ellos como para sus empleados.
Bezos, por ejemplo, relató que en los primeros años de Amazon trabajaba 12 horas diarias, los siete días de la semana. Tim Cook, el actual director ejecutivo de Apple, es famoso por enviar correos electrónicos a las 4:30 a. m. En los años 80, los empleados de la división Macintosh de Apple usaban camisetas con la frase: “¡90 horas a la semana y me encanta!”.

Este culto al trabajo fue promovido como una virtud, como si la cantidad de horas dedicadas a una empresa fuera un reflejo del talento y el compromiso de una persona. En la visión de Silicon Valley, los líderes exitosos no solo deben ser brillantes, sino también incansables. La productividad se mide en sacrificio, y dormir en la oficina es un trofeo más que una necesidad.
Sin embargo, esta mentalidad también ha generado una cultura tóxica. El agotamiento, la falta de equilibrio entre la vida laboral y personal, y los problemas de salud mental se han vuelto moneda corriente en la industria tecnológica. Aunque la imagen del emprendedor que nunca descansa sigue siendo una aspiración para muchos, también se ha convertido en una carga que afecta a quienes la adoptan.