Mientras los incendios forestales en el condado de Los Ángeles han dejado un rastro de destrucción y desplazado a decenas de miles de personas, algunos residentes cuyos hogares se salvaron enfrentan otro tipo de angustia: la culpa del sobreviviente.
Uno de estos casos es el de Debbie Slavin, cuya casa en Winrock Avenue, en la comunidad de Altadena, permanece en pie mientras las seis primeras viviendas de su calle fueron consumidas por el fuego. “Y entonces está mi casa, que sigue ahí, de pie”, dijo Slavin a NBC News. “Y tienes que preguntarte, ¿por qué?”
Si bien se siente agradecida, Slavin también experimenta una profunda tristeza y culpa por sus amigos, vecinos y desconocidos que han perdido sus hogares. “Estoy tan, tan, tan triste por la pérdida que todos están atravesando y lo que tendrán que enfrentar”, expresó. “Es desgarrador”.
Miles de estructuras destruidas
Según el Departamento de Silvicultura y Protección contra Incendios de California (Cal Fire), hasta el miércoles se habían registrado más de 12.000 estructuras destruidas por los incendios de rápida propagación en el área de Los Ángeles. Estos incendios, impulsados por condiciones secas y vientos fuertes, han devastado comunidades enteras, reduciendo casas a escombros y obligando a miles de personas a considerar si podrán reconstruir sus vidas en los mismos lugares.
Uno de los fuegos más destructivos ha sido el incendio Eaton, que arrasó con parte de Altadena. Entre los afectados se encuentra Enrique Balcazar, quien regresó a su vecindario tras la evacuación y se encontró con un panorama desolador.
“Todo estaba en el suelo, quemado, todas las casas”, dijo a Telemundo. Sin embargo, su vivienda en construcción fue la única en su calle que quedó intacta. “No lo merezco”, expresó Balcazar. “No siento que merezca más que ninguno de mis vecinos”.
Una carga emocional
Este sentimiento de culpa entre quienes han escapado de una tragedia como un incendio forestal no es inusual, según Jennifer Gray Thompson, fundadora y directora ejecutiva de After The Fire, una organización sin fines de lucro que ayuda a comunidades a recuperarse tras incendios masivos.
“Las personas que perdieron sus casas, pero no sus vidas, se sienten culpables de quejarse de sus hogares porque saben que otros perdieron la vida”, explicó Thompson. “Y luego, las personas que no perdieron sus casas ni a un familiar sienten culpa por hablar de su propio trauma, porque piensan: ‘Tengo una casa a la que volver, así que, ¿por qué estoy tan traumatizado?’”.
Slavin, por ejemplo, ha evitado hablar con sus vecinos sobre el daño por humo que sufrió su casa, asegurando que su prioridad ha sido el bienestar de quienes lo han perdido todo. “No pensaba en mi casa. Pensaba en ellos y en cómo esto los estaba afectando”, afirmó.
En privado, ha tratado de encontrar explicaciones para la supervivencia de su hogar. Según contó, un incendio alcanzó la cerca de su propiedad, lo que provocó que una tubería de agua explotara y rociara su casa, posiblemente evitando que el fuego se extendiera.
“Un pastor de mi iglesia lo llamó ‘gracia aleatoria’”, comentó Slavin, refiriéndose a que otros en su comunidad también rezaron por la protección de sus hogares y aun así los perdieron. Por ahora, está alojada en casa de una amiga a unos 32 kilómetros de distancia y planea regresar con sus perros, Skylar y Snickers, cuando sea seguro.
Otro residente de Altadena, Kip Katz, también se ha visto abrumado por la destrucción. Su casa, una vivienda construida en 1954, quedó intacta, y cree que el campo de golf de Altadena sirvió como cortafuego para su propiedad y otras cercanas.
“No porque el campo de golf estuviera regado en exceso ni nada por el estilo”, explicó Katz, de 55 años. “Es solo que es un espacio abierto grande que el fuego no pudo atravesar”.
Sin embargo, la mayoría de las estructuras al norte del campo fueron destruidas, y el impacto en la comunidad ha sido devastador. Katz recorrió su vecindario el domingo y describió lo que vio como algo “irreal”. “Parece un set de película, porque algunas casas siguen en pie, y luego hay calles enteras que han desaparecido por completo”, relató.
Entre los negocios destruidos están su ferretería local, la tienda de mascotas y el supermercado donde solía comprar. Aunque su casa sigue en pie, Katz cree que la comunidad a su alrededor ha cambiado para siempre.
“Empiezas a pensar en todos los efectos que esto tiene. ¿A dónde van a ir todos estos niños? ¿Qué pasa con los ancianos que perdieron sus residencias asistidas? ¿Y las personas que solían cuidarlos? Es increíble”, se lamentó.
Altadena, según Katz, siempre ha sido una comunidad diversa, con una mezcla de residentes de distintos niveles socioeconómicos y culturales. “Es una ciudad pequeña, pero tiene una combinación enorme de culturas y todo lo demás”, explicó.
Ahora se pregunta si alguna vez podrá recuperar esa vitalidad. “No sé cómo reconstruimos. No sé cómo la gente navega todo esto”, expresó. “No sé cómo volvemos a ser una comunidad”.
Hasta ahora, los incendios en el área de Los Ángeles han cobrado la vida de al menos 27 personas, convirtiéndolos en uno de los incendios más destructivos en la historia de California. La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) informó que más de 49.000 personas han solicitado ayuda federal para la recuperación.