El mundo del cine ha recibido una muy triste noticia con el fallecimiento de David Lynch. El director era uno de los autores de cine estadounidenses más importantes de los últimos 40 años, con películas como Carretera perdida o Mulholland Drive y series tan icónicad como Twin Peaks. Él fue de hecho uno de los primeros autores de cine en mudarse también a la pequeña pantalla, terreno que revolucionó por completo y sin perder su esencia. En definitiva, ha dejado un legado de gran calado y por ello no es de extrañar que miles de personas, tanto famosas como de a pie, salgan a recordar sus momentos junto a un cineasta único.
España puede dar gracias de que Lynch no solo pisó sus tierras, sino que además impartió sobre ellas algunos de sus consejos más sabios, en una charla que ha quedado para el recuerdo para miles de personas, y en especial para otro gran cineasta. La historia ocurrió en 2013, cuando el director de Terciopelo azul se desplazó a Madrid como parte de un encuentro organizado por la escuela de cine y artes TAI en colaboración con el festival madrileño Rizoma. Pero eso no fue todo, ya que allí recibió la sorprendente visita de un director al que Lynch admira mucho: Pedro Almodóvar.
“¿Pedro? ¿Es ese Pedro? ¡Pedro!”, exclamaba el cineasta estadounidense al divisar entre el público al artista manchego. Ambos fueron al encuentro del otro y, aunque por altura no podían fundirse en un abrazo, se saludaban afectuosamente con beso en la mano de Pedro y palmadita en la espalda de Lynch incluidos. El encuentro entre dos grandes directores no se quedaba ahí, sino que Almodóvar aprovechaba la atención para realizarle a Lynch una pregunta de lo más interesante. O más bien una reflexión, como suele ser habitual en este tipo de encuentros.
Lynch y la meditación
“Me gustaría hacerte una pregunta sobre la meditación”, se arrancaba el director de Todo sobre mi madre, canalizando su pregunta en uno de los aspectos más característicos de Lynch. “Lo hago de vez en cuando concentrándome en la respiración, siendo consciente de ella, y digo ‘hola’ a todas las imágenes en mi mente. Y esto es todo durante 20 minutos. ¿Crees que debería dejarlo?”, le preguntaba Almodóvar a Lynch. “Pedro, me gustaría regalarte una invitación para meditar desde la Fundación David Lynch”, le respondía. “Y cuando aprendas la Meditación Trascendental tendrás esa experiencia y dirás ‘oh, tengo que llamar a David y darle las gracias”, concluía el director.
Lo cierto es que Lynch cuenta, con su propia fundación, la Fundación David Lynch de Meditación Trascendental, que cuenta con sede tanto en localizaciones de Estados Unidos como en América Latina, donde su objetivo es trabajar en escuelas para rehabilitar a jóvenes y llevar la meditación a las comunidades indígenas de América Latina, buscando mejorar la calidad de vida y el bienestar emocional de miles de personas a través de programas educativos basados en la conciencia. Activa desde hace más de veinte años, es otro de los grandes legados que deja Lynch a su fallecimiento, además de ese tierno momento en que se cruzó en el camino de Almodóvar y le regaló un consejo, o más bien una invitación, que cambiaría para siempre su vida.