Una pareja con una niña en común decide separarse y, como no tiene dónde ir, cada uno de ellos se quedará en casa de sus padres. Es la premisa sobre la que se sustenta Custodia repartida, una serie de ocho episodios, cada uno de una media hora de duración, que ha sido creada por Juanjo Moscardó Rius y María Mínguez y que ha sido dirigida por Javier Fesser, convirtiéndose en su primera experiencia dentro de la ficción televisiva.
¿El resultado? Una historia repleta de dinamismo y gracia congénita sobre algunos de los problemas que afectan a buena parte de la sociedad, entre ellos, la vivienda, la precariedad laboral o la conciliación.
Una serie sobre nuestras miserias cotidianas
“Yo me separé y tenía un hijo, así que me fui a casa de mis padres en lo que pensaba que iba a ser una pequeña temporada, que terminó siendo más larga de lo esperado. Y ahí es cuando me di cuenta de que había un material de partida. Contar esas pequeñas cosas cotidianas que a veces son surrealistas cuando vuelves a vivir con tus padres con más de cuarenta años”, cuenta Juanjo Moscardó Rius a Infobae España.
Así, a lo largo de los capítulos se abordarán los choques entre los progenitores, de qué manera cada pareja de abuelos influye en la crianza de sus nietos o las dificultades para salir adelante cuando estás solo y tienes hijos.
Cuando terminaron el guion comenzó la fase de buscar director. “Nos preguntaron, ¿quién os gustaría? y respondimos que alguien como Javier Fesser. No imaginamos en ningún momento que aceptaría”, continúa.
“Fue muy fácil subirse a este barco porque el guion era muy bueno”, añade el propio Javier Fesser. “Los personajes eran muy de verdad, me apetecía mucho explorar sus conflictos y había temas de actualidad que daban la oportunidad de abordarlos desde una perspectiva diferente. Tenía una razón de ser y, ahora mismo tanto como director, pero también como espectador, solo le pido a una película, una serie o un libro que cuenten historias que me enseñen y me aporten algo, que me transformen de alguna manera”.
Una apuesta por problemas y personajes reales
Los protagonistas de Custodia repartida son Cris (Lorena López) y Diego (Richard Farré). Han decidido poner fin a su relación de forma amistosa, pero no será tan fácil como esperaban. Él es autónomo y cuenta con muy pocos clientes, así que se irá a vivir con sus padres (interpretados por Adriana Ozores y Francesc Orella), a su mansión, porque son de una clase social adinerada.
Por el contrario, Cris pertenece a una familia de clase trabajadora, y quizás por eso, siempre se ha tomado muy en serio su carrera profesional, hasta terminar convirtiéndose en jefa de proyectos en su empresa de ingeniería. ¿El problema? ¿Cómo conciliar un trabajo de responsabilidad con el cuidado de la niña? Estas serán algunas de las contradicciones que abordará la serie, que intenta apostar siempre por el elemento costumbrista, que contribuye a que la mayor parte de las situaciones resulten de lo más reconocibles.
“Para nosotros era importante que los espectadores empatizaran con los personajes. No hemos querido ser especialmente rompedores o novedosos, sino situar la mirada a pie de calle para conseguir captar la realidad de la manera más veraz”, dice Fesser. “Hay muchas películas o series sobre parejas que se separan, pero pocas sobre parejas que se separan y se van a vivir con sus padres”, añade Moscardó.
En ese sentido, aseguran que la conciliación y el tema de la vivienda se convirtieron en asuntos vertebrales dentro de la serie. “Creo que son dos de los grandes temas de nuestra generación”, dice María Mínguez. Y, como contrapunto cómico, ahí se encuentran las dos parejas de abuelos, indispensables para ayudar a sus respectivos hijos con el cuidado de la niña, lo que generará un sinfín de momentos divertidos.
Javier Fesser asegura que aquí lo importante era encontrar el tono adecuado entre el drama real, la comedia y el absurdo. “Reírnos, en definitiva, de nosotros mismos, de nuestras propias torpezas emocionales”. Su apuesta es que viéramos la serie como quien ve la vida y que lo que pasa en la pantalla no estuviera en ningún momento impostado. “Yo quería que la serie nos hablara a los ojos, que hubiera una relación horizontal entre lo que pasaba en la pantalla y el espectador. Eso me parecía bonito”.