
Gustavo Torner ha fallecido a los 100 años, tal y como ha confirmado el Espacio Torner, un centro dedicado a su obra y uno de los motores culturales más importantes de Cuenca en la segunda mitad del siglo XX. El pintor y escultor conquense ha permanecido vinculado a la docencia y a las artes la mayor parte de su vida. Aunque, sus comienzos profesionales estuvieron ligados a la ingeniería forestal, su inquietud autodidacta lo llevó a incorporarse a las corrientes de abstracción e informalismo en los años cincuenta.
En ese periodo, comenzó a gestarse el nombre de uno de los principales exponentes, junto a Fernando Zóbel y Gerardo Rueda, de la llamada “escuela conquense”. A mediados de los años 60 protagonizó uno de los primeros intentos de institucionalizar el arte moderno en nuestro país, con la fundación del Museo de Arte Abstracto Español en esta misma ciudad.
De su primera pintura hasta sus comienzos como escultor

Se podría decir que para Torner todo comenzó en 1956, cuando presentó su primera obra abstracta, llamada Roca. Esta etapa estuvo marcada por el uso exclusivo del óleo, que progresivamente fue mezclado con otros componentes para dar un mayor efecto matérico. Así, a mediados de los años sesenta, la obra de Torner se volvió más compleja y dio paso a montajes de gran carga escenográfica.
Debido a los pasos agigantados de su carrera artística, en 1965 decidió dejar definitivamente su ocupación en la ingeniería forestal para dedicarse a tiempo completo a la creación. Así, el artista diversificó su trabajo y colaboró en artes gráficas, diseño de espacios, escenografías y figurines teatrales. Entre sus colaboraciones relevantes destaca la remodelación de las tiendas de la casa Loewe y la intervención en salas del Museo del Prado.
En este periodo se sitúan los trabajos de la serie “Homenajes a artistas del pasado”, donde el artista, según Fernando Zóbel, habitaba “un mundo equívoco y borgesiano donde las realidades se confunden y los contrarios se encuentran”. Su experimentación se extendió también a la escultura monumental, como ocurre con el Monumento Conmemorativo del I Congreso Mundial Forestal, instalado en plena serranía de Cuenca en 1966. Trabajos como este demuestran su interés por integrar distintos materiales —troncos, acero inoxidable— en el entorno natural.
A lo largo de más de setenta años, Torner desarrolló una obra que se caracteriza por su capacidad de experimentar con materiales y formatos. En sus primeras obras, la naturaleza ocupa un lugar preeminente. Sus dibujos para la publicación Flora Forestal de España le permitieron profundizar en la observación botánica y le sirvieron de ejercicio estilístico. Más adelante, incorporó a sus pinturas materiales como arena, cáñamo o raíces vegetales, y pronto él mismo se distanciaría de la figuración para adentrarse en una abstracción sensible y matérica.
El legado de Torner en España

A pesar del gran legado que ha dejado Torner en Cuenca, también ha dejado su huella en nuemerosos puntos de España. En Madrid, por ejemplo, su obra La rectitud de las cosas se yergue junto al Museo de Historia desde 1980. Asimismo, en la plaza de los Cubos, ubicada a unos metros de la Plaza de España, se encuentra la escultura Los Cubos o Reflexiones.
Por otro lado, en un intento por institucionalizar el arte moderno en nuestro país, Torner diseñó y donó una de sus creaciones más ambiciosas al Museo de Arte Abstracto Español. Según Madrid.es, le fue adjudicada una sala de 7 por 15 metros en la calle Serrano, y concibió el espacio como Plaza-Escultura, inspirada en un relato de Borges sobre la cartografía. Su intención era representar una plaza con una fuente, buscando que solo quienes observaran “con sensibilidad y atención” advirtieran que todo el conjunto era una escultura.
Sin embargo, la versión final de la obra sufrió ajustes respecto a la propuesta original: el material cambió del tosco piedra volcánica al granito pulido, y el mecanismo de agua que debía recorrer la superficie nunca fue activado. Así, la huella de Gustavo Torner permanece activa en museos como el Reina Sofía y en las calles de varias ciudades.
Como asesor artístico de la Fundación Juan March y benefactor del Museo de Historia, los premios y reconocimientos jalonaron igualmente su carrera. Torner fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y recibió la Gran Cruz de Isabel La Católica, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, entre otras distinciones estatales y autonómicas. De este modo, aunque nos despedimos hoy de una figura esencial en el paisaje artístico español, el pintor y escultor deja un legado que sigue latiendo en la cultura española.
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