Una tendencia poco convencional pero en auge está generando ingresos significativos para quienes deciden dedicarse a rascar espaldas de manera profesional. En lugares como Miami, Pasadena y Nueva York, los llamados “rascadores”están transformando un simple acto en una experiencia altamente buscada por quienes desean alcanzar niveles profundos de relajación. Por tarifas que pueden superar los 100 dólares por hora, los clientes se someten a sesiones que, según los profesionales, van más allá de lo que un ser querido o un utensilio de cocina puede lograr.
Toni George, de 55 años, es propietaria de The Scratcher Girls, un spa ubicado en Miami que se especializa en esta inusual práctica. Los clientes pagan 130 dólares por sesión y se recuestan en una mesa de masaje mientras George utiliza sus uñas de 7,5 centímetros para recorrer cuidadosamente la espalda, piernas, brazos e incluso el cuero cabelludo y el interior de las orejas.
Según George, la experiencia suele llevar a los clientes a estados de somnolencia o incluso a expresar sonidos de placer: “tenemos personas que se relajan profundamente y otras que realmente hacen sonidos de éxtasis”, comentó en entrevista con The Wall Street Journal (WSJ).
El trabajo de George no se limita a Miami. Viaja dos veces al año a ciudades como Filadelfia, Nueva York y Los Ángeles para atender a su creciente clientela. Además, tiene planes de expandir su práctica a Europa el próximo año. “La gente nos está viendo desde todas partes del mundo”, afirmó, señalando la popularidad de los videos que publica en redes sociales, donde los espectadores observan a clientes disfrutar de la experiencia en habitaciones iluminadas con velas.
Otra profesional destacada en este emergente mercado es Julie Luther, fundadora del spa Soft Touch ASMR en Pasadena, California. Luther, quien anteriormente trabajaba como diseñadora de patrones con un sueldo de seis cifras, decidió dedicarse de lleno al negocio de rascar espaldas en 2022. Ahora gana más que en su empleo anterior, con tratamientos que cuestan 110 dólares por 50 minutos y listas de espera que suelen llenarse con una semana de anticipación.
Las sesiones de Luther no sólo incluyen el uso de sus uñas. Ella emplea plumas de gallo para recorrer suavemente el rostro, pinceles de maquillaje para acariciar el cuello y técnicas como el “juego de cabello”, que involucra cepillar, peinar o trenzar el cabello del cliente. Según Luther, el toque que ofrece es “puro placer, pero no de manera sexual”, dijo al WSJ.
Para quienes se dedican a esta profesión, mantener límites claros es esencial. George, de The Scratcher Girls, establece reglas estrictas en su spa. “No rascamos pechos ni abdomen”, enfatizó.
El mantenimiento de sus uñas, que son su herramienta principal, requiere dedicación. George utiliza gel y acrílico para mantenerlas fuertes y asegura que nunca ha roto una. La limpieza es meticulosa: “Uso un cepillo de uñas, jabón y las froto tanto como un cirujano”, detalló. Antes de cada sesión, lima las puntas de sus uñas para darles la apariencia de “pequeñas dagas”.
ASMR y los efectos neurológicos del rascar
El fenómeno de las sesiones de rascar va más allá de la simple relajación. Según Craig Richard, profesor de ciencias biomédicas en la Universidad Shenandoah en Virginia, el rascado suave puede desencadenar una respuesta conocida como ASMR (Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma). Este término describe una sensación de hormigueo en el cerebro que puede inducir un sueño profundo y un nivel de relajación más intenso que un masaje tradicional.
Richard explica que el rascado libera tres químicos en el cerebro: endorfinas, oxitocina y dopamina, creando una sensación de placer, reduciendo el estrés y generando un deseo de repetir la experiencia. “Es un cóctel maravilloso”, afirmó.
Clientes como Mariann Yip, una bloguera de estilo de vida de 31 años, han experimentado estos efectos. Yip probó el servicio en WhisperWave, un spa de Nueva York donde utilizan pinceles de maquillaje y plumas para acariciar la piel. “Sentí una sensación de flotar. Es casi como si estuvieras soñando, pero consciente”, dijo.
Creatividad en las técnicas
WhisperWave es dirigido por Rebecca Benvie, quien comenzó su negocio en enero y ahora opera dos estudios en Nueva York, uno en Manhattan y otro en Brooklyn. Las sesiones de una hora cuestan 162 dólares y pueden incluir elementos poco convencionales, como el sonido de juguetes para gatos cerca de los oídos o el trazado de palabras de afirmación, como “Estoy a salvo”, en los brazos del cliente.
En otra técnica, Benvie utiliza su dedo para dibujar una escena en la espalda del cliente mientras susurra una descripción detallada, como una casa en el bosque con una mesa llena de personas riendo y compartiendo historias.
Benvie busca transportar a sus clientes lejos del bullicio de la ciudad. “Quiero que sientan que están lo más lejos posible de Nueva York”, explicó. Al final de cada sesión, los espera fuera de la habitación y observa cómo, “sin falta, salen tambaleándose en un estado de aturdimiento”.
Entre el creciente interés por las experiencias de relajación personalizadas y el auge del contenido relacionado con el ASMR en las redes sociales, los rascadores profesionales están encontrando una nueva forma de capitalizar el poder de un toque humano cuidadoso y especializado.