Apenas a 30 kilómetros de Vitoria, la localidad de Añana emerge como uno de los tesoros de la región. Este municipio alberga un legado industrial que se remonta a más de 7.000 años de antigüedad, cuando la sal era explotada por las civilizaciones que allí se asentaban. Esta huella ha llegado hasta nuestros días en lo que conocemos como el Valle Salado de Añana, un espacio único dedicada al ‘oro blanco’ y que se ha convertido en uno de los atractivos más impresionantes de Álava.
Este enclave se ubica en el municipio de Salinas de Añana y constituye uno de los conjuntos salineros más antiguos y mejor conservados del mundo. Así, el viajero puede conocer de primera mano el proceso de producción de la sal y cómo este producto ha sido un elemento esencial para la vida de los habitantes de la región. Pero esto no es todo, pues el valle se incrusta en un paisaje de gran belleza y alto valor geológico, ya que se asienta sobre una burbuja de sal de un antiguo mar de hace 200 millones de años.
Un legado histórico que perdura en el tiempo
Las Salinas de Añana han sido explotadas de manera ininterrumpida desde la prehistoria, concretamente desde alrededor de 7500 a.C. Durante siglos, su producción de sal fue una de las más importantes de la Península Ibérica, siendo un bien codiciado tanto por su uso en la conservación de alimentos como por su valor económico y comercial. A diferencia de las salinas marinas, las de Añana aprovechan manantiales de agua salada procedentes del subsuelo. Esta agua, rica en minerales, es canalizada a través de un complejo sistema de terrazas y estructuras de madera, donde se deja evaporar para obtener la preciada sal.
Estas estructuras, repartidas por todo el espacio, constituyen plataformas de evaporación construidas por cientos de generaciones de salineros con piedra, madera y arcilla. Sobre ellas se vierte el agua salada procedente de dichos manantiales para obtener la sal por medio de la evaporación solar. Sin embargo, esta actividad estuvo prácticamente parada durante el siglo XX, hasta que en el año 2009 se creó la Fundación Valle Salado. Esta fundación sin ánimo de lucro ha llevado a cabo un ambicioso programa de revitalización para devolver al valle su esplendor original.
Es por ello que tiene como misión preservar este legado histórico y garantizar su continuidad. Su objetivo principal es la producción de sal mediante técnicas ancestrales transmitidas por generaciones de salineros, destacadas por su respeto al medioambiente y su sostenibilidad. Actualmente, la Fundación comercializa cinco tipos de sales naturales, todas ricas en oligoelementos y valoradas por chefs de prestigio internacional: Flor de Sal, Sal de Manantial, Chuzo de Sal, Sal Líquida y Sal Fina.
Un destino turístico de interés cultural y natural
Hoy en día, las Salinas de Añana se han convertido en un atractivo turístico de primer nivel. Los visitantes pueden recorrer sus pasarelas de madera, conocer el proceso de extracción de la sal y participar en experiencias como la cata de sales o los tratamientos de haloterapia, aprovechando los beneficios terapéuticos de la salmuera. Además, también puede contemplar los manantiales desde donde emerge el agua en una experiencia única para los sentidos.
Igualmente, el entorno natural que rodea el valle salado también ofrece oportunidades para el senderismo y la observación de fauna y flora autóctona, pues es la puerta de acceso a Valdegovía y el Parque Natural de Valderejo. La combinación de historia, naturaleza y tradición convierte a este enclave en una visita obligada para los amantes del patrimonio y la gastronomía.
Cómo llegar
Desde Vitoria, el viaje es de alrededor de 35 minutos por las carreteras A-1 y A-2622. Por su parte, desde Bilbao el trayecto tiene una duración estimada de 1 hora y 5 minutos por las vías AP-68 y N-622.