
En momentos trágicos como la DANA del año pasado, se pudo ver el lado más humano de la ciudadanía. Voluntarios que llegaban desde otros puntos de España con escobas, palas y manos dispuestas a ayudar. Gente que no buscaba reconocimiento ni recompensa, sino aliviar, aunque fuera un poco, el sufrimiento de quienes lo habían perdido todo.
Esa solidaridad espontánea, desinteresada y profundamente humana ha sido uno de los mayores consuelos para las comunidades devastadas. Pero junto a ese lado luminoso, también emerge otro mucho más oscuro. Porque donde unos ven necesidad, otros ven espectáculo.
Ahora, con los incendios que están arrasando zonas del norte de España, aparece un fenómeno realmente incómodo: el turismo de catástrofes. Personas que acuden a los pueblos calcinados no para ayudar, sino para sacar fotos, grabar vídeos, publicar en redes sociales y, en el peor de los casos, ganar unos cuantos likes a costa del dolor ajeno.
Los vecinos no dan crédito
En Palacios de Jamuz, un pequeño pueblo leonés que la semana pasada fue prácticamente engullido por las llamas, los vecinos han dicho “basta”. Tras perder casas, tierras y toda su vida, los habitantes tienen que convivir ahora con algo difícil de soportar. Curiosos que deambulan entre los restos, cámaras en mano, en busca del encuadre perfecto del desastre. Un reportaje de TVE ha recogido los testimonios de algunos afectados.
“Vienen con la expectativa de ver el pueblo quemado, y eso nos termina haciendo daño”, dice uno de los vecinos. Otros, con más frustración, aseguran que han tenido que escuchar frases como “no es para tanto”. Como si la pérdida de una casa, un negocio o una vida entera pudiera relativizarse desde la pantalla de un móvil. Una frase a la que es difícil responder con serenidad.
“Ahora, lo único que necesitamos es tranquilidad”
El llamado “turismo de catástrofes” no es nuevo, pero su alcance ha crecido con las redes sociales. Lo que antes era un comportamiento marginal, hoy se multiplica por el deseo de hacerse viral. Incluso durante los incendios activos, algunos se atreven a acercarse al fuego en coche, cámaras en mano, saltándose restricciones y poniendo en riesgo su vida y la de los equipos de emergencia. Todo por captar el momento, por una imagen que genere impacto digital sin importar las consecuencias reales.
Los residentes denuncian no solo la falta de sensibilidad, sino también la invasión de su espacio íntimo, de su duelo. “No los conocemos, hay mucha gente, hacen fotos”, relatan. Algunos incluso han visto cómo los “visitantes” se adentran sin permiso en propiedades privadas quemadas, cruzan perímetros de seguridad o dificultan el trabajo de los servicios de emergencia.
La Guardia Civil ha tenido que recordar la importancia de respetar los cordones de seguridad y no entorpecer las labores de extinción. El incendio de Palacios de Jamuz fue tan devastador que llegó a abrir informativos en toda España y se viralizó rápidamente en redes sociales, lo que atrajo aún más la atención no deseada.
Este tipo de turismo irresponsable no se limita a León. En A Caridade, ocurre lo mismo. “Después de un desastre de tal magnitud, lo que menos queremos es encontrarnos con este tipo de situaciones. Ahora solo pedimos tranquilidad”, afirman vecinos visiblemente superados.
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