Murió a los 100 años Bob Fernández, un veterano de Pearl Harbor a 83 años del histórico ataque

Fue uno de los últimos 16 sobrevivientes conocidos del bombardeo que marcó la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y dedicó su vida al servicio, la comunidad y la memoria de sus compañeros caídos

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Fernández murió pacíficamente en la casa de su sobrino Joe Guthrie, en Lodi, California (Crédito: AP Photo/Godofredo A. Vásquez, File)

Bob Fernández, uno de los últimos 16 sobrevivientes conocidos del ataque a Pearl Harbor, falleció pacíficamente a los 100 años el pasado miércoles 11 de diciembre en la casa de su sobrino, Joe Guthrie, en Lodi, California. Su muerte ocurrió pocos días después de que problemas de salud le impidieran asistir a la conmemoración del 83 aniversario del ataque japonés del 7 de diciembre de 1941, que marcó la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

Fernández tenía 17 años cuando vivió uno de los momentos más trágicos de la historia moderna a bordo del USS Curtiss, un hidroavión de apoyo que se convirtió en blanco durante el ataque sorpresa japonés. A pesar de sus funciones como cocinero, ayudó a transportar municiones a las armas del barco, enfrentando el peligro junto a sus compañeros. El ataque dejó un saldo devastador en el USS Curtiss: 21 tripulantes muertos y cerca de 60 heridos. Fernández nunca olvidó el caos de aquel día. En entrevistas posteriores recordó con claridad a sus compañeros rezando y llorando mientras el ataque se desarrollaba. “Perdimos a mucha buena gente”, expresó al describir los horrores de la guerra.

La noticia de su fallecimiento subraya el rápido declive del número de sobrevivientes de Pearl Harbor, quienes en vida compartieron los recuerdos de un evento que cambió la historia del siglo XX. Según la agencia The Associated Press (AP), solo 16 de ellos permanecen con vida en la actualidad.

Un servicio militar que marcó su vida para siempre

Bob Fernández dedicó seis años de su juventud a la Marina de los Estados Unidos, incluyendo su experiencia en Pearl Harbor. Esa etapa de su vida moldeó su carácter y su sentido del deber. Tras el fin de la guerra, dejó atrás la vida militar y se asentó en San Leandro, California, donde llevó una vida tranquila y trabajó como operador de montacargas en una conservera.

En su vida personal, Fernández encontró estabilidad junto a su esposa Mary, con quien compartió un matrimonio de 65 años hasta la muerte de ella en 2014. Aunque evitaba el protagonismo, su historia lo convirtió en una figura respetada dentro de la comunidad de veteranos. Participó en eventos conmemorativos mientras su salud se lo permitió y se esforzó por honrar la memoria de quienes no sobrevivieron.

Fernández se distinguía por su humildad y generosidad. En su retiro, disfrutaba actividades sencillas como la música, el baile y colaborar con sus vecinos en tareas comunitarias. Según su sobrino, era común verlo ayudando en labores de jardinería o mantenimiento, siempre con una actitud positiva y desinteresada.

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Fernández murió pacíficamente en la casa de su sobrino Joe Guthrie, en Lodi, California (Crédito: AP Photo/Godofredo A. Vásquez, File)

Consejos para la longevidad y un legado de fortaleza

A pesar de haber alcanzado el siglo de vida, Bob mantenía una rutina activa que combinaba hábitos saludables con una filosofía de vida basada en la amabilidad y el equilibrio. Recomendaba detenerse al comer cuando uno se sentía satisfecho, realizar pequeñas tareas diarias antes de dormir y tratar con respeto y empatía a los demás. Estas sencillas lecciones, practicadas a lo largo de su vida, dejaron una impresión duradera en quienes lo conocieron.

Su sobrino, Joe Guthrie, destacó que la disposición de Fernández para ayudar a otros fue una de sus cualidades más admiradas. “Él vivía con generosidad. Siempre se aseguraba de que todos a su alrededor estuvieran bien. Eso es algo que nunca olvidaremos”, dijo Guthrie, quien lo describió como un modelo de resiliencia y bondad.

Con el fallecimiento de Fernández, la memoria de Pearl Harbor pierde otro testigo directo. Sin embargo, su historia personal y su compromiso con el servicio militar siguen siendo recordados como un ejemplo de sacrificio y fortaleza. El ataque a Pearl Harbor, que dejó más de 2 mil 400 estadounidenses muertos y dañó y destruyó 19 buques de guerra y más de 300 aviones, marcó un antes y un después en la historia de Estados Unidos, llevando al país a un conflicto que transformaría el panorama global.

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Fernández murió pacíficamente en la casa de su sobrino Joe Guthrie, en Lodi, California (Crédito: AP Photo/Godofredo A. Vásquez, File)

El impacto histórico de los sobrevivientes de Pearl Harbor

El legado de Bob Fernández y otros sobrevivientes de Pearl Harbor trasciende sus experiencias individuales. Sus testimonios han sido clave para preservar la memoria de un evento que continúa siendo un recordatorio del costo humano de la guerra.

Según registros recopilados por AP, los sobrevivientes han dedicado décadas a compartir sus vivencias con las nuevas generaciones, resaltando no solo el impacto de los ataques, sino también la importancia de la paz y la reconciliación. En el caso de Fernández, su vida posterior al conflicto demostró que, incluso tras haber enfrentado una de las peores tragedias de la historia, es posible construir una existencia basada en la generosidad, la resiliencia y el compromiso con la comunidad.

El recuerdo de Bob y de sus compañeros perdurará en las ceremonias conmemorativas y en los relatos que ayudan a entender el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Su ejemplo personal, además, inspira a valorar la importancia de la unidad en tiempos difíciles. Con su muerte, se cierra otro capítulo en la historia viva de Pearl Harbor. No obstante, las enseñanzas de su vida seguirán iluminando el camino para futuras generaciones.

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