
La pregunta sobre qué significa realmente educar a un niño ha acompañado a padres y educadores durante generaciones. En la actualidad, donde la imagen y las formas han adquirido un peso central en la vida cotidiana, el debate sobre la esencia de la educación sigue vigente. El neuropsicólogo Álvaro Bilbao, especialista en desarrollo cerebral infantil y autor de varios libros sobre crianza, ha propuesto una perspectiva que interpela a familias y profesionales de la educación. Sus reflexiones, ampliamente difundidas en redes sociales, subrayan que formar solo en los modales externos no basta para construir una auténtica educación.
En uno de sus vídeos en su cuenta de TikTok (@soyalvarobilbao), el especialista deja muy clara la diferencia entre los modales y la educación: “Si a tus hijos les enseñas a ir bien aseados a la escuela, a comer con los codos fuera de la mesa, sentados y con la boca cerrada, pero no les enseñas cada día a tratar bien a los demás, les estás enseñando modales, pero no educación”.
Para Bilbao, la educación va más allá de acatar las reglas externas impuestas por una sociedad concreta. Sostiene que los modales pueden variar entre culturas, pero la verdadera educación es un valor universal, basado en tratar a los demás como se quisiera ser tratado. “Los modales son distintos en cada cultura, pero en todas las culturas la educación es la misma, porque la verdadera educación es tratar a los demás como desearías que te trataran a ti”, subraya el neuropsicólogo.
El especialista enfatiza que enseñar valores no se limita a la instrucción verbal ni a la corrección de comportamientos. La clave está en el acompañamiento y el ejemplo cotidiano. Enseñar a los niños a convivir con empatía, respeto, solidaridad y amabilidad implica una labor continua que se construye en el día a día, a través de la interacción y la relación con quienes los rodean.
Crecer con relaciones sólidas
En otro de sus videos, Bilbao habla de otro factor fundamental para el correcto desarrollo de la vida de los hijos: las buenas relaciones desde la infancia. El neuropsicologo retoma las conclusiones del Harvard Study of Development, una de las investigaciones más extensas sobre la felicidad humana, iniciada en 1938. Según este estudio, la calidad de las relaciones que una persona es capaz de establecer a lo largo de su vida es el principal factor para lograr una buena vida. En este sentido, explica que la interacción entre padres e hijos marcará su forma de relacionarse con el resto el mundo porque será la primera que tengan y la que les guíe.
La capacidad de formar vínculos sanos y duraderos en la vida adulta se predice principalmente por la calidad y calidez de las relaciones que se experimentan en la infancia, especialmente con los padres. Esta observación refuerza la idea de que la educación emocional y relacional tiene un impacto duradero en el bienestar de las personas. Por ello, Bilbao invita a reflexionar sobre la responsabilidad de los adultos en el proceso educativo e insiste en que la manera en que los niños son tratados repercute en su autopercepción y en la forma en que aprenderán a relacionarse con los demás. No se trata solo de inculcar normas de comportamiento aceptadas socialmente, sino de atender las bases que permiten construir personalidades empáticas y solidarias.
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