Hemos visto películas contadas desde todos los ángulos posibles. Dentro del cine de terror, lo normal es que sea a través de la víctima o del asesino. Lo que sí resulta particular es que la cámara se sitúe a la altura de la mirada de una presencia fantasmal y que todo lo que veamos en pantalla sea a través de sus ojos.
Este es el caso de Presence, la nueva película de Steven Soderbergh con la que el director de películas tan diversas como Traffic, Contagio u Ocean’s Eleven: Hagan juego parece regresar al ámbito del cine independiente del que nunca ha terminado de irse, ya que a lo largo de su carrera se alternan las grandes producciones con los proyectos de presupuestos más reducidos, incluso ínclitos dentro del ámbito de la serie B.
Lo curioso es que el director, a pesar de haber tocado casi todos los géneros, nunca había abordado el terror y ahora ofrece una propuesta de lo más original que parte de un guion de David Koepp, más acostumbrado al género fantástico, ya que en su faceta como director ha adaptado relatos de Richard Matheson o Stephen King.
Planos secuencia desde la perspectiva fantasmal
De la unión de ambos talentos, que ya trabajaron juntos en Kimi, surge esta película en la que la cámara adoptará la perspectiva de un espíritu incorpóreo. Y lo hace de una manera de lo más rigurosa, ya que cada escena, que además corresponde con un plano secuencia, será el resultado de los movimientos de esa presencia escurridiza que seguirá a los nuevos ocupantes de la casa en la que se encuentra, ya sea desde una mayor o menor distancia, incluso a veces casi tocándolos, convirtiéndose en la responsable de toda la coreografía que tiene lugar dentro del plano.

Es por eso que la película comienza con una casa vacía mientras la cámara (el fantasma) recorre todas las estancias vacías en soledad para presentarnos el espacio en el que se encuentra atrapada. En el siguiente fragmento, veremos cómo espía desde la ventana la llegada de una nueva familia y, desde el primer momento, sentirá una conexión con la joven hija del matrimonio que conforman Rebekah (Luci Liu) y Chris (Chris Sullivan). Ella se llama Chloe (Callina Liang) y se encuentra especialmente vulnerable (y traumatizada), porque su mejor amiga murió después de ingerir una droga adulterada.
De esa forma, la adolescente será la única que notará esa presencia, creyendo que se trata de su desaparecida compañera. Por supuesto, nadie la creerá, ni su hermano, Tyler (Eddy Maday), ni su madre, que no siente tanto aprecio por ella como por su primogénito. Solo su padre se preocupará por ella... además del fantasma.
Presence se convierte en una extraña y casi experimental apuesta dentro del género dadas sus características ‘vouyerísticas’. No da miedo, pero sí que logra mantener la tensión atmosférica en todo momento y, sobre todo, se trata de un interesante ejercicio de estilo que utiliza las herramientas cinematográficas fundamentales para jugar con ellas y ofrecer perspectivas inéditas. Además, toda la película mantiene la unidad de espacio y está rodada en gran angular, como si se tratara de esos ojos que ven pero no pueden ser vistos.