
El miedo, los complejos, la soledad, el dolor. ¿Qué tienen que ver esos temas con el humor? Una pregunta parecida podría hacerse quien leyera la sinopsis de Venga que si es pa’eso, el nuevo espectáculo de Andrés Parra.
Con todo, al actor colombiano parece haberle ido bastante bien en los escenarios de todo el mundo por los que ha llevado su show, de Colombia a Nueva York, pasando por todas las capitales de Latinoamérica y, próximamente, por ciudades como Berlín (13 de junio), Barcelona (14 de junio) o Madrid (15 de junio).
La primera vez que en España conocimos a este actor, reconocido en todo el mundo por protagonizar películas como La odisea de los giles (2019) o series como Pablo Escobar, el patrón del mal (2012), fue precisamente cuando un Nobel de Literatura como Mario Vargas Llosa nos habló de esta última producción. El escritor, con un pie en cada continente, no dejó de alabar el “enorme talento” de este actor, algo que, cuando se lo explicamos a Andrés Parra, solo puede exclamar: “¡Qué vergüenza!“.

La gran desgracia del ser humano es...
Venga que si es pa’eso no va de halagos, precisamente, sino justo de lo contrario. Nació, de hecho, de la siguiente pregunta: “¿Y si empezamos a compartir la miseria?“. En una conversación con Infobae España, el actor comparte que formularse esta pregunta le hizo darse cuenta de las cosas que más nos duelen son, precisamente, las que más pueden unirnos.
“Lo único a lo que realmente vinimos aquí fue a ser nosotros mismos”, asegura. “Yo creo que esa es la gran desgracia del ser humano: está como partido por la mitad entre lo que debería ser, cómo se debería comportar, lo que debería lograr”. Toda esa información, afirma, nos bombardea desde que nacemos. “Yo creo que ahí está la raíz de gran parte de nuestra neurosis vivimos es actuando y ni nos enteramos“.
Es por eso que el actor tomó la decisión de estrenarse en el mundo del stand-up comedy con un espectáculo que hiciera a la gente confrontar esa propia contradicción. “Hay gente que está más rota que otra, pero es muy difícil encontrar a una persona que no tenga algo roto adentro. Cuando esas heridas se enfrentan, se observan, se miran, se sanan... aparece el humor como la prueba de que esto ha sido superado”.

“¿Por qué gente, teniéndolo todo como yo, estamos así?"
En otras palabras, el Parra propone “burlarse” de la tragedia, y no de cualquier forma. Y es que, cuando decidió lanzarse a por este reto, decidió que iba a ser fiel a mi estilo. “Un humor negro, mal hablado, rudo, grosero, cínico”, se define. “No es un humor blanco, ni políticamente correcto”. Una fórmula personalísima que busca, en cierto modo, “anestesiar” al espectador para que cale el mensaje, de modo que, al final, le sea imposible huir de su propia confrontación.
Hasta el propio Andrés Parra hace humor de sus propias heridas. No esconde, por ejemplo, que comenzó a ser gracioso por haber sido “un adolescente gordito”. “A los gordos nos toca ser chistosos, eso nos facilita las cosas”. La angustia, la ansiedad, los miedos, los complejos y la depresión han formado parte de su vida como, en realidad, de la de todos.
“Pareciera ser que las figuras públicas y la gente que sale en televisión está obligada a mostrar sus triunfos y sus éxitos, la última compra, el último viaje... yo le aposté a lo otro”, comparte. Nadie escapa del mal: “Igual el que está en su yate en las Bahamas está absolutamente infeliz, entonces yo ahí dije ‘pero esto por qué, tan raro? ¿Por qué gente, teniéndolo todo como yo, estamos así? ¿Qué es lo que estamos haciendo mal?‘“.
Por este motivo, Venga que si es pa’eso le ha servido también como catarsis para empezar a buscar respuestas que, asegura, ha logrado encontrar. “Era mucho más fácil de lo que yo pensaba”, asegura, y es eso lo que trata de hacer ver en su show.

Dejar que la tristeza haga “lo que tiene que hacer”
Y no, no se trata de vivir sin preocupaciones ni sufrimientos sino, simplemente, de aceptarlos. “Yo tengo dolores, pero mi sufrimiento no es tanto porque ya lo acepto y ya tengo la capacidad de observarlo, de acogerlo”, cuenta. “Ya no lo resisto, ni lo evito, no lo disimulo: me entrego”. Antes, recuerda, cuando se levantaba triste gastaba toda su energía en dejar de estarlo, ya fuera buscando cosas que hacer u otros estímulos. “Hoy es ‘ah, okey, amanecí triste y está perfecto, forma parte del juego”.
Fue cuando empezó a tomárselo de este modo cuando se dio cuenta de que ”la tristeza hace lo que tiene que hacer: que es pasar“. “Yo creo que haber aprendido a no resistirme ha sido la clave. No hay que resistirse: el dolor tiene una función, la tristeza tiene una función, la melancolía tiene una función. Pero estamos en una cultura en la que no puedes estar triste, no puedes estar bravo, no puedes estar nostálgico”.
Se nos obliga, al mismo tiempo que nos obligamos, a estar contentos. “Estamos luchando contra la naturaleza: eso es como tratar de parar un tsunami y no, eso no funciona así”. El dolor no desaparecerá, pero podemos intentar dejar de ser sus víctimas. “Se acabó esta cosa de culpar al mundo entero de mi infelicidad: ¿por qué, si yo puedo ser feliz, siempre estoy escogiendo mi desdicha?“.
Y es con este mensaje, perfeccionado a lo largo de más de un año recorriendo el mundo, que pretende compartir esa catarsis. “El show es como una montaña rusa: hay momentos muy duros, que no dan risa, y la gente ha llorado, ha sufrido y se ha reído conmigo. Pero yo creo que lo más bonito que ha pasado con el show es que ha habido gente que ha salido del show y ha podido tomar una decisión que llevaba mucho tiempo pensando y no había sido capaz”. Desde dejar una relación a dejar un trabajo. Cambiar, en resumen, de vida. “Hay gente que ha salido loca de allá”, bromea Parra. “Qué pena, no era la intención”.