No deja de ser curioso y bastante irónico que Capitán América: Brave New World sea de las pocas películas del Universo Cinematográfico Marvel que no comienza con el ya mítico logo que se va construyendo a través de imágenes de todos los héroes y películas, esos fogonazos que inspiran siempre nostalgia y emoción. Los fogonazos siguen, en cierta medida, pero son los que proceden del enigmático prólogo, que introducen al villano del filme y que sirven como símil de lo que está haciendo la compañía en los últimos años y en especial con esta película: intentar convencer a toda costa de que todo está mucho mejor de lo que realmente está.
El mero hecho de intentar explicar la historia de la película ya da una idea del remiendo que supone dentro de la franquicia Marvel, un conjunto de tejidos de su padre y de su madre para unos hijos que puede que ya ni recuerden a sus antepasados. Ya se sabe que a Marvel le gusta conectar unas películas con otras hasta establecer un universo lleno de personajes y referencias mil, pero la película que conecta con Capitán América: Brave New World es nada más y nada menos que El increíble Hulk. Una película cuyo estreno fue hace casi 20 años, que no tuvo continuaciones directas y cuyo actor protagonista, Edward Norton, ni siquiera es el mismo que ha dado vida luego al personaje, quien tampoco hace acto de presencia en este filme, aunque sí otros personajes como Thadeus ‘Thunderbolt’ Ross, Samuel Sterns /El Líder o, en menor medida, la Betty Ross de Liv Tyler.
No es la única obra con la que conecta este filme, que sigue en gran medida a los personajes de Falcon y el soldado de invierno y alude explícitamente a los desenlaces de otros títulos como Eternals, cuyo final da pie al inicio de esta historia. Sam Wilson (Anthony Mackie) ya se ha convertido oficialmente en el nuevo Capitán América, aunque hay mucha gente que duda de que sea digno de tal rango, él el primero. Todo cambia cuando recibe la llamada de Thaddeus Ross (Harrison Ford), un viejo enemigo convertido ahora en el nuevo presidente de los Estados Unidos, y quien precisa de su ayuda para resolver un conflicto internacional. El Capi, junto a Joaquin, su buen amigo y aspirante a nuevo Falcon, resuelven con diplomacia el entuerto, pero todo se complica cuando se ven envueltos en medio de una gran conspiración que pone en peligro la paz que ansiaban conseguir.
![’Capitán América: Brave New World’.](https://www.infobae.com/resizer/v2/3KP6H67UQNETBLBASJQPQJZA2E.jpg?auth=9bd264280bd6f2e69974eb940fd67d79d5dcbd00417933993810c78d734c2360&smart=true&width=350&height=156&quality=85)
Un capitán con escudo pero sin historia
Capitán América: Brave New World presenta muchos frentes abiertos: por un lado, el de convencer a la audiencia de que Wilson es el mejor Capitán América posible y un firme candidato a liderar a los nuevos Vengadores. Por otro, su responsabilidad en calidad de una de las últimas películas de la Fase 5 era mayúscula, ya que solo queda por delante Thunderbolts antes de pasar a una nueva etapa de películas-evento como antaño: la introducción de un nuevo elenco de superhéroes con Cuatro fantásticos: Primeros pasos, de un nuevo gran villano con Vengadores: Doomsday, el regreso del más querido con la nueva de Spider-Man y una gran final con Vengadores: Secret Wars, que vendría a ser la culminación de tantos años de trabajo, como sucediese en su día con Infinity War y Endgame. Lo sería, evidentemente, si se hubieran construido las bases tanto emocionales como lógicas para ello.
En su lugar, la película protagonizada por Mackie y Ford es una gran representación de lo que sucede con la Marvel actual y lo que le ocurre a muchos personajes de la película, que proyectan un cambio a mejor que nadie se termina de creer del todo. Wilson se repite una y otra vez que es digno del escudo del Capi, pero no para de echar la vista atrás y de dudar de sí mismo cada vez que se encuentra ante un reto. Ross afirma “haber cambiado” —más allá de la desafortunada broma meta que haya sustituido al fallecido William Hurt y su icónico bigote— pero a la mínima oportunidad amenaza con sacar el monstruo que lleva dentro (literalmente), y el propio filme pretende ser una entrega más de la saga del Capitán América —esa conspiración a lo cine de espías setentero en la que Capitán América y el soldado de invierno se quería mirar con Los tres días del Cóndor— cuando le sobran medios pero carece del espíritu y las ideas para llevarlo a cabo.
