
En 2021, la muerte de Almudena Grandes dejó una profunda ausencia en el mundo de la cultura. Se trataba de una de las figuras más respetadas (y queridas) de la literatura española, no solo por su labor como narradora genial: también por su trabajo a la hora de rescatar historias que, durante mucho tiempo, habían quedado sepultadas en España tras la Guerra Civil y la dictadura.
“Nadie de mi familia había llegado tan lejos desde que en 1932, mi tía abuela Camila Rodríguez fue elegida Miss Chamberí en la verbena del Carmen”, aseguraba emocionada cuando, como hija de un Madrid que todavía la recuerda, dio el pregón de las Fiestas de San isidro en 2018. Tras su muerte, por cierto, el Ayuntamiento le otorgaría el título de Hija Predilecta de la ciudad.
“Tuve que preguntarme si quería ser famosa o quería ser escritora”
Cuatro años después de su muerte, nadie olvida a una escritora que, desde bien pequeña, supo que quería dedicarse a la literatura. Por deseos de su madre, sin embargo, acabó graduándose en Geografía e Historia y más adelante comenzó a trabajar para editoriales de enciclopedias como correctora, redactora y hasta coordinadora de una colección de guías turísticas.
No abandonó nunca, sin embargo, su “gran pasión” por la narrativa, tal y como explicaba en una entrevista con la UNED. De este modo, a los 29 años publicó Las edades de Lulú (1989), una novela erótica tan polémica como aplaudida con la que obtuvo el Premio La Sonrisa Vertical y que, tan solo un año después de su lanzamiento, se podría ver también en cines con una adaptación de Bigas Luna.
El éxito de Las edades de Lulú -vendió más de un millón de ejemplares- catapultó la carrera de Almudena, hasta el punto de cambiar su vida por completo. “Tuve que preguntarme si quería ser famosa o quería ser escritora”, afirmaba en declaraciones recogidas en Almudena, un documental sobre la autora que podrá verse en cines a partir del próximo 16 de mayo.
Su decisión quedó clara poco después, con la publicación de novelas como Te llamaré Viernes (1991) y, sobre todo, Malena es nombre de tango (1994). Estas novelas y las que siguieron se ubicaban en la España de finales del siglo XX o principios del XXI, algo que cambió a partir de la publicación de El corazón helado (2007).
Esta novela, que recogía los testimonios de los miembros de la resistencia antifranquista, se convirtió en un nuevo éxito de ventas que le abrió las puertas, además, del que sería su mayor y último proyecto: los Episodios de una guerra interminable, un ejercicio monumental de recuperación de la memoria histórica con novelas (Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor García y La madre de Frankenstein) que reconstruyeran, desde diferentes lugares y momentos, la sociedad de la posguerra española.

En recuerdo de Almudena
El 27 de noviembre, la escritora española fallecería a los 61 años a causa de un cáncer contra el que llevaba mucho tiempo luchando. Desde entonces, su nombre, y sobre todo sus libros, han servido para continuar reivindicando el derecho a la memoria de un país que, durante el franquismo, decidió enterrar muchos recuerdos.
Sin embargo, durante estos años hemos asistido también al esfuerzo de quienes la conocieron y quisieron por mantener también a la persona que fue más allá de sus libros. En septiembre de 2022, su marido, Luis García Montero, publicaría Un año y tres meses, poemario en el que el famoso poeta y director del Instituto Cervantes relataría los últimos días junto a su mujer y la profunda ausencia que provocó su muerte.

Es Luis García Montero quien, también, hará de hilo conductor en Almudena, el ya citado documental sobre la faceta íntima de la escritora, escrito y dirigido por Azucena Rodríguez, quien ya adaptó la novela Atlas de la geografía humana en 2007. En declaraciones a Agencia EFE, la cineasta explica que no ha sido un proceso fácil elaborar esta producción. “La proximidad que tenía con Almudena lo hizo difícil. Era mi mejor amiga. He hecho el duelo viendo imágenes de ella ocho horas al día, y no podía soportar que me olvidaba de lo que había pasado y luego tomaba conciencia de que no estaba”.
En un principio, el documental iba a realizarse para seguir el proceso de escritura de la autora. “Pero nos pasaron por encima la pandemia, la enfermedad y la muerte”. A la ilusión y la admiración le sucedieron el dolor y la rabia. “Mi estado anímico se volvió vulnerable y difícil”, confiesa. “No pude rodar con ella, salvo un día”.
Al final, retomó el proyecto como una forma de recuperar no solo a la gran escritora que fue su amiga, sino a la persona con la que uno podía “sentarse a charlar”. A través de personas cercanas a Almudena, como su marido o sus hijos, recompone la voz de una persona que, a través de sus libros y de sus seres queridos, que “la memoria no es un asunto del pasado”.