Los incendios forestales que arrasan Los Ángeles desde hace casi una semana dejaron una devastación que trasciende lo material. Entre los cientos de familias afectadas se encuentra la de Andrea Heindel, quien vio reducida a cenizas la vida que ella y sus padres habían construido a lo largo de más de cinco décadas en Palisades.
Dos hogares, símbolo de esfuerzo y unidad familiar, desaparecieron en medio del fuego, dejando como único rastro tangible la chimenea que su padre, un maestro albañil, había construido con sus propias manos. Durante una entrevista con la revista estadounidense People, Heindel admitió que todo lo ocurrido era “devastador”.
Los padres de Andrea, Michael Horusicky Sr., de 79 años, y Jana Horusicky, de 80, llegaron a Estados Unidos como refugiados en 1968 tras escapar de la invasión soviética de Checoslovaquia. Su nueva vida comenzó modestamente en un parque de caravanas en Paradise Cove, donde años más tarde, Michael fundó un negocio de construcción que se convirtió en su legado dentro de la comunidad.
El fuego redujo todo a cenizas
En 1971, los Horusicky compraron su primera casa en Fiske Street y, poco después, adquirieron otra en Edgar Street, a escasos metros de la primera. Décadas más tarde, en 2012, Andrea y su esposo, Jason, compraron la casa contigua, conectando ambos patios con una puerta lateral.
“Todo el mundo sabe quién es mi padre”, explica Andrea, recordando cómo la chimenea que construyó su progenitor simbolizaba no solo su oficio, sino también el vínculo familiar que compartían en Palisades.
El 7 de enero, mientras trabajaba en Hawái como representante de ventas, Andrea se enteró de los incendios a través de las noticias. Desesperada, llamó a sus padres y les instó a evacuar de inmediato. “Les dije: ‘Salgan de la casa’, pero se mostraron reacios. Hemos visto muchos incendios”, relata.
Finalmente, tras la insistencia de Andrea, Michael y Jana tomaron a sus dos perros y dejaron la casa, pero no lograron llevar documentos importantes ni sus medicamentos. “Creo que todos pensaron que volverían esa misma tarde o al día siguiente”, dice Andrea.
Se mantuvo en la línea hasta que sus padres llegaron al muelle de Santa Mónica, mientras pensó aliviada: “Está bien. Son seguros”. Aquel día se registraron en un hotel, pero la tragedia ya estaba consumada.
Al día siguiente, amigos de su hijo Jakob visitaron los restos de las casas y enviaron fotografías.
Un esfuerzo comunitario para la recuperación
“Enviaron la foto más devastadora pero hermosa de la cas de mis padres y la mía destruida. Todo lo que se ve es la chimenea. Esa fue la última que hizo mi padre como albañil. Y estaba decidido a hacerla antes de su cirugía a corazón abierto. Y luego se ve un sol gigante detrás de ella”, declaró Andrea para People.
“Toda mi infancia, así como la de mis hijos, se acabó”, lamentó Andrea durante su entrevista con la revista.
Además de la pérdida de su hogar, Andrea enfrenta el reto de apoyar a sus hijos, Misha, estudiante de noveno grado, y Jakob, en tercer año de secundaria. Ambos se han visto afectados no solo por el fuego, sino también por los desafíos educativos tras la pandemia. “Ya han pasado por la COVID, así que ahora vamos a tener que decidir a qué escuela van. ¿Qué van a hacer? Ya han dicho que no quieren volver a las clases en línea”, explicó.
Andrea también perdió todas sus pertenencias personales, incluido su anillo de compromiso. “No tenemos nada, así que esperamos volver a los escombros y tal vez encontrar algo”, añadió.
Para ayudar a la familia a salir adelante, se ha creado una campaña de recaudación de fondos en la plataforma GoFundMe, donde la comunidad ha mostrado su solidaridad. A pesar de las tragedias, admitió que sus padres “tuvieron suerte” y dijo sentirse alegrada de que abandonaran su hogar cuando lo hicieron.
“Si se hubieran ido cinco minutos más tarde, habrían estado en ese montón de automóviles”, concluyó.