De fondo hay personajes que aparecen y desaparecen sin quedar muy clara su implicación e importancia dentro de la trama, como Isaiah Bradley (Carl Lumbly), Crótalo (un desaprovechado Giancarlo Esposito) o Ruth Bap-Serath (Shira Haas), un personaje reescrito como ex Viuda Negra —en los cómics era agente del Mossad y posterior superheroína— que da la sensación de que si desapareciese de la película tampoco pasaría nada, y que incluso Marvel lo hubiera preferido para no adentrarse en mayores conflictos geopolíticos. Pero claro, estamos hablando de una película cuya premisa parte precisamente de lidiar en un conflicto entre países, por supuesto que uno tiene que estar preparado para pisar ciertos charcos y mancharse por el camino.
!['Capitán América: Brave New World'.](https://www.infobae.com/resizer/v2/R5QGDLDS2NCWVINFQPXL5DYB2M.jpg?auth=044b3f4cbfc7e366c01762d5df5493595abd1fb76f3a699df12f10214137dfca&smart=true&width=350&height=156&quality=85)
El líder que no lidera
Porque llega un punto que uno no sabe realmente qué espejo con la realidad pretende levantar Capitán América: Brave New World. El paralelismo entre el presidente de Harrison Ford y Donald Trump, de pasado oscuro, dado al conflicto y con arrebatos de ira, tendría algún sentido si no fuera porque esta película se produjo durante el Gobierno de Biden. De la misma manera que uno podría ver en el conflicto por el adamantium de Isla Celestial una alusión al conflicto por el petróleo —o más recientemente por la inteligencia artificial— si no fuera porque es para introducir a los X-Men en el ya de por sí complejo universo marvelita. Algo que, además, ya había hecho en Deadpool y Lobezno de otra forma diferente, a través del ya manido concepto del multiverso, que desde que apareció no ha hecho otra cosa que desdibujar todo un poco más.
Todo ello hace que, como poco, la película sea difícil de digerir. No ya porque sea más entretenida o aburrida, que los efectos especiales luzcan más o menos o que su set piece final carezca de un mínimo de sorpresa o emoción después de haber sido la única ancla para los tráilers y demás promoción. Es que no hay trascendencia ninguna, no se siente que esté pasando nada mínimamente relevante o con consecuencias de cara al futuro del MCU, precisamente cuando este parece estar en sus horas más bajas y a las puertas de las películas-evento, que solo funcionan si pueden hacer de catarsis y dar un sentido a la travesía anterior.
Salía estos días la noticia de que un miembro del rodaje advertía que “todo el mundo en el equipo sabía que probablemente no iba a ser una buena película”. Lo cierto es que el filme ha sufrido todo tipo de contratiempos, desde reescritura del guion introduciendo personajes como el de Giancarlo Esposito y suprimiendo otros como los de Rosa Salazar o el luchador de WWE Seth Rollins de los que no se ha vuelto a saber nada, cambios de título —Nuevo Orden Mundial era el original, como para no creer en conspiraciones— y sobre todo un proceso de refilmación de la película que ha hecho que se note demasiado de dónde han cortado y de dónde han metido nuevas escenas.
Y por eso llegamos hasta el Líder, el personaje que da vida Tim Blake Nelson más de 18 años después de El increíble Hulk y cuyo modus operandi —utilizar el flash de los móviles y una vieja canción para hipnotizar a la gente a su antojo— no puede ser más irónico con respecto a todo el mensaje de la película y de lo que ha sido Marvel todos estos años: un sinfín de flashes desconcertantes que nos han llevado hasta aquí sin saber muy bien cómo ni por qué. Mientras la Tierra parece necesitar de unos nuevos Vengadores para llenar la ausencia de los anteriores y hacer frente a las amenazas del futuro, en Marvel parece que lo que realmente necesitan es una serie de guionistas con nuevas y atrevidas ideas. De lo primero, parece que Capitán América: Brave New World puede seguir contando con Sam Wilson, sus alas y su escudo. De lo segundo, va haciendo falta que alguien se deje de fogonazos y se ponga realmente a pensar en el futuro.