Un estudio descubre el método para comprobar si un niño va a padecer obesidad en su edad adulta

Una nueva prueba genética, creada a partir de los datos de más de cinco millones de personas, puede identificar a las personas en riesgo de desarrollar esta enfermedad para incidir en las estrategias de prevención temprana

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Una joven mide su peso
Una joven mide su peso en una báscula (Shutterstock)

Un equipo internacional liderado por Roelof Smit, profesor en el Centro para la Investigación Metabólica Básica (CBMR) de la Universidad de Copenhague, ha desarrollado un marcador genético capaz de predecir el riesgo de obesidad y el aumento de peso a lo largo de la vida, con una precisión sin precedentes y aplicable a personas de diferentes orígenes ancestrales. El trabajo, publicado en Nature Medicine, se basa en el análisis genético de más de cinco millones de personas y podría transformar la prevención y el tratamiento de la obesidad, una de las mayores amenazas para la salud mundial.

Basándose en los datos genéticos, el equipo internacional de investigadores liderado por Smit ha creado una prueba genética llamada puntuación de riesgo poligénico (PGS, por sus siglas en inglés) que predice la obesidad en la edad adulta desde la infancia en base a una puntuación. Este marcador permite identificar, desde los primeros años de vida, a quienes tienen mayor predisposición genética a desarrollar obesidad. Según los autores, “los niños con un puntaje poligénico alto muestran un aumento acelerado del IMC desde los 2,5 años hasta la adolescencia, con un rebote de adiposidad más temprano”, un patrón que se asocia a mayor riesgo de obesidad en la adultez.

El valor predictivo del marcador es especialmente notable cuando se añade a los factores clínicos disponibles al nacer, como el peso al nacer o el IMC materno. En niños de 8 años, por ejemplo, la capacidad de predecir el IMC futuro se duplica al incorporar el PGS, pasando de explicar el 11% al 21% de la variabilidad. Incluso a los 5 años, sumar el marcador genético a la información clínica permite anticipar el IMC a los 18 años con una precisión del 35%, frente al 22% sin el marcador.

“Lo que hace que el PGS sea tan poderoso es su capacidad para predecir, antes de los cinco años, si es probable que un niño desarrolle obesidad en la edad adulta, mucho antes de que otros factores de riesgo comiencen a moldear su peso más adelante en la infancia. Intervenir en este punto puede tener un gran impacto”, asegura Smit en un comunicado de prensa.

Resultados robustos en adultos y diferentes poblaciones

Los científicos también han investigado la relación entre el riesgo genético de obesidad de una persona y el impacto de las intervenciones de pérdida de peso en el estilo de vida, como la dieta y el ejercicio. Descubrieron que las personas con un mayor riesgo genético de obesidad respondían mejor a las intervenciones, pero también recuperaban peso más rápidamente cuando terminaban las intervenciones. De modo, que destacan que no solo el factor genético incluye. Es más, el nuevo PGS tiene sus limitaciones.

La obesidad severa es una enfermedad crónica, compleja y con una alta prevalencia, que se asocia frecuentemente con otras enfermedades crónicas como la hipertensión arterial, la diabetes o enfermedades cardiovasculares.

A pesar de basarse en los genomas de una población más amplia y representativa a nivel mundial, fue mucho mejor para predecir la obesidad en personas con ascendencia europea que en personas con ascendencia africana. El marcador ha sido validado en grandes cohortes internacionales, como el UK Biobank (Reino Unido), el Million Veteran Program (Estados Unidos), la BioMe Biobank (Nueva York) y la Uganda General Population Cohort. En adultos de ascendencia europea, el PGS explicó hasta el 17,6% de la variación en el IMC, el doble que los marcadores genéticos previos. En otras poblaciones, la capacidad predictiva varió: alcanzó el 16% en estadounidenses de origen asiático oriental, pero solo el 2,2% en ugandeses rurales, lo que refleja la necesidad de ampliar la representación genética africana en la investigación.

De este modo, aunque el marcador representa un avance significativo, su precisión varía según el origen ancestral. La menor capacidad predictiva en poblaciones africanas subraya la urgencia de incluir más diversidad genética en los estudios. Además, el PGS predice mejor el IMC que otros aspectos de la composición corporal, como la proporción de grasa o la distribución abdominal.

El estudio no resuelve todas las incógnitas sobre cómo y cuándo debe usarse el marcador en la práctica clínica. Los autores advierten que su implementación debe ser cuidadosa para evitar aumentar las desigualdades en salud, y que se requieren más investigaciones para adaptar el marcador a poblaciones subrepresentadas y para evaluar su utilidad en combinación con otros factores ambientales y sociales.

Un paso más para la prevención y el tratamiento

El hallazgo tiene implicaciones directas para la prevención de la obesidad, que afecta ya a más de la mitad de la población mundial. La obesidad suele iniciarse en la infancia y persistir en la adultez, por lo que anticipar el riesgo desde edades tempranas puede permitir intervenciones más eficaces y personalizadas.