Las habilidades curiosas han gozado desde hace siglos de un gran atractivo por parte de la audiencia. Cuanto más extrañas o inusuales sean, mayor es el número de personas que quieren ver con sus propios ojos los espectáculos en los que se ponen a prueba las maravillas del cuerpo humano. Desde aquellos capaces de dislocar alguna articulación sin sufrir daños hasta los que han experimentado con su piel para modificar su apariencia y casi alejarse de la raza humana, pasando por condiciones genéticas que han convertido a sus portadores en una diana para insultos y una atracción turística.
Joseph Pujol se convirtió en uno de estos fenómenos justo en el momento en el que los freak shows experimentaban su gran auge: entre mediados del siglo XIX y principios del XX. Las curiosidades anatómicas como las mujeres barbudas (uno de los ejemplos más famosos fue el de Annie Jones), los siameses o Joseph Merrick, conocido como el hombre elefante por su síndrome de Proteus (una enfermedad que provoca severas deformidades en el cuerpo) atraían cada día a miles de espectadores, por lo que muchos de ellos fueron explotados para divertimento del público. Para Pujol, por el contrario, su especialidad le convirtió en el artista mejor pagado de París en su época.
Le Pétomane
El marsellés fue apodado Le Pétomane por una rara condición que le permitió tirarse pedos a voluntad, siendo capaz de realizar distintos tonos, ritmos y sonidos. Fue en 1866, con solo 8 años, cuando descubrió este extraño talento: se encontraba bañándose en el mar cuando se dio cuenta de que, si contenía la respiración, podía llenar su cavidad anal de agua, algo de lo que también era capaz con el aire: “Su ano funciona como una especie de pulmón que se llena de aire y su esfínter funciona como las cuerdas vocales”, explica el historiador Antoine de Baecque.
Aunque esta habilidad le fue poco útil al principio de su vida, en 1887 decidió montar un pequeño espectáculo, por lo que alquiló un local y poco a poco empezó a hacerse conocido. Personas de toda la región acudían para comprobar su talento, así que Pujol quiso dar el salto a la capital, donde fue descubierto por Charles Zidler, el propietario del Moulin Rouge.
El cabaret parisino, ubicado en el Boulevard de Clichy es ahora uno de los lugares más emblemáticos de la capital de Francia, aunque también lo fue en esta época: las bailarinas con cancán francés se convirtieron en un icono y tras su fachada de luces de neón actuaron artistas como La Goulue (”La Glotona”), con su característica estilo descarado, y Le Désossé (”El Deshuesado”), que demostraba su enorme flexibilidad con movimientos casi acrobáticos.
Pujol firmó un contrato exclusivo con Zidler y el nuevo espectáculo se convirtió en todo un éxito, consiguiendo que el público se involucrase cantando y aplaudiendo con él. Hasta el Moulin Rouge acudieron como espectadores Leopoldo II, rey de Bélgica, o Sigmund Freud, únicamente para ver la actuación de Le Pétomane.
El declive de un icono
El artista se convirtió en toda una sensación en la ciudad parisina, demostrando en su espectáculo todo lo que podía hacer con su rara condición: fumar, tocar la flauta, apagar velas o imitar melodías como La Marsellesa. Antoine De Baecque destaca que “su número más famoso es el pedo de la costurera, que imita el sonido de una tela al rasgarse”.
Pese al éxito que había conseguido en el cabaret, Pujol quiso montar su propio teatro, lo que le llevó a ser demandado por Zidler por “falsificación”. Fue así como terminó el paso de Le Pétomane por el mítico Moulin Rouge, saliendo por la puerta de atrás y siendo obligado a pagar una multa de 3.000 francos.
Con el paso de los años, estas curiosidades dejaron de ser tan atrayentes, por lo que el éxito de Pujol fue disminuyendo, teniendo que retirarse con la Primera Guerra Mundial a Marsella, donde regresó a su trabajo como panadero. Le Pétomane murió en 1945 sin haber vuelto a subirse a un escenario, por lo que en la actualidad no quedan grabaciones sonoras de sus actuaciones.
Su extraña condición intrigó a los médicos durante años, por lo que la Facultad de Medicina de la Sorbona ofreció una gran cantidad de dinero para examinar su cuerpo tras su muerte. Su familia se negó, así que su habilidad física continúa estando impregnada por un aire de curiosidad.