Por qué Madrid se convirtió en la capital de España: luchas de poder, especulación inmobiliaria y una oferta de 250.000 ducados

La falta de competencia cerca de la Villa provocó el establecimiento permanente de la corte, aunque no fuera capital ‘oficial’ hasta hace menos de 100 años

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Imágenes de la Plaza Mayor
Imágenes de la Plaza Mayor de Madrid en el siglo XVII y XXI, junto a un retrato de Felipe II de España.

6 de abril de 1606. La corte de Felipe III regresa a Madrid después de cinco años en Valladolid, la ciudad que, durante ese lustro, había sido la capital de la monarquía hispánica. Los Austrias, dinastía que desde hacía tres generaciones gobernaba el mayor imperio del mundo, se establecían de nuevo en una ciudad que, a partir de ese momento, nunca más dejaría de ser el centro del país que hoy conocemos como España.

Y es que, aunque hoy nos resulte imposible pensar que Madrid no sea la capital, lo cierto es que, hasta el año 1561, en el territorio de los Austrias existía lo que se conocía como una corte itinerante. Esto es: un séquito real, liderado por el propio monarca, que se desplazaba de un lugar a otro para establecer diferentes centros políticos en el país. Los reyes, de hecho, preferían ciudades como Toledo o Valladolid para asentarse antes que Madrid, una ciudad de origen árabe que no gozaba de grandes características para ser el epicentro de un imperio.

Es más, durante mucho tiempo, se aseguró que Carlos I, primero en la dinastía de los Austrias, le dijo a su hijo Felipe II: “Si quieres conservar tus reinos deja la capital en Toledo, si quieres aumentarlos, llévala a Lisboa, y si quieres perderlos, trasládala a Madrid”. Si bien los anacronismos de la sentencia -Lisboa no formó parte de la monarquía hasta 20 años después de la muerte de Carlos I- han acabado por desmentir que esto realmente sucediera de este modo, esto no quita que Madrid no dejara de ser, a ojos de la sociedad de la época, un lugar “con tiempo lluvioso sólo apto para ahogar ratas”.

Puerta del Sol en el
Puerta del Sol en el siglo XVII. (Museo Municipal de Madrid)

Un lugar alejado del clero y la nobleza

¿Cuál fue entonces la razón por la que Felipe II decidió desoír esas supuestas recomendaciones y establecer la capital en España? Hay muchas teorías al respecto y no son excluyentes. Hay fuentes historiográficas que destacan las buenas “condiciones naturales” de la ciudad. “Testigos de aquella época nos han trasmitido la descripción de sus frondosos bosques, montes poblados y abundantes pastos”, escribe Ignacio Lozón Urueña en Madrid, Capital y Corte. “El agua surtía espontáneamente en numerosos puntos de la región”, algo que Isabel de Valois, por aquel entonces esposa del monarca, tenía en gran estima.

No obstante, lo cierto es que el establecimiento definitivo de la corte real en Madrid tuvo más que ver, como siempre, en realidad, con la lucha interna por el poder entre tres grandes actores: la Iglesia, los nobles y la realeza. Tradicionalmente, los grandes señores y aristócratas se habían repartido el poder con el clero, mientras el poder del rey era más reducido.

Sin embargo, los Austrias importaron un nuevo sistema que buscó concentrar todo el poder en la figura del emperador. Y Madrid, en ese sentido, era ideal: no había grandes familias cerca de esa villa -los más cercanos residían Guadalajara-, del mismo modo que la ciudad, por aquel entonces, carecía de obispo, por lo que tampoco había sido capital religiosa y escapaba de las influencias de otras urbes como Toledo. Algo muy parecido haría, de hecho, el rey Luis XIV en Francia cuando decidió marcharse a Versalles.

Plano de Madrid en el
Plano de Madrid en el siglo XVII. (Museo Municipal de Madrid)

Madrid dejó de ser capital durante cinco años

A pesar de que Felipe II no se volvería a mudar, sí que lo haría su hijo, Felipe III, después de que en 1601 decidiera establecer una nueva capital para la monarquía hispánica: Valladolid. Una decisión que, de nuevo, vino motivada por la sed de poder de una de las personas más cercanas al rey, el duque de Lerma.

Su nombre era Francisco de Sandoval y Rojas y pese a no proceder de uno de los grandes linajes de la corte, muy pronto logró ir escalando hasta situarse como mano derecha del monarca. Desde ahí, vio cómo Felipe III se había rodeado de personas que, por propio interés, influenciaban al rey en determinadas decisiones que podían perjudicar los negocios del duque, con la abuela de Felipe, María de Austria, que residía en el convento de las Descalzas Reales de Madrid.

Así, de nuevo, la capital fue traslada. Y, de nuevo, nadie entendió la decisión de marchar a otra ciudad que, según los cronistas, no tenía “ni donde tener un rato de entretenimiento ninguno, ni en muchas leguas a la redonda”. Por no tener, los Austrias no tenían ni palacio propio, si bien eso fue rápidamente solucionado por el duque de Lerma, quien compró uno para, solo un año después, vendérselo a Su Majestad por más del doble.

Casa de Campo en el
Casa de Campo en el siglo XVII. (Museo Municipal de Madrid)

No fue el único negocio del duque con el traslado de la corte a Valladolid. Poco antes, había comprado varias viviendas en la ciudad, una inversión muy rentable si se tiene en cuenta que, en 1601, con la llegada del rey, otras 15.000 personas se asentaron allí. 15.001, de hecho, si contamos con el recién nacido Felipe IV, próximo monarca.

La vuelta y el definitivo establecimiento de la capital

Tras el fallecimiento de María de Austria en 1603, Madrid pareció volver a ser una buena opción para tener allí la residencia real. Más aún si se tiene en cuenta que la ciudad ofrecía a Felipe “ayuda de las costas de la vuelta en doscientos cincuenta mil ducados”, además de una sexta parte del alquiler de las casas durante diez años. “Según se supo más tarde, el secretario de don Pedro Franqueza recibió mil ducados para que persuadiera al rey y al duque de Lerma”, escribe Ignacio Lozón. Por aquel entonces, se haría popular la expresión “solo Madrid es corte”.

El duque volvería a beneficiarse de esta oferta. Además de quedarse con un tercio de esos 250.000 ducados. También adquiriría varias viviendas en Madrid, de modo que, cuando Felipe III accedió a volver a Madrid, volvió a realizar la misma estrategia. ”Tal como se esperaba, la nueva categoría de capital del reino produjo efectos inmediatos en la morfología y poblamiento de Madrid: se extendió su perímetro, se multiplicó el número de viviendas y se procuró, con mayor o menor fortuna, embellecerla con plazas, jardines, palacios, iglesias y casas de cierta singularidad".

Sin embargo, a pesar de este establecimiento ya definitivo, lo cierto es que Madrid no fue capital oficial de España hasta mucho después. Fue, de hecho, hace menos de 100 años, cuando en el artículo 5 de la Constitución de 1931, ya en la Segunda República, se señaló como tal.

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Esto, sin embargo, no le valió un tratamiento especial a nivel legislativo hasta 2006, cuando se promulgó la Ley de Capitalidad y Régimen Especial de Madrid, tal y como se señala en la Real Asociación de Cronistas Oficiales. “Setecientos setenta años se tardó en proclamar oficialmente a Madrid”, escribió el periodista y cronista Ángel del Río. “Y 439 lleva esperando ser considerada oficialmente ciudad”, señalaba respecto al hecho de que Madrid siga siendo oficialmente considerada una villa.