El extenista Alberto Berasategui y su lucha contra los calambres: “Fui a que me tratara el médico del Bayern Múnich y me pinchó 60 inyecciones en tres días”

El extenista español habla con ‘Infobae España’ sobre su forma de coger la raqueta, de cuando ganó a Agassi e hizo llorar a Brooke Shields o de su lucha contra los calambres

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El extenista Alberto Berasategui (EFE)
El extenista Alberto Berasategui (EFE)

Alberto Berasategui tenía tan solo seis años cuando cogió por primera vez una raqueta. Por entonces su mayor rival era la pared. Sus hermanos, que son mayores, no querían jugar contra él. Con 13 se fue a Estados Unidos, para seguir entrenando a la vez que lo compaginaba con sus estudios. A los 21 ya estaba jugando una final de Roland Garros. Y con tan solo 28 y una gran carrera a sus espaldas, decidió colgar la raqueta. Tanto la final de París como la retirada le llegaron demasiado joven, ahora visto con “perspectiva y experiencia, lo habría hecho de otra forma”, asegura el extenista a Infobae España.

"Yo empecé por mi padre“, recuerda Berasategui. “Él se aficionó mucho al tenis y al lado de su oficina hicieron una pista de tenis”, añade. A partir de ese momento, tanto Alberto como sus hermanos, que eran cuatro, empezaron a jugar. Al principio, ninguno quería jugar con él porque era el más pequeño. La pared fue su primer rival. Después su padre decidió comprar una máquina de bolas y poco a poco Alberto fue mejorando. “Mi padre vio que yo tenía mucha afición y contrató a mi primer entrenador”. Por entonces tenía solo nueve años. A medida que fue creciendo, su nivel fue mejorando. ¿El problema? “El tenis en el País Vasco no tenía mucho arraigo”, explica.

Entonces se le plantearon dos posibilidades, trasladarse a Cataluña o irse al extranjero. “Mis padres decidieron que era mejor que me marchara a Estados Unidos, a una academia que tuviera colegio y donde pudiera jugar al tenis. Así, si no llegaba a ser tenista, tenía los estudios y el inglés”. Tres años después regresó a España y se incorporó al equipo Bimbo, que era de la Federación Española de Tenis. En ese mismo grupo también estaban Albert Costa y Àlex Corretja, entre otros. A esas alturas, Alberto todavía no se imaginaba que llegaría a ser tenista profesional. “Tenía cierto nivel, pero solo en ámbito estatal, ni se me pasaba ser profesional”.

El extenista Àlex Corretja (Europa
El extenista Àlex Corretja (Europa Press)

Todo fue rodado para él. Con 18 años ya estaba jugando algunos torneos de Challenger, que son los que dan acceso para jugar las fases previas, las competiciones más importantes. Tres años después estaba en la final de Roland Garros. “Me hubiera gustado haber alcanzado esa final, pero con un poquito más de experiencia y más de más partidos en mi carrera”. Alberto llegó a la cita parisina sin ningún tipo de expectativas, solo quería “coger experiencia y acumular partidos”. Tan solo una semana antes había conseguido llegar a la final en Bolonia y su confianza estaba por las nubes. “Pero jamás habría pensado que iba a llegar tan lejos en un Grand Slam”.

Las rondas se fueron sucediendo y Alberto Berasategui fue acabando con todos los rivales que se cruzaron en su camino. Llegaron los cuartos y volvió a ganar. El mismo resultado se repitió en semifinales. Y entonces, la final. “Lo que había conseguido era algo grande y ni lo había asimilado. Fue después cuando me di cuenta de que haber jugado aquella final, en cierto sentido, me había cambiado un poquito a nivel deportivo”. Ni la Philippe Chatrier hasta la bandera, ni su rival, Sergi Bruguera, le infundieron nervios. Aunque hubo algo que sí lo hizo: “Estaba quizá más nervioso porque me dijeron que venían los Reyes de España”, quienes no quisieron perderse la primera final de Roland Garros entre dos españoles.

La copa acabó levantándola Bruguera, que era el favorito y el número uno en tierra batida. Mientras que Berasategui accedió “a aquella final sin esperarlo”. “Llegué pensando si perdía no pasaba nada y que el hecho de haber llegado a la final ya era un hecho histórico y suficiente”. Ahora, viendo los hechos con perspectiva, “la trataría con un poquito más de agresividad o planteándola diferente”. Ese mismo año, 1994, disputó nueve finales y levantó la copa en siete de ellas. Por entonces ya era consciente de que la tierra batida era donde debía conseguir el máximo número de títulos. Y fue precisamente esa superficie y las copas conseguidas en tierra, las que le abrieron las puertas de las ATP Final, donde solo acuden los ocho mejores.

El partido ante Agassi en Australia y el llanto de Brooke Shields

Esa clasificación basada en tierra provocó recelos en la ATP y quejas de algunos tenistas como Agassi. A partir de ese momento el reglamento cambió. “Yo siempre he dicho que fue debido a que yo clasifiqué de aquella forma, pero no sé si realmente fue por mí. Aunque el reglamento sí cambió y empezaron a obligar a jugar los Grand Slams, porque yo en aquel entonces en Wimbledon me lo saltaba y a veces el Open de Australia por calendario, también”.

Andre Agassi y Brooke Shields
Andre Agassi y Brooke Shields (Clive Brunskill/ALLSPORT)

Años más tarde, el destino quiso que Berasategui y Agassi se enfrentaran precisamente en el Open de Australia. “Recuerdo que estábamos en el pasillo de salida a la pista, era partido de nocturno, el último partido del día de octavos de final. Él estaba con Brooke Shields, que por entonces estaba casado con ella. Y hasta de saltar a la pista estaban los dos sonriendo. Ella le decía que si acababa pronto luego se iban a cenar. Y yo estaba detrás escuchando todo”.

Con dos sets abajo, el español fue capaz de sobreponerse y levantarse para acabar ganando el partido por 2-3 (3-6, 3-6, 6-2, 6-3 y 6-3). Una impecable remontada que quedó grabada en la mente de los aficionados y en el corazón de la actriz. “Al acabar el partido, después de tres o cuatro horas, ella estaba ahí, en el mismo sitio donde la había dejado, pero en vez de riendo estaba llorando”. Agassi, sin embargo, reconoció el mérito de su rival: “Me felicitó y me dijo que me daba la enhorabuena no solo por el partido, sino porque había mejorado mucho en pista rápida y eso era de merecer”.

La ‘empuñadura Berasategui’

Lo especial era la manera en que cogía la raqueta. Es una empuñadura que llaman Wester, muy girada, muy pausada. Es una empuñadura que nadie me enseñó”. Él empezó con la empuñadura continental, la habitual en los jóvenes principiantes, y poco a poco se le fue girando. “Cuando era pequeño me daba la sensación de que cogiendo así la raqueta generaba un poquito más de potencia, consiguió más efecto. Y al final me quedé con esa empuñadura”.

A los 11 años, viajó a Barcelona para que el padre de Sergi Bruguera le viera la empuñadura para saber si con esa forma de agarrar la raqueta podría llegar a profesional o si tenía que cambiarla. El resto de la historia, como suele decirse, es historia. “Yo aceleraba muy rápido con la mano y me movía muy bien de piernas, entonces esa empuñadura me venía bien”. Donde le restaba esa forma de agarrar era en el revés. ¿Qué hizo? Correr el doble de kilómetro para intentar dar siempre o, siempre que se pudiera, con la derecha.

Los calambres y las 60 inyecciones

Durante toda su carrera tuvo que acostumbrarse a que los calambres aparecieran en el peor momento posible, tanto de los partidos como de los torneos. “Ha sido durante toda mi carrera. Yo sabía que los partidos que se alargaban, o cuando el día era muy caluroso o había mucha humedad, me acalambraba”. La potencia y agresividad de su juego y los kilómetros de más que corría por su peculiar empuñadura no ayudan a calmar los alambres. En este sentido, también entona el mea culpa: “Tampoco yo era el mejor profesional del mundo, me tenía que haber hidratado mejor, haber hecho más estiramientos y cuidar más la alimentación. Aunque creo que esos calambres, más tarde, pero habría aparecido”.

Él era consciente de que si el partido se alargaba más de tres sets, los calambres aparecerían. Esta dolencia no fue la causa de su temprana retirada, pero sí considera que sin ellos “igual hubiera conseguido algún resultado mejor”. Durante su carrera consultó todo tipo de médicos, quienes le dieron todo tipo de recomendaciones y ninguna funcionó. “Uno me dijo que antes de los partidos tenía que ponerme una bañera de agua caliente y estar 20 minutos o media hora. Pero claro, ahí salía como plátano, muy relajado y en los partidos hay que estar un poco activo”. Incluso viajó hasta Alemania para que le tratara el entonces médico del Bayern de Múnich. “Me dijo que era falta de vitaminas y que lo podía curar. Fui dos o tres semanas antes de Roland Garros y me puso 30 inyecciones de supuestas vitaminas en la espalda un día. Al día siguiente descansé y al tercer o cuarto día me pinchó otras 30. Semanas después aterrizó en París para jugar en Roland Garros y volvió a acalambrarse.

Su retirada llegó a los 28 años. Ese año registró varias derrotas, malos partidos y cayó en el ranking hasta casi el puesto 100. Pero en el último tramo del año, comenzó a recuperar su juego y a sentirse de nuevo a gusto en las pistas e ilusionado por comenzar la pretemporada y un nuevo año. El problema llegó cuando tuvieron que operarle de tres hernias. Después de estar tres meses parado volvió al circuito, pero ya nada era lo mismo. “Me entró la típica neura mental y dije lo dejo. Y lo dejé”. Una decisión de la que se arrepiente en cierta medida: “Con el tiempo sí que pensé que había sido bobo y que podía haber alargado un poco más la carrera”.

Tras colgar la raqueta, su vinculación con el mundo del tenis no cesó. Estuvo un tiempo trabajando en una empresa familiar y, después, llegó la llamada de su amigo Feliciano López, reclamando que volviera al ruedo, pero esta vez bajo el rol de entrenador, su entrenador. “Tenía el típico gusanillo de ser entrenador alguna vez y acepté. Estuve viajando con él un tiempo y realmente no le fue mal”. Durante esa etapa aprendió “cosas desde el otro lado de la barrera”. Un año y medio duró esa aventura. El siguiente paso en su carrera fue como comentarista y después se incorporó al equipo del Mutua Madrid Open. Ha pasado por distintos roles en el mundo del tenis y de todos ellos se lleva un aprendizaje.

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