
Loni Willison, una figura de renombre en la década del 2000, es un claro ejemplo de cómo la vida puede cambiar drásticamente en un instante. La exmodelo y actriz estadounidense, que alguna vez brilló en portadas de revistas como Glam Fit y Flavor, hoy vive en las calles de Los Ángeles, un destino distante del éxito y la fama que había alcanzado.
Durante sus años de esplendor, Willison se casó en 2012 con Jeremy Jackson, actor conocido por su papel en la icónica serie Baywatch. La pareja parecía vivir un cuento de hadas, rodeada de lujos y alfombras rojas. Sin embargo, detrás de esa imagen perfecta se escondían oscuros episodios de violencia doméstica. En 2014, tras una serie de altercados violentos, Loni denunció haber sido agredida por su esposo.

En una entrevista con The Sun, relató que Jeremy la golpeó, dejándola con “dos costillas rotas, el cuello herido y rasguños en la cara y el cuerpo”, aunque, por miedo, decidió no presentar cargos. “No lo denuncié cuando me atacó porque tenía miedo. Estaba en un mal momento emocional y no quería que Jeremy fuera a la cárcel”, explicó Loni.
El matrimonio terminó ese mismo año, pero las secuelas fueron devastadoras. La actriz comenzó a enfrentar una serie de problemas emocionales y de salud mental que la arrastraron a una espiral destructiva. “Me llevó más de dos meses recuperarme adecuadamente. Terminé dejando mi trabajo como asistente de cirujano plástico y no pude conseguir trabajos como modelo”, comentó en 2015, según The Sun. A partir de allí, su vida comenzó a desmoronarse: perdió su empleo, su hogar, y lo que parecía un futuro prometedor se desvaneció rápidamente. La adicción a las metanfetaminas, que comenzó a desarrollar en ese período, empeoró aún más la situación.

Desde 2018, Loni, quien hoy tiene 41 años, ha sido vista viviendo en las calles de Los Ángeles. Empujando un carrito lleno de pertenencias y hurgando en la basura en busca de comida, su vida transcurre lejos del glamour que una vez conoció. Aunque su situación es desesperante, ella ha declarado que prefiere esta vida.
“Puedo vivir sola. Tengo todo lo que necesito aquí”, dijo en 2020 a The Sun, explicando que se siente más segura en las calles que en cualquier otro lugar. La negativa a aceptar ayuda de amigos y familiares ha sido constante. En una de sus entrevistas, señaló: “No quiero hablar con mis amigos, estoy bien. No quiero que nadie me ayude. A nadie le importo realmente, y no quiero verlos, ellos no quieren verme”.

El aislamiento de Loni también se ve reflejado en sus actitudes hacia los intentos de rehabilitación. En 2018, un especialista en rehabilitación de drogas, Larry Marinelli, se ofreció a ayudarla gratuitamente, ofreciéndole un plan de tratamiento. Sin embargo, la joven rechazó la oferta. “Solo quiero drogarme. Necesito drogarme, nadie me escucha. Necesito salir de aquí”, expresó, según Daily Mail. Este rechazo ha sido un patrón recurrente en su vida, donde la desconfianza hacia quienes la rodean se ha instalado con el paso del tiempo.

La relación de Loni con su exmarido Jeremy Jackson, marcada por el abuso y la separación, ha dejado una huella profunda en su vida. Aunque él logró rehacer su vida profesionalmente, participando activamente en la escena del fitness en Los Ángeles, la ex modelo sigue atrapada en su propia tormenta emocional. “Me roban todo el tiempo. La gente se lleva mis cosas. Básicamente, me ensucio lo más que puedo para que nadie me ataque”, confesó Loni, explicando cómo la lucha diaria por sobrevivir en la calle la ha llevado a tomar medidas extremas para evitar agresiones.
“Lo único que puedo hacer es sobrevivir, no es la vida que quiero, pero es la vida que tengo”, dijo Loni en una de sus últimas entrevistas, dejando claro que su batalla personal aún no ha terminado